Por Alejandro Maidana

La queja de un grupo de vecinos de Nordelta sobre la masiva presencia de carpinchos, alertó de sobremanera tanto a los medios de comunicación, como a la opinión pública que suele desprenderse de los mismos. Sin embargo, el aquelarre de memes que ha surgido de este acto revolucionario, no puede apartar hacia los márgenes de un debate necesario, la imperiosa obligación de interpelar el modelo extractivista que, en nombre del progreso y la modernidad, nos ha empujado a caminar lentamente hacia el cadalso.

Humedales que fueron hipotecados gracias a una especulación inmobiliaria que no cesa, pese a los gritos altisonantes de una naturaleza que se apaga al frenético ritmo de los negocios. No fue magia, el miedo que generan familias de capibaras paseando por el territorio que les ha pertenecido por siempre, resulta irrisorio ante el opulento y explícito envenenamiento que se desprende de un modelo productivo enemigo de la vida en toda su dimensión. Temor al animal, pero no la desidia humana, un parámetro alterado por el dañino anclaje que tiene la palabra dominante por estos arrabales del mundo.

El debate de fondo sigue encapsulado, no permitiendo poder encontrar alternativas que tienen que ver con lo macro, con qué tipo de modelo se necesita para dejar atrás situaciones evitables

Nordelta es una ciudad de 40.000 habitantes que reúne un abanico muy diverso en su concepción, por ello las miradas y opiniones sobre la presencia de carpinchos en el lugar, ha disparado distintos posicionamientos. Si bien la actuación de la Dirección de Fauna y Flora bonaerense puede resultar loable en la búsqueda de un imprescindible equilibrio, el debate de fondo sigue encapsulado, no permitiendo poder encontrar alternativas que tienen que ver con lo macro, con qué tipo de modelo se necesita para dejar atrás situaciones evitables, y pueda garantizar los derechos básicos para cada uno de los habitantes de la República de la soja.

Tanto en las grandes metrópolis como en poblados más pequeños, el análisis de los distintos impactos ambientales suele estar condicionados por los intereses que predominan en el oscuro negocio inmobiliario

Tanto en las grandes metrópolis como en poblados más pequeños, el análisis de los distintos impactos ambientales suele estar condicionados por los intereses que predominan en el oscuro negocio inmobiliario. Un claro ejemplo es el que se manifestó días atrás en la Legislatura porteña, allí se ratificó el convenio urbanístico entre el Grupo IRSA y el Gobierno de Horacio Rodríguez Larreta. Destacando que fue un trámite exprés que pudo gambetear la comisión de medio ambiente, algo no menor, para así poder autorizar la construcción de edificios de hasta 45 pisos en la ex Ciudad Deportiva de Boca, un predio de 71 hectáreas ubicado en la Costanera Sur.

Los estudios de impacto ambiental para la aprobación o no de estos mega proyectos, suelen ser raquíticos a la hora de las especificaciones, ya que el mercado es quién impone las reglas de un juego en el que ganan siempre los mismos

Los estudios de impacto ambiental para la aprobación o no de estos mega proyectos, suelen ser raquíticos a la hora de las especificaciones, ya que el mercado es quién impone las reglas de un juego en el que ganan siempre los mismos. Por ello es imprescindible leer este tipo proyectos en clave de negocios, y así fue como en la Bolsa de Buenos Aires, las acciones de IRSA subieron 3,4%, mientras que los papeles que operan en Wall Street (ADR) aumentaron 2%. Pero en lugar de dar una discusión política medular y transformadora, son los memes los que han copado un debate que no debe disiparse al ritmo de la agenda política imperante.

Mientras tanto la Ley de Humedales sigue cajoneada

En los últimos meses, y profundizado por el contexto de pandemia que atraviesa al mundo, se quemaron más de medio millón de hectáreas de humedales en manos del agronegocio y de las especulaciones inmobiliarias. Cabe destacar que en el transcurso del 2021 los ataques arteros de los inescrupulosos, no han cesado, incluso se han reactivado de una manera más virulenta en distintos puntos del país.

Si este año la Cámara de Diputados no vota la Ley de Humedales, que permanece cajoneada en la Comisión de Agricultura y Ganadería, una vez más perderá estado parlamentario. De suceder, se estaría repitiendo la historia de 2013 y 2016 en las que el proyecto tuvo media sanción en Senado, pero no pudo prosperar. El ecocidio es manifiesto, tan explícito como impune, por ello las tomas de decisiones no deben tener anclaje en la tibieza y en los juegos maniqueos.

El extractivismo ha sido una de las pocas actividades que ha podido cerrar la grieta, allí convergen distintas vertientes políticas que, enfrentadas desde lo discursivo, cierran filas a la hora de hacerse de las regalías de un modelo aniquilador. Mientras el agronegocio sigue imponiendo su agenda, las migraciones internas no cesan, el acceso a los alimentos sigue quedando muy lejos, la ruralidad se ha convertido solo en una vieja tapera, y los venenos siguen multiplicándose para que la especulación inmobiliaria, el lavado y la fuga, sigan disfrutando de su fiesta, un evento organizado para pocos.

El actual modelo productivo cimentado en el agronegocio, la megaminería y especulación inmobiliaria, sumado al fetiche las factorías de cerdos, es indudablemente inconducente. Basta con rascar tan solo un poquito en los datos que arrojan distintos estudios, para poder comprender que la cifra de pobres, crece sostenidamente al igual que el privilegio y las cuentas bancarias de un puñado de vivos. Pero claro, siempre se puede ir por más, ahora son el litio y el trigo transgénico HB4 las cenicientas de un holocausto romantizado por los mismos que lo impulsan. Atraer dólares para pagar deuda, una constante desde hace décadas en el país donde el hambre cotiza en alza, mientras que las vaquitas son ajenas.

Lo que viene sucediendo en Nordelta debe interpelarnos profundamente como especie, la voracidad capitalista, deshumanizante e impiadosa, no conocerá jamás de límite alguno. Por ello, poder sortear la encerrona a la que intenta conducirnos un debate transformado en meme, sería un paso importante en la estoica lucha por no ser derrotados por el discurso dominante. Que los chetos y los “buenos”, no nos tapen el modelo, porque quedarnos solo con la foto, puede hacernos patear hacia los márgenes de la historia, la película. No habrá justicia social sin antes haber alcanzado la ambiental, ya que son los desvalidos quiénes primero sufren los embates del extractivismo.