Por Elisa Soldano

El 12 de octubre de 1492, el navegante español Cristóbal Colón, al mando de una comitiva de tres carabelas, desembarcó accidentalmente en territorio americano, convencido de que era la India. El hecho representó uno de los momentos históricos más trascendentales, ya que no solo implicó un choque cultural entre los pueblos originarios que habitaban el continente y los pobladores de Europa, sino que además fue el inicio de una historia de sangre y dominación.

Para asentar su poder en estas latitudes, durante los siglos siguientes los españoles llevaron adelante una feroz matanza de los pueblos originarios –en lo que se conoce como uno de los mayores genocidios de la humanidad– e impusieron a la fuerza su cultura, idioma y religión en gran parte de Latinoamérica.

En 1915 se decidió llamar al 12 de octubre como el “Día de la Raza”, para recordar el encuentro entre civilizaciones. Sin embargo, en el año 2010, Argentina decidió nombrar a esta fecha como el “Día del Respeto a la Diversidad Cultural”, a pesar de que los pueblos originarios que sobrevivieron al genocidio luchan día a día para que su identidad sea reconocida.

En diálogo con Conclusión, el referente del pueblo Mocoví –o Moqoit, en lengua originaria– en Rosario, Luis Báez, repasó el significado que el 12 de octubre tiene para su comunidad: “Fue un cambio en la historia, pero no fue un descubrimiento, porque nosotros ya estábamos acá. Hoy se denomina con distintas descripciones y nombres, como diversidad cultural o día de la raza, pero para nosotros fue el principio de un genocidio histórico”.

Y agregó: “Fue una destrucción de comunidades y pueblos enteros, entendidos por el colonialismo como minorías, cuando somos preexistentes en este territorio. Resistimos por más de 530 años el atropello, la violencia institucional, la violencia de Estado y la seguidilla de masacres”.

En esta misma línea, la integrante de la comunidad Qom de Rosario, Antonia Jerez, expresó a Conclusión: “Son fechas que nos tocan como originarios. Nuestros antepasados fueron masacrados, asesinados. Ellos fueron más sufridos que nosotros, pero estamos de pie para decir basta”.

Raúl Fernández vive en la localidad chaqueña de Quitilipi y forma parte del pueblo Qom, aunque su ascendencia es mixta: su padre es de esta comunidad, mientras que su mamá es mocoví. “El 12 de octubre tiene un significado bastante oscuro, ya que se reconoce como el inicio de lo que fue un proceso de colonización, ocupación y masacre de nuestras comunidades. Es un día de luto para nosotros. Anteriormente dentro de las instituciones educativas se predicaba que el 12 de octubre fue el momento del descubrimiento de América y se daba una versión tergiversada de lo que significaba para nosotros”, repasó.

Argentina… ¿un país con diversidad cultural?

Consultado sobre si en Argentina hay diversidad cultural, Báez recordó que los pueblos originarios fueron prácticamente obligados a incorporar tradiciones europeas: hoy en día son bilingües –es decir, hablan su idioma originario y el castellano– e incorporaron muchas prácticas culturales que llegaron con Colón en aquellas embarcaciones.

Sin embargo, el referente mocoví expresó: “En América Latina hay mucha diversidad cultural, pero ese nombre parece un slogan para los Estados, que a nosotros no nos sirve. Sí nos sirve que defendamos la Wiphala, la cultura, la costumbre. En Rosario se resiste el reconocimiento a la diversidad cultural que planteamos, se niega el pluralismo”.

Ante la pregunta de qué faltaría para avanzar en esa diversidad, Báez manifestó: “Los Estados necesitan controlar a las masas destruyendo identidades y suplantándolas por otras. Nosotros tenemos que migrar de territorio en territorio para poder seguir viviendo con nuestras familias. Faltaría que se aplique la Ley 26.160, que reconoce los territorios de los pueblos. La verdadera participación social, cultural, política y democrática de los pueblos debe ser plural, por eso reclamamos a los Estados una diversidad reconocida a nivel político”.

