Por Gisela Gentile

Nuestro andar está sostenido por la tierra, capas y capas que componen el suelo que habitamos. La vorágine de la vida que llevamos, la velocidad en las comunicaciones, las adicciones a las pantallas, nos han llevado a dejar de observar lo que nos rodea. Una madre tierra que nos ofrece mucho y le retribuimos poco, una conciencia que seguimos adeudando.

Las prácticas ligadas a curar por medios esenciales de la naturaleza, como lo son la tierra y el agua, son tan antiguas como la humanidad misma. Hipócrates, el gran padre de la medicina natural ya recomendaba la utilización del barro por sus efectos sanadores y calmantes. Después de él, muchos han seguido sus enseñanzas y han desarrollado amplias investigaciones.

Hoy en día la medicina natural está ganando terreno y cada vez más personas complementan técnicas y usos naturales a la medicina tradicional. Una de ellas es la fangoterapia, que utiliza el barro para curar ciertas dolencias, eliminar toxinas de la piel, rejuvenecer, etc.

Está científicamente comprobado que la arcilla es una especie de esponja mineral, pero lo mágico de la misma es que elimina del cuerpo solo los gérmenes nocivos y las sustancias tóxicas, dejando intactos los elementos que el cuerpo necesita. Es decir, que esa esponja sólo absorbe aquello que daña nuestro organismo.

Conclusión dialogó con Ana María Robiola, reflexóloga, masoterapéuta y esteticista, quién profundizó acerca de esta terapia tan utilizada hoy en día.

“Lo que ingresa en nuestro cuerpo a través del fango son oligoelementos, que son muy importantes para nuestra salud. Estamos hablando de hierro, cilicio, cobre, cobalto, azufre. En Argentina este noble elemento se extrae de diferentes lugares como San Juan, Mendoza y la Patagonia. Todos resultan muy similares si hablamos de sus componentes”.

En cuanto al proceso que se lleva a cabo en la fangoterapia, la profesional agregó, “lo que ingresa a nuestro cuerpo son estos oligoelementos y lo que sale son las impurezas .El fango  absorbe las toxinas mediante el exceso de calor que genera el mismo. Al aumentar la circulación sanguínea lo que produce es que entre lo bueno y salgan los residuos que dañan nuestra piel. Por ejemplo la polución ambiental, los tóxicos de los autos, y demás partículas que quedan alojadas en nuestro cuerpo”.

El fango es un elemento muy noble que nos proporciona la naturaleza, el mismo es muy utilizado para diferentes situaciones, “está recomendado para todo lo referido a la piel, por ejemplo tratamiento de acné, manchas, arrugas, celulitis, entre otras. Lo maravilloso es que no tiene ningún tipo de contraindicación, es decir que nunca te va hacer mal. Luego de dicho tratamiento se notará una piel mucho más suave y sedosa”.

En muchas películas se pueden observar las típicas máscaras de barro, pero no sólo en la parte facial se utiliza esta milenaria práctica, “al emplearlo generamos calor y en consecuencia  mayor circulación sanguínea, de esta forma logramos llevar a cabo una lipólisis (rompimiento de moléculas de grasa) que luego son desechadas por el sistema urinario, logrando bajar de peso y reducir”.

Existe un amplio abanico de utilizaciones para este elemento natural  “en traumatología también es de suma importancia ya que relaja los músculos y ayuda a calmar el dolor. Es sabido que ante la picadura de algún insecto siempre nos colocaban barro para aliviar el ardor. Es una terapia milenaria tomada de lo que nos brinda el planeta”, dijo la masoterapeuta.

“Todo proceso estético debe ser acompañado por una buena alimentación, caminata y beber mucha agua, ya que el cuerpo sigue eliminando toxinas a lo largo de una semana. Realmente el fango es milagroso y ha podido ayudar a muchas personas que tenían complejos con estrías, celulitis, cicatrices o simplemente tomarse un tiempo para uno y poder relajarse. Sin perder de vista que a su vez se eliminan esas toxinas que afectan a nuestro organismo”, concluyó Ana María Robiola.

La naturaleza nos brinda una inmensa cantidad de posibilidades que están frente a nuestros ojos. Sólo queda detenerse, comprender, proteger y valorar las bondades que nuestro suelo nos otorga.