Por Alejandro Maidana

La docencia rural, aquella que aferrada a los olores y colores del campo trascendía sus días abrazada a la libertad que se hermanaba con la tierra, hoy se enfrenta a un paradigma por demás de complejo.

La vieja agricultura que hoy propugna por volver, la de la semilla de los abuelos, la que brotaba en cada rincón, ha mutado de una manera trágica. El modelo productivo a base de transgénicos y venenos, ha generado un panorama tan desolador como angustiante. La frontera sojera avanza de manera despiadada, la incesante migración interna de campesinos y poblaciones originarias, se funde con el impiadoso látigo de las fumigaciones con agrotóxicos.

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Bajo este contexto, distintas y distintos docentes rurales buscan discutir de igual a igual con el agronegocio y el Estado, una pulseada por demás de desigual que se sostiene gracias a la valentía y estoicismo de tizas que gritan su rebeldía.

“La nuestra no es una tarea fácil, ya que exige entereza y sabiduría, ya que la lucha es tan ardua que en muchas oportunidades por perseguir la dignidad de las mayorías, consignamos la nuestra”, de esta manera iniciaría la charla con Conclusión Daniel Mangold, docente de Totoras e integrante de la Red Federal de Docentes por la Vida.

La necesidad imperiosa de replantearse el verdadero objetivo de las diversas profesiones, como eje fundamental para poder enfrentar una realidad por demás de engorrosa. Hacer docencia en zonas rurales, en el núcleo mismo de un modelo agrario desprejuiciado, un desafío sumamente complicado. “Es un trabajo que demanda perseverancia y la conservación de un espíritu esperanzador, ya que una de las cosas que tiene la propuesta hegemónica, es trabajar sobre la desesperanza de aquellas y aquellos que les importa la otredad. Concebirnos como personas que viven de manera interdependiente entre unos y otros, pero también ecodependientes”.

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La entrañable figura de Ana Zabaloy como estandarte fundamental en una lucha por la salud y la vida. “Anita para todos nosotros es un faro, ella soñó e insistió con la creación de la Red Federal de Docentes por la Vida, un espacio maravilloso que está en construcción. El mismo está integrado por personas que reproducen las experiencias en sus territorios y que no solo sirve como catarsis, si bien ésta es necesaria, la contención, el ponerle el oído a la compañera o compañero, es premisa fundamental. Este espacio construye poder en el territorio, ya que no podemos correr detrás de los imperativos de este modelo hegemónico y lobista que nos pega, tenemos que dejar de quejarnos y comenzar a construir poder”, enfatizó Mangold.

“No sabemos si en nuestras vidas físicas vamos a poder conseguir nuestras metas, pero si sabemos qué es lo que nos resulta hermoso, y eso tiene que ver con vivir en clave de comunidad y organización. Los pasos que damos tienen una dirección que nos entusiasma, darlos es un acto de liberación. Algo absolutamente aleccionador, fue contemplar como las distintas comunidades indígenas de Ecuador bajaban de sus tierras para poder confluir y dirigirse a la protesta en Quito, tenemos muchísimo que aprender de ellos”, concluyó el docente.