LEER ANTES: Fábula para comprender el misterio del dinero (Parte I)

9. Un problema de aritmética

El dinero de Martín ha circulado en la Isla. Los intercambios se han multiplicado a la vez que se han simplificado. Todo el mundo se regocija y saluda a Martín con respeto y gratitud.

No obstante, el geólogo está inquieto. Sus productos están todavía bajo tierra. No tiene más que algunos dólares en su bolsillo. ¿Cómo reembolsar al banquero en el plazo que se acerca?

Después de haberse roto la cabeza mucho tiempo ante su problema individual, Tomás lo trata socialmente: 

“Considerando la población entera de la isla, piensa él, ¿somos capaces de cumplir con nuestros compromisos? Martín ha hecho una suma total de 1000 dólares. Y nos reclama un total de 1080 dólares.

Inclusive si reuniéramos todo el dinero de la isla para llevárselo, esto haría 1000 y no 1080. Nadie ha hecho los 80 dólares de más.

Hacemos cosas, no dinero. Martín podrá entonces quedarse con toda la isla, porque todos juntos no podemos reembolsar capital e intereses.

“Si los que tienen posibilidad devuelven su parte de dinero sin preocuparse de los demás, algunos van a caer enseguida, y otros van a sobrevivir. Pero les tocará su turno y el banquero se quedará con todo. Más vale unirse enseguida y tratar este asunto socialmente.”

Tomás no tiene dificultad para convencer a los demás de que Martín les ha engañado. Se ponen de acuerdo para una cita general en casa del banquero.

10. Benevolencia del banquero

Martín adivina su estado de ánimo, pero hace buena cara. El impulsivo Francisco presenta el caso:

— “¿Cómo podemos devolverle 1080 dólares cuando no hay más de 1000 dólares en toda la isla?”

— “Es el interés, mis buenos amigos. ¿Su producción no ha aumentado?”

— “Sí, pero el dinero, él, no ha aumentado. Y es precisamente dinero que usted reclama, y no productos. Sólo usted puede hacer dinero. Ahora bien, usted no hace más que 1000 dólares y pide 1080 dólares. ¡Es imposible!” 

— “Esperen, amigos míos. Los banqueros se adoptan siempre a las condiciones, para el mayor bien del público… No voy a pedir más que el interés. Nada más que 80 dólares. Seguirán guardando el capital.”

— “¿Usted perdona nuestra deuda?”

— “Eso sí que no. Lo siento, pero un banquero nunca perdona una deuda. Ustedes me deberán todavía todo el dinero prestado. Pero ustedes me van a devolver cada año solamente el interés, y no voy darles prisa para que devuelvan el capital. Algunos de entre ustedes pueden llegar a ser incapaces de pagar inclusive su interés, porque el dinero va del uno al otro. Pero organícense ustedes en una nación, y pónganse de acuerdo en un sistema de impuestos. Pagarán más los que tendrán más dinero, y los otros menos. Con tal de que me traigan todos el total del interés, estaré satisfecho y su nación se llevará bien.”

Nuestros hombres se retiran, medio calmados, medio pensativos.

11. El éxtasis de Martín

Martín está solo. Se concentra y llega a esta conclusión:

“Mi negocio es bueno. Buenos trabajadores, esto hombres, pero ignorantes. Su ignorancia y su credulidad hacen mi fuerza. Querían dinero, les puse las cadenas. Me han cubierto de flores mientras les engañaba. 

“¡Oh gran banquero!, siento tu genio apoderarse de mi ser. Tú lo has dicho bien, oh ilustre maestro: «Que se me conceda el control de la moneda de una nación y me río de quien hace sus leyes. » Soy el maestro de la Isla de los Náufragos, porque controlo su sistema de dinero.

“Yo podría controlar el universo. Lo que estoy haciendo aquí, yo, Martín, puedo hacerlo en el mundo entero. Si un día salgo de este islote, sabré cómo gobernar el mundo entero sin tener ningún cetro.”

Y toda la estructura del sistema bancario se eleva en el espíritu encantado de Martín.

12. Crisis de vida

No obstante, la situación empeora en la Isla de los Náufragos. Aunque la productividad aumenta, los intercambios disminuyen. Martín exige regularmente sus intereses. Hay que pensar en ahorrar dinero para él. El dinero no circula.

Los que pagan más impuestos gritan contra los otros y aumentan sus precios para lograr compensación. Los más pobres, los que no pagan impuestos, gritan contra el costo elevado de la vida y compran menos. 

La moral baja, la alegría de vivir se pierde. No se tiene más corazón para obrar. ¿Para qué? Los productos se venden mal; y cuando se venden, hay que pagar impuestos a Martín. Cada uno se priva. Es la crisis. Y cada uno acusa a su vecino de faltar a la virtud y de ser la causa de la carestía de la vida.

Un día, Enrique, pensando en medio de sus huertos, concluye que el “progreso” traído por el sistema monetario del banquero lo ha echado todo a perder en la Isla. Ciertamente, los cinco hombres tienen sus defectos; pero el sistema de Martín alimenta todo lo que hay de malo en la naturaleza humana.

Enrique decide convencer y ganarse a sus compañeros. Comienza por Jaime. Esto se hace rápido: “¡Eh!, dice Jaime, yo no soy un erudito; pero hace tiempo que lo siento: ¡el sistema de ese banquero está más podrido que el estiércol de mi establo en la última primavera!”

Todos están convencidos, uno tras otro, y se decide una nueva entrevista con Martín.

