El mundo de la robótica se ha insertado en el mundo real, el del día a día, tanto que ha dejado de ser, desde hace ya largo tiempo, algo asimilado a lo ficcional.

En ese contexto, el canadiense Nicolas Gauthier entrevistó al académico francés Alain de Benoist, con quien sostuvo el siguiente diálogo: «Hablamos mucho de la Gran Sustitución a propósito de los flujos migratorios. Usted habla de buena gana de otra: la de los hombres por las máquinas…». 

“El desarrollo de la robótica, que tomó el relevo de lo que antes se llamaba la automatización, se acelera hoy con toda evidencia. La sustitución de la mano obra por la máquina ya no se limita a la producción industrial, sino que se extiende también al dominio del transporte (el GPS, el transporte totalmente automatizado, los coches y trenes sin conductor), de la industria (fábricas sin obreros), del comercio (azafatas robot, pago automático), de la policía antidisturbios (robot anti-disturbios), de la medicina (ayuda al diagnóstico, máquinas quirúrgicas) o de la asistencia a las personas (robot sanitarios, software de ayuda a la decisión). Ciertos países son punteros, en particular los países asiáticos (Japón prefiere recurrir a los robot más que a los inmigrantes), pero también Alemania y los Estados Unidos. En China, la sociedad Foxconn decidió reemplazar a 500.000 obreros por robot. En Japón, Panasonic acaba de crear una fábrica inmensa que funciona con menos de quince trabajadores. Obviamente, esto es un comienzo”.

¿Cuál será el impacto en el mercado de trabajo, sabiendo que el desempleo estructural está aumentando de manera constante desde hace 25 años?

“Solíamos decir que si se pierden puestos de trabajo, otros trabajos aparecen automáticamente. Esto es en efecto lo que ocurría ayer, cuando los campesinos fueron llamados a readaptarse en trabajadores de las fábricas. Pero nada permite pensar que mañana ocurrirá lo mismo: no existe ninguna evidencia empírica de que el progreso tecnológico cree tanto o más trabajo del que destruye. En el pasado, los nuevos puestos de trabajo recurrían a los mismos niveles de competencia que los antiguos. La robotización privilegia las capacidades cognitivas, es decir, la «cerebralización» del trabajo, mientras que resulta fatal para los trabajos no cualificados o poco cualificados, e incluso para ciertos puestos de trabajo cualificados: una cajera reemplazada por una caja automática nunca llegará a ser un astrofísico. Twitter, el gigante de las redes sociales, ¡emplea sólo a 400 personas en todo el mundo! En menos de diez años, tres millones de puestos de trabajo deberían ser destruidos en Francia por la digitalización, un tercio de los puestos de trabajo podría serlo dentro de veinte años. La tendencia es producir más con menos personas, lo que significa que el progreso tecnológico ya no es sinónimo de creación de empleo. Debido al «desempleo tecnológico», como dijo Keynes, corremos el peligro de encontrarnos así en sociedades donde millones de personas se habrán vuelto superfluos, porque habrán sido expulsados del sistema productivo – u ocuparán sólo lo que David Graeber llama “bullshit jobs” [«trabajos de mierda»], empleos improductivos mantenidos con el único propósito de evitar la revuelta social. Ed Rensi, antiguo director general de McDonald, afirma ya que los seres humanos tendrán que revisar a la baja sus demandas salariales debido a la aparición de los robots, que trabajan más y cuestan menos. Esta es una situación sin precedentes”.

¿Hasta qué punto puede llegar la sustitución del hombre por la máquina?

“Esto toca otro aspecto del problema. Al nivel del comportamiento, desde hace tiempo las máquinas ya no se limitan a aumentar la comodidad de la vida, sino que invaden invadir la vida cotidiana. En el mundo de las pantallas, nos volvemos más y más el terminal de nuestro smartphone o de nuestro ordenador. Debido a la propagación de la tecnología digital, la escritura cursiva «adjunta» está en vías de desaparición. Nuestros cuerpos son «reparados» con las prótesis, que están a punto de prolongarse con chips subcutáneos, los implantes en el cerebro y los «exoesqueletos», que se supone nos «mejoran». Armas y viviendas ya pueden fabricarse con una impresora 3D. En última instancia, se espera la fusión de la electrónica y de la vida. La conjunción de la NBIC (nanotecnología, biotecnología, informática y ciencias cognitivas) plantea otros problemas en los tres dominios clave de la materia, la energía y la manipulación de lo vivo. Lee Se-dol, campeón del mundo de go, fue batido en marzo por AlphaGo, el programa desarrollado por Google DeepMind. No hay duda de que sistemas de inteligencia artificial mucho más eficaces que un ser humano no dejarán de ser desarrollados. Entraremos entonces en lo que Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee llaman la «segunda era de la máquina» (The Second Machine Age).

¿Hay una frontera bien definida entre el hombre y la máquina?

“Günther Anders (La Obsolescencia del hombre) demostró bien que el buen funcionamiento de las máquinas exige el devenir-máquina de su contexto de producción. La dependencia de las máquinas deja prever el devenir-máquina del hombre. «La máquina no libera al trabajador del trabajo, sino que quita al trabajo su contenido», decía ya Karl Marx. George Orwell añadía que «la pendiente natural de la máquina consistía en hacer imposible toda vida humana auténtica». Sin caer en la ciencia ficción, hay que señalar que al aceptar convertirse en máquina, el hombre deviene post-humano: más las fuerzas materiales se vuelven más inteligentes, más la vida humana es rebajada al nivel de una fuerza material. Entre hombres cada vez más mecanizados y máquinas cada vez más humanizadas, hombres robotizados y robot androides, la frontera se hará borrosa. Algunos «sobrehumanistas» de Silicon Valley exigen ya muy seriamente que se preocupen de atribuir derechos a los robots, asimilados por lo tanto a las personas (¿a partir de qué grado de autonomía de decisión?). Eso es lo que reclama, en Francia, el abogado Alain Bensoussan. Ciertamente, uno puede tranquilizarse a sí mismo diciéndose que las máquinas nunca accederán a la conciencia, experimentarán empatía, emociones, placer o sufrimiento, etc., de modo que siempre existirán facultades humanas con las que las máquinas no podrán dotarse. Puede que sea un acto de fe”.