Por Santiago Fraga

Un 7 de mayo, pero de 1919, nació en Los Toldos quien se convertiría en una de las mujeres más importantes de la historia política argentina: Eva María Duarte, más conocida posteriormente como Evita Perón.

A pesar de que su vida fue demasiado corta, falleciendo de cáncer de espalda a los 33 años, quien fuera la primera dama de la Nación entre 1946 y 1952 generaría huellas de manera contundente en esos seis años, con políticas dirigidas principalmente a los derechos de las mujeres y a los sectores más vulnerables.

El comienzo de historia ya la marcaría plenamente en lo que serían sus ideales en vida y su posterior legado. “Lo que plantea de que de cada necesidad nace un derecho, tiene que ver con su trayectoria, con lo que vivenció de manera personal, familiar, al ser una hija no reconocida por un lado (a nivel paterno), con una madre (Juana Ibarguren) proveniente de los sectores populares y un padre terrateniente (Juan Duarte) que no se hizo cargo nunca y que la dejó, en ese sentido, sin ese ámbito de pertenencia, representado en un vacío que fue cubriendo a partir del propio amor popular”, contó en diálogo con Conclusión el historiador Lautaro Bruera, agregando que Evita “se convirtió en receptora y transmisora de un montón de situaciones de injusticia que ella había vivido en términos personalísimos e individuales y que lo pudo observar a su alrededor”.

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Destacándose en sus inicios principalmente en el plano cultural, siendo una renombrada actriz de teatro, radioteatro y cine, a la mitad de su vida se mudó a Buenos Aires y en 1944 conoció a Juan Domingo Perón, en una reunión entre ambos (él como representante de la Secretaría de Trabajo y Previsión y ella como artista) previo a un acto por las víctimas de un terremoto que azotó a San Juan.

Ese sería el comienzo de una historia de amor marcada por la política, los sobresaltos y sobretodo la por carrera del general Perón, marcándose a fuego un año más tarde, con su encarcelamiento y confinamiento en la isla Martín García, momento en el que ella se hizo cargo y lideró el movimiento, principalmente con el surgimiento del 17 de octubre, donde cumplió un rol organizativo fundamental.

 

“En los momentos previos (a la movilización del 17 de octubre por la liberación del general Perón), hay un detalle que me parece que también es paradigmático, que es que ella sufre cuando él está encarcelado. Previo a la liberación y a la manifestación, a ella la reconocen en un acto de la oposición (porque había actos multitudinarios también de los sectores conservadores, extranjerizantes) y la golpean brutalmente un grupo de universitarios (para colmo). Sin embargo, se subió a un taxi que le salvó la vida, porque la estaban literalmente matando, y junta todas sus fuerzas para encarnarlas en un proyecto colectivo y no quedarse en peleas entre hermanos”, relató Bruera, Doctor en Ciencias Políticas de la UNR y docente en historia Latinoamericana y Argentina contemporánea, comparándola con la figura de José de San Martín: “Cuando se daban estos enfrentamientos internos, trasladó toda su fuerza y su capacidad en la construcción de un proyecto que abarque a las mayorías, incluso a los propios sectores que la agredían y que no terminaban de comprender de dónde provenía su malestar y las injusticias que también por supuesto vivían”.

 

Es a partir de ese momento, entonces, que su figura se convertiría en un pilar fundamental del emerger de un feminismo popular, desde la perspectiva de la igualdad en todos los ámbitos y sobretodo en el político, que no se había conseguido todavía hasta ese momento, y que no quedó solamente en la elección y el voto femenino en 1947, sino también la estructuración del partido peronista en tercios, ya que ahí aparece la rama femenina y es donde pasa a ser una organizadora política fundamental.

“Sin un trabajo desde abajo la propia disposición de la ley iba a significar que se vote en contra de los propios intereses. Entonces, hay un doble mecanismo que desarrolla: por un lado, la ampliación del universo de votantes, y por otro la incorporación a nivel partidario de manera paritaria de los sectores que hasta el momento habían sido postergados en una proporción y en una dimensión que les habilitaba a formar parte de la mesa de decisión. A no ser acompañante. Evita nunca fue acompañante de nadie. Hasta se le plantaba al propio Perón, a su hermano (Juan Duarte), a (John William) Cooke, a los sectores conservadores fundamentalmente, al propio Ministro de Salud, Ramón Carrillo, con quien tenía criterios diferentes. Así hacía valer su protagonismo. Muchas veces de manera efectiva y ampliando el universo de derechos, y otras de manera apasionada, como lo manifestó permanentemente: que quizás no tenía los conocimientos técnicos de Carrillo o la capacidad oratoria del propio Cooke, pero sí la voluntad inquebrantable de ser partícipe de la mayor transformación social de la que se tiene registro”, detalló el historiador a Conclusión.

Sobre esto hay una anécdota interesante, que se desarrolla en territorio santafesino. En diciembre de 1947, Eva Duarte de Perón realizó el puntapié inicial para inaugurar la flamante cancha de Colón de Santa Fe, denominada en aquel entonces con su nombre. Luego, la dictadura le quitaría el nombre, siendo la única condición impuesta por ella que haya una tribuna y se incorpore a las mujeres como parte de la vida social y deportiva de uno de los clubes más populares de Santa Fe.