13. En casa del forjador de cadenas

Hubo tempestad en casa del banquero:

— “El dinero está escaso en la isla, Señor, porque usted, nos lo retira. Se le paga, se le paga, y se le debe todavía tanto como al inicio. Se trabaja, se hacen las tierras más bellas, y nos encontramos peor que antes de su llegada. ¡Deuda! ¡Deuda! ¡Deuda por encima de la cabeza!”

— “Vamos, amigos míos, razonemos un poco. Si sus tierras son más bellas, es gracias a mí. Un buen sistema bancario es el activo más bello de un país. Pero para aprovecharlo, hace falta antes que nada guardar toda confianza en el banquero. Vengan hacia mí como hacia un padre… ¿Ustedes quieren dinero? Muy bien. Mi barril vale muchas veces mil dólares… Tomen, voy a hipotecar sus nuevas propiedades y prestarles otra vez 1000 dólares de inmediato.” 

— “¿Dos veces más deudas? ¿Dos veces más de interés a pagar cada año, sin nunca terminar?”

— “Sí, pero les iré prestando, a medida que ustedes aumentarán su riqueza territorial; y ustedes no me devolverán nunca nada más que el interés. Ustedes amontonarán los prestamos; llamarán esto deuda consolidada. Deuda que podrá aumentar de año en año. Pero su ganancia también. Gracias a mis préstamos, desarrollarán a su país.”

— “Entonces, ¿cuanto más produzcamos, mas será nuestra deuda total?”

— “Como en todos los países civilizados. La deuda pública es un barómetro de la prosperidad.”

14. El lobo se come a los corderos

— “¿Es esto que usted llama moneda sana, Señor Martín? una deuda nacional que se vuelve necesaria y que no se puede pagar, esto no es sano, es malsano.”

— “Señores, toda moneda sana debe ser basada en el oro y salir del banco en estado de deuda. La deuda nacional es una buena cosa: ella coloca los gobiernos bajo la sabiduría encarnada de los banqueros. Como banquero, yo soy una antorcha de civilización en su isla.”

— “Señor Martín, nosotros somos ignorantes, pero no queremos aquí esa civilización. No pediremos ningún préstamo más de usted. Moneda sana o no, no queremos más tratos con usted.” 

— “Lo siento por esta decisión malhábil, Señores. Pero si ustedes rompen conmigo, tengo sus firmas. Reembólsenme inmediatamente todo, capital e intereses.”

— “Pero es imposible, Señor. Incluso si le diéramos todo el dinero de la isla, no quedaríamos sin deuda.”

— “¿Qué puedo hacer en eso? ¿Han firmado? ¿Sí o no? Pues bien, en virtud del reglamento de los contratos, me apodero de todas sus propiedades empeñadas, tal como quedó convenido entre nosotros, cuando ustedes estaban tan contentos de tenerme. Ustedes no quieren servir de buena fé al poder supremo del dinero, pues lo servirán a la fuerza. Continuarán explotando la isla, pero para mí y bajo mis condiciones. Vamos. Les comunicaré mis órdenes mañana”.

15. El control de los periódicos

Martín sabe que aquel que controla el sistema monetario de una nación controla también esta nación. Pero él sabe también que, para mantener este control, hace falta mantener el pueblo en la ignorancia y distraerlo en otra cosa.

Martín ha notado que, entre los cinco insulares, dos son conservadores y tres son liberales. Esto se nota en las conversaciones de los cinco, por la noche, sobre todo desde que se han vueltos sus esclavos. Hay peleas entre azules y rojos.

De vez en cuando, Enrique, el menos partidista, sugiere una fuerza en el pueblo para hacer presión sobre los gobernantes… Fuerza peligrosa para toda dictadura. 

Martín hará todo lo posible por envenenar sus discordias políticas. Valiéndose de su pequeña prensa, publica dos folletos semanales: “El Sol”, para los rojos; “La Estrella”, para los azules.

“El Sol” dice: Si ustedes no son ya los dueños de su país, es a causa de estos azules atrasados, siempre pegados a los grandes intereses.

“La Estrella” dice: Su deuda nacional es obra de esos malditos rojos, siempre listos para las aventuras políticas.

Y nuestros dos grupos políticos se pelean cada vez más, olvidando que el verdadero forjador de cadenas, el controlador del dinero, es Martín.

16. Un resto precioso

Un día, Tomás, el geólogo, descubre, encallada al fondo de una ensenada, a la extremidad de la isla, y cubierta por altas hierbas, unos restos de una canoa de salvamento, sin remos, sin otra huella de servicio que una caja bastante bien conservada.

Abre la caja: además de ropa y algunos efectos diversos, su atención se fija sobre un libro-álbum en bastante buen estado, titulado: Las ediciones de Primer año de San Miguel (en francés, “Vers Demain»).

«! Pero, exclama él, aquí está lo que hubiéramos debido saber desde hace tiempo: 

“El dinero no saca de ninguna manera su valor del oro, sino de los productos que el dinero compra.

“El dinero puede consistir en una sencilla contabilidad, los créditos pasados de una cuenta a otra según las compras y las ventas. Además, el total del dinero debe estar en relación con el total de la producción.

“A todo aumento de producción debe corresponder un aumento equivalente del dinero… Nunca pagar interés alguno sobre el dinero que nace… El progreso queda representado, no por una deuda pública, sino por un dividendo igual para cada uno… Los precios quedan ajustados al poder de compra por un coeficiente de los precios. El Crédito Social…”

Tomás no aguanta más. Se levanta y corre, con su libro, a comunicar su descubrimiento a sus cuatro compañeros.

Continuar acá: Fábula para comprender el misterio del dinero (Parte III)