Fernández, en tanto, evaluó: “Es evidente que en el país coexisten muchas culturas, no solamente originarias, sino también extranjeras que han venido al Estado Nacional a través de las migraciones que se dieron desde Europa. Hay una Nación construida a partir de una diversidad cultural. Pero si existe o no lo intercultural, eso es otra cuestión. Existen diversas culturas que coexisten y cohabitan dentro del territorio nacional, pero esto es más reconocido como pluriculturalidad, no es intercultural ya que no existe una relación sinérgica de construcción mutua, eso es algo que todavía no está instalado en la sociedad. En Chaco tenemos algo de interculturalidad. Por ejemplo, tenemos oficializadas las tres lenguas de pueblos originarios, tenemos un estatuto docente de educación bilingüe intercultural, y eso es un paso, pero todavía está en mero proceso de construcción”.

Y agregó: “Argentina siempre ha sido un país abierto a otras culturas, y esto se puede ver en la invitación a los inmigrantes europeos a que conformen el Estado Nacional. El tema con las culturas originarias es que fueron directamente solapadas y degradadas a los más bajos niveles de los escalafones sociales. Las culturas originarias fueron casi exterminadas desde lo que fue el inicio de la construcción del Estado Nacional argentino. Es evidente que las comunidades originarias siempre son las más marginadas con respecto a lo que es la cohabitación y participación en el Estado”.

Resistencia cultural

A pesar de los siglos de exterminio, hubo pueblos que lograron salvar su cultura pasándola de generación en generación. Así ocurrió, por ejemplo, con el lenguaje: dentro de las comunidades rosarinas y chaqueñas, la mayoría entiende y habla su idioma natural y el castellano.

No obstante, entre las conquistas está la participación de instituciones estatales en la materia: “En Rosario –explicó Báez– se inició la primera escuela bilingüe con la participación de docentes idóneos. De tener tres escuelas en esta ciudad pasamos de tener 36 en toda Santa Fe, entre la comunidad Qom y Mocoví. Ha crecido muchísimo el nivel de participación, no solamente de la docencia bilingüe, sino también de la misma sociedad, que viene reconociendo que los pueblos preexistimos”.

En este sentido, Jerez destacó que la historia de su pueblo le fue transmitida por su padre y su hermana, y recordó: “Sabemos de las masacres que hubo con los originarios, más cuando son sumisos, no hablan, no dicen, no molestan, pero hoy estamos en otra Argentina”.

Además, indicó que su comunidad debe seguir luchando para que sus integrantes puedan “desenvolverse y no esconderse”.

“El temor de un originario, como lo soy yo, es tropezarse y no levantarse más. Algunos no hablan en castellano, como lo hago yo. Mis hijos no hablan mucho el idioma Qom, pero lo entienden porque lo hablo yo, para no perder la lengua”, cerró la referente de la comunidad Toba.

Por su parte, Fernández observó: “Los pueblos originarios tendríamos que darnos algo de crédito ya que después de 531 años hemos logrado resistir a todas las adversidades y  adaptarnos. Más allá de que se haya exterminado a casi el 90% de las poblaciones originarias, hemos logrado resistir y muchas de nuestras culturas sobrevivieron, no en su totalidad, pero todavía tenemos nuestras raíces y estamos trabajando para fortalecerlas y volver a crecer como pueblos”.

Y añadió: “En cuanto a nuestro lenguaje, nuestro dialecto, mi viejo siempre decía que antes tenían que callarse para poder sobrevivir, y hoy debemos hablar para no extinguirnos. Si dejamos de practicar nuestra lengua, nuestra cultura y nuestras tradiciones, podemos extinguirnos como pueblo y desaparecer totalmente del Estado Nacional, pero gracias a que nuestros ancianos pudieron conservar y transmitirnos todo su patrimonio cultural, hoy en día podemos reconocernos como pueblos originarios y tenemos nuestra propia cultura que todavía está en vigencia”.

Una historia de desplazamiento

En Rosario hay cerca de 34 comunidades originarias –como la Qom o Toba, Guaraní, Coya, Mapuche y Mocoví, entre otras– que viven en distintos asentamientos y barriadas. En este sentido, Báez advirtió que “el Estado rosarino hace duras penas para reconocer” a estas agrupaciones.

La comunidad Mocoví se asentó en Rosario hace más de 40 años. “Somos de origen santafesino –relató Báez– pertenecientes a la primera cacique mujer, Mercedes Dominga, que huyó de uno de los primeros malones de San Javier. Escapó por persecuciones a Chaco, para formar su comunidad”.

Al ser preguntado por las causas de este desplazamiento, ahondó: “Los motivos son de carencia, en primera medida, pero también de persecuciones. De San Javier a Chaco fue una escala de mucha violencia, y de Chaco hacia Rosario fue una violencia más política”.