 

Entonces, de esto que hoy se está dando con mayor asiduidad (y muchísima lucha detrás) en muchos clubes del país, Evita fue precursora siete décadas antes: “Sin ser futbolera, entendía perfectamente que tenía que haber una participación paritaria, un compartimiento y una posibilidad de desarrollar todo el potencial por parte de las mujeres, a la vez que tenían esas posibilidades y esas condiciones los hombres. Ni más, ni menos. Toda la potencialidad desplegada en todos los ámbitos: el político, el deportivo, el social, el económico, el cutural. Por eso renegaba de las damas de beneficencia y descreía de la naturaleza de la pobreza, porque entendía (y lo testimoniaba con su propia vida) que la característica más interesante de nuestra sociedad es permitir la movilidad social ascendente y eso es lo que nos hace grandes y felices. No hay otro secreto. La grandeza de China viene por ese lado, en parte Estados Unidos en su momento también, y la nuestra también”.

Por eso mismo, Evita resulta una de las figuras fundamentales a la hora de analizar y entender el feminismo en la historia argentina, incluso con predecesoras como Alicia Moreau de Justo, en el ámbito político y de la medicina.

“Eva estudiaba todos los ámbitos, no se quedaba restringida en lo suyo que tenía que ver con lo cultural y lo teatral, sino que incorporaba la participación y la inclusión de las mujeres, y de los sectores postergados históricamente (los cabecitas, los descamisados), en el conjunto de las propias actividades de toda la nación, engrandeciéndola de esa manera, sintiendo la grandeza de la nación a partir de la incorporación del conjunto de sus integrantes de manera activa y con capacidad de incluir y de decidir en sus proyectos, en su necesidad, en su deseo, y por supuesto engrandeciendo al conjunto, de esa manera, del propio país”, explicó Bruera a Conclusión.

Todas esas fuerzas fueron las que destinó a ese proyecto hasta el último momento de su vida, sin haber ocupado ningún cargo institucional directamente y sabiéndose que, de no haber sido por la enfermedad, seguramente lo hubiese tenido debido a su accionar y su capacidad destinada al acercamiento y la mejora de las condiciones de vida de los sectores populares de manera activa y voluntaria, demostrando que esa posibilidad de sacar de la exclusión, de la vulnerabilidad y de la indigencia tenían que ver con un compromiso del Estado pero también de la propia sociedad, y no con dádivas y beneficencias sino con un rol asiduo y permanente de sentirse parte de un mismo proyecto integrado y compartiendo los recursos, las necesidades y los deseos en función de una felicidad y una realización conjunta.

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Asímismo, lo influyente de la figura y el paso del tiempo también generaron muchos mitos e interpretaciones alrededor de su persona.

“Es una figura que trasciende las coyunturas y las discusiones epocales. Por eso es la figura más visitada en el cementerio en donde pudieron recuperar y velar sus restos (porque además no sólo en vida fue una figura fundamental sino que una vez fallecida fue tomada como botín de guerra luego de la fusiladora y el desplazamiento del gobierno popular y constitucional), fue puente de descarga de la furia de los sectores que habían sentido que ella representaba el fin del privilegio para unos pocos, y ese es el punto más importante de la figura de Evita. Ella es la encarnación de que los únicos privilegiados en nuestra patria son los niños, los ancianos y los más vulnerables, y ahí tienen que estar dirigidas las políticas más importantes de un Estado, porque los otros sectores tienen otros recursos y otras posibilidades. No negaba ni despreciaba los otros sectores, pero entendía que no necesitaban del apoyo del Estado, y el sector de las mujeres actualmente indudablemente también necesita del Estado y lo necesita a través de los mecanismos de salud, de promoción de la educación. Todo el conjunto de los integrantes de la sociedad lo necesita, porque vivimos en una sociedad patriarcal y machista que Evita la despreciaba, la impugnaba y demostraba con sus prácticas y su ejemplo que se podía construir una sociedad de otra manera. Si eso lo quieren llamar “feminismo moderado”, “feminismo no jugado”, o lo que sea… para mí tiene una potencia transformadora en aquel momento y en la actualidad fundamental”, analizó el Doctor en Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Rosario.

Finalmente, pensando en un plano actual, surge la incógnita de si hubo alguien en este tramo de historia que haya podido asimilar o representar su importancia e ideales dentro de la política argentina. ¿Hay alguien o algún movimiento que haya tomado sus ideales?, ¿es Cristina Fernández de Kirchner, por ejemplo, una Evita contemporánea?: “Son personalidades diferentes en épocas diferentes, y la propia Cristina se encargó de enmarcar su propia personalidad, y ése es el mejor homenaje a Evita. Demostrar que la mujer puede gobernar. El mejor homenaje a Evita es haber sido dos veces presidenta de la Nación, haber gobernado a favor del pueblo. El mejor homenaje a Evita lo hace también el movimiento de mujeres con las movilizaciones, con las reivindicaciones no sólo a nivel sectorial sino de los sectores más postergados, con la participación política, social, que en parte puede ser, pero Cristina tenía su forma de actuar, de vestirse, de dar discursos, y Evita tenía la suya. Ambas confluyeron y potenciaron lo que fue en aquel momento y en éste un ejemplo mundial de organización política y social de las mujeres como actor político importantísimo en nuestra sociedad, para garantizar transformaciones, mejores niveles de convivencia y una verdadera democratización. Son ambas grandes democratizadoras en distintos momentos, con sus personalidades, con sus formas de construir. En ese sentido, el legado está abierto. El legado de Evita lo pudo haber tomado en parte Cristina, lo toma el movimiento de mujeres y lo tomarán cada uno que siga su ejemplo en términos de hacer corresponder su acción con su vida y con su compromiso con los más vulnerables y con el conjunto del pueblo”.