Por Alejandro Maidana

Soy como la «calandria»

que florece en su decir,

antes que verse apresada

prefiere morir (Linares Cardozo).

 

La docencia rural, de esa entrañable ruralidad afectada en su enorme mayoría por un modelo productivo que hipotecó los días de la biodiversidad, lucha por no sucumbir ante tamaña demostración de desidia y codicia. Allí donde aún los pájaros anidan sueños de libertad, y los colores siguen convirtiendo la cotidianeidad en un arcoíris eterno, la naturaleza sigue gritando sus bondades pese a la inmediatez que impone una agenda globalizada que no deja de regar su semilla deshumanizante.

Resignificar la vida para torcer una realidad avasallante, una gambeta necesaria para poder dejar atrás una agenda impuesta por un puñado de vivos, por ello no aflojarle un milímetro a esa disputa de sentidos tan necesarios, se ha convertido en una materia imprescindible a la hora de socializar conocimientos y fortalecer compromisos. Es menester romper con el aislamiento impuesto por un individualismo creciente, contemplar nuestro alrededor, interesarnos por todo aquello que, junto a nosotros, conforman la vida en todas sus ramificaciones.

La Ley 27621 tiene por objeto establecer el derecho a la educación ambiental integral como una política pública nacional conforme a lo dispuesto en el artículo 41 de la Constitución Nacional, y de acuerdo con lo establecido en el artículo 8º de la Ley General del Ambiente 25.675. Si bien su implementación es primordial, la consolidación de la práctica contaminante del modelo extractivo imperante, choca contra las aspiraciones pedagógicas de aquellos que entienden que, bajo estas circunstancias, el cadalso ambiental seguirá gozando de buena salud.

Contra viento y marea, así avanzan las y los docentes rurales que, empuñando la sola rebeldía de sus pizarrones, siembran empatía, respeto y conocimientos para con las distintas especies que propugnan seguir de pie pese a la deleznable acción del hombre. Frenando fumigaciones, desmontes, voladuras de montañas o simplemente preservando el volar emancipatorio de las aves, aquello que suele ser esquivo en los planes de estudio pero que se concreta gracias al accionar consciente de quiénes educan desde el respeto y el amor por el ambiente. Dando lugar a la germinación de ese necesario cambio de paradigma en la manera de relacionarnos con el entorno.

El invalorable legado de un docente de Ibicuy asoma como un faro ante tanta oscuridad

Ariel Marizaldi es docente de la Escuela Nina N°8 “20 de junio” de Ibicuy, en el Departamento Islas de la provincia de Entre Ríos. Aparte de su formación docente, seis años atrás fundó con la colaboración de colegas y amigos, una organización sin fines de lucro que denominó «Aves Ibicuy». El fin de armar este grupo tuvo su anclaje en revertir algunas costumbres que se apreciaban en la zona, como la de cazar, apresar y vender aves. “Por ello nos dedicamos a la protección y preservación de las aves silvestres a través de charlas, liberaciones de aves enjauladas, pintadas de murales concientizadores, colocación de carteles en distintas zonas rurales de la zona, exposición de artesanos, poetas y cantantes que hayan sido inspirados por aves, micros y spots para radios donde se revaloriza la vida de estos seres increíbles, entre tantas otras cosas”, le dijo a Conclusión.

Luego de iniciar este maravilloso camino, comenzaron a comunicarse de diferentes escuelas para que Ariel pueda brindar charlas en los diferentes niveles, y desde hace 3 años aproximadamente, llegada la primavera, comienza el ya conocido avistaje de aves con todos sus alumnos. “Aprovechamos esta magnífica estación del año para estos animales, ya que en esta época las vemos realizando cortejos, recibiendo las migratorias que nos visitan una temporada construyendo sus nidos entre otras actividades. Este avistaje que realizo con los gurises, consta de un recorrido por una estancia que fue del general Urquiza que queda a tan solo unos 5 minutos de nuestra escuela, donde previa charla en el aula, ellos ya saben saliendo dónde y cómo hay que mirar para encontrar las especies que moran en ese lugar”.

En este último tiempo se ha reducido un 90% la actividad de los gurises utilizando gomeras o algún aire comprimido para cazar, esto estaba muy anclado como actividad recreativa

El objetivo primario que se trazan es dar con la especie el «churrinche», que es un pajarito migratorio muy vistoso, y con lo conocimientos que adquirieron antes de salir al avistaje, el que logre interceptarlo primero, es el premiado. “Los chicos además deben hacer una lista con todas las especies avistadas durante el trayecto, ya que, finalizada la jornada, nos sentamos frente a las orillas del río Ibicuy a tomar algo fresco analizando las listas que han obtenido. Los gurises se llevan binoculares, celulares, cámaras y libritos para las anotaciones. Verlos concentrados en el avistaje es algo maravilloso, ya que esa sensación que los atraviesa es pocas veces vista”.

El docente relató que, en el camino de regreso, son infaltables las «chamarritas», nuestra hermosa música litoraleña que en su gran mayoría hablan de las aves que son las motivadoras de las actividades que llevan adelante. “Posterior a las salidas, seguimos trabajando en el aula temas como las principales adaptaciones que presentan los seres vivos en su relación con el ambiente, en este caso las aves, pero también la flora y fauna entrerriana sin olvidar al ser humano como modificador y preservador de los ecosistemas. Es una actividad sumamente gratificante, ya que los chicos rápidamente se suman al proteccionismo, situación que hace frecuente la aparición de los gurises en mi casa acervando algún ave lastimada que han encontrado. En este último tiempo se ha reducido un 90% la actividad de los gurises utilizando gomeras o algún aire comprimido para cazar, esto estaba muy anclado como actividad recreativa”.

La globalización con su ariete tecnológico nos ha moldeado para la inmediatez, cuando esta actividad ambiental requiere tiempo y hacerla de manera ininterrumpida

Como dato, es preciso destacar que también se encuentran trabajando con <Aves argentinas> y el proyecto «Tordo amarillo», este último fue creado debido a que es una especie que se encuentra en extinción, se calcula que solo quedan alrededor de unos 600. “Aquí en Ibicuy ponemos énfasis en el conteo de estos bichitos, ya que el proteccionismo es vital para que no se extingan. Con respecto al compromiso de las personas, lleva su tiempo, ya que les cuesta mucho salir de su zona de confort para una causa a la que no le ven su inmediatez o la prosperidad inmediata. La globalización con su ariete tecnológico nos ha moldeado para la inmediatez, cuando esta actividad ambiental requiere tiempo y hacerla de manera ininterrumpida”.

Por momentos el grupo <Aves Ibicuy> llega a concentrar a unas 20 personas, están quienes se suman por empatía, siendo que en su gran mayoría se trata de docentes y vecinos que disfrutan de esto. “Existen momentos en donde tengo que llevar adelante la actividad en soledad, pero esto lejos está de generarme alguna molestia, ya que en lo particular yo los invito sin generar ningún tipo de compromiso. Siempre me consideré un bicho raro, ya que suelo de manera filosófica hacer algo distinto a las masas, mostrar otras colectoras al camino que se suele transitar”.

Iniciamos un programa de radio donde nuestros alumnos podían oírnos para de esa manera seguir estando cerquita, saber que podían contar con nosotros, y que seguíamos atentos a sus vidas y sus inquietudes.

Ariel Marizaldi suele presentar proyectos y compartir ideas, pero siempre en clave social y colectiva, nunca para algo personal. Lo último y más reciente, tiene que ver con un proyecto presentado para que una de las calles del lugar lleve el nombre de Linares Cardozo, que fue un gran música, poeta y compositor entrerriano. El 29 de octubre que es el día de la chamarrita, la misma será inaugurada. “Si bien aún la estoy armando, la intención es que nos acompañen distintos artistas. Constantemente voy pensando y generando actividades que puedan abrazar a la salud pública y a nuestras escuelas, como soy de pedalear mucho, por ahí cuando ando en la bicicleta armos algunas bolitas de barro con semillas de nuestros árboles autóctonos y las voy arrojando por el camino, soñando con que alguna pueda germinar”.

El contexto pandémico ha impulsado un estridente ruido interno, a tamaño silencio producto del encierro, las vibraciones del interior salieron a flote con la idea de poder de alguna manera, seguir más ligado a quiénes lo acompañan en su camino, las y los niños. “Por ello iniciamos un programa de radio donde nuestros alumnos podían oírnos para de esa manera seguir estando cerquita, saber que podían contar con nosotros, y que seguíamos atentos a sus vidas y sus inquietudes. Es más, todos los días llevaba una bandera que izaba en un palo que, hacia las veces de mástil imaginario, así transitamos los días más álgidos de la pandemia. Por último, quiero destacar que nuestra organización es sin fines de lucro, si alguien pretende donarnos algo lo aceptamos, pero con la premisa que la misma persona lo compre y lo done, ya que no tocamos dinero”.