Por Alejandro Maidana

El camino de la negritud en Argentina fue borrado, ocultado y negado a lo largo de una historia escrita con la pluma de la hegemonía blanca. Su extenso y sufrido derrotero, el sujeto afrodescendiente no tiene el lugar que merece en la conformación étnica de una América Latina empujada a parecerse a la vieja Europa, sin motivo y argumento alguno, vale destacar.

La idea de la inexistencia de los “negros” es algo que acompaña los días  de este país incluso en la actualidad. Algo que podríamos definir como un claro <genocidio discursivo>, quizás aún más perverso que aquellos que se concretaron con un deshumanizante baño de sangre. Las elites dominantes y el poder de sus escribas, convertidos con el paso del tiempo, en los esbirros periodísticos de hoy.

Ese lema se repite sin mayor fundamento, pero detrás de esa aseveración del orden de lo inconsciente (y reproducida hasta en la enseñanza escolar) está un relato histórico que delimitó sus horizontes de pertenencia y excluyó (por diversos motivos) a los que no debían formar parte del discurso, entre ellos los afroargentinos, que ingresaron en la categoría del desaparecido, un término con un peso simbólico enorme en un país que sufrió una terrible dictadura con saldo de 30.000 víctimas del terrorismo de Estado: los “desaparecidos”.

Sin duda alguna el nuevo disparador que agilizó un añejo y espinoso debate, tuvo su anclaje en el deleznable crimen de odio cometido sobre George Floyd en Minneapolis, Estados Unidos. Un suceso aberrante que trascendió rápidamente las fronteras de un mundo que se vio sacudido y salió a gritar su renovado <Nunca Más>.

Pero claro, los crímenes raciales legalizados por un sistema dominado por las elites, siguen resultando indigerible para una parte importante del globo terráqueo. Las clases sociales privilegiadas imponiendo una hoja de ruta disciplinadora sobre las oprimidas. El racismo y la xenofobia fundiéndose en una aporofobia creciente, el odio de clase imponiéndose por sobre la etnicidad, la palabra hegemónica y su producto terminado.

Con la intención de profundizar un debate necesario, y conocer los detalles de la presencia africana en nuestro territorio, Conclusión dialogó con Omer Freixa, historiador africanista. “Si bien para muchos el racismo no guarda relación con el discurso, esto se debe a que ese vínculo es tan evidente y obvio que no se detecta. Sus resultados pasan a formar parte, si se quiere, del sentido común. Hay autores que argumentan que lo que se hizo con el negro en Argentina equivale a un <genocidio discursivo>, que responde a una construcción del poder y muestra el resultado final pergeñado por la élite política argentina, la famosa <Generación de 1880>, con discurso negador de la alteridad”, indicó.

¿En qué momento histórico se inicia el proceso de arribo de esclavos a nuestro país?

– El proceso de llegada de la población esclavizada al Río de la Plata se inscribe dentro de un proceso más general denominado <La Gran Trata Atlántica> que se extendió entre los siglos XVI y XIX (pese a que es difícil ponerle un fin, pues a pesar de la abolición el negocio continuó), donde desde África llegarían a América alrededor de 10 millones de personas vivas esclavizadas. Allí es donde, si bien no en un porcentaje muy grande, parte de esa delegación fue destinada al Río de la Plata, y desde allí distribuida a todo el interior de las provincias, más que nada cuando se crea el Virreinato del Río de la Plata, allí Buenos Aires asume el rango de puerto de tráfico muy destacado. La mano de obra esclavizada comenzaría a ganar terreno en lo que hoy es la Argentina, de modo tal que el padrón del 77/78 dispuesto por el Virrey Vértiz, habla de al menos un 50% de población afro en provincias como Córdoba y Santiago del Estero por ejemplo. Es por ello que la población negra en este país es de larga data.

Claramente gracias a la Gran Trata Atlántica el tráfico de personas se consolidó, pero ¿podríamos afirmar que la presencia de esclavos en estas tierras data de mucho tiempo atrás?

– En realidad los colonizadores ya habían llegado con población afro, que eran sus propios esclavizados que fueron en cierta parte el soporte de la conquista, la masiva llegada se da tiempo después con la denominada “Gran Trata Atlántica”, el tráfico de esclavos, y que componen la semilla generacional genética de la Argentina tan negada. Cabe destacar que la trata es la diáspora más grande de la historia, con la característica particular que esa gente que llegó, lo hizo desnuda y encadena, para de esa manera poder borrarles todo tipo de dignidad humana, llegaron como piezas de indias, como cosas, como bienes, como propiedad privada de sus respectivos amos. Así fue como sucedió, Buenos Aires aprovechando la Cédula de libre comercio de 1778, funcionó como puerto de tráfico de esclavos.

Cuando referenciamos a la negritud en Argentina nos resulta imposible apartarla de los distintos conflictos bélicos suscitados a lo largo de la historia.

-La presencia afro data desde mucho tiempo atrás, es por eso que resulta ineludible sostener que esta población y sus descendientes han participado en la historia integra de la Argentina, y de la Argentina en su formación previa. Han sido <carne de cañón>, ya que ocuparon las primeras líneas en las distintas batallas independentistas, como las civiles que desgarraron parte del siglo XIX y la del Paraguay entre otras. Por ello existe esa historia taxativa que abona la idea que “desaparecieron”, debido a las guerras, el aluvión inmigratorio, el mestizaje y la epidemia de fiebre amarilla y otros percances.

La predisposición para negar su existencia se ha consolidado a través del tiempo, ¿cuánto han tenido que ver las elites dominantes en tergiversar y moldear la historia a su imagen y semejanza?

-Siguen estando, de hecho son gente de carne y hueso, no desaparecida, pero también hay un cierto lavado de cerebro, para decirlo a lo bruto, en donde se piensa al país como preferentemente blanco, moderno y con aires europeos. Esto impulsa una suerte de predisposición para borrar todo aquello que no es afín a esa lectura blanca y europea. Así es como se condena a transitar los márgenes de la historia a las culturas originarias, jugando también al mito de que si hubo negros hoy ya no existen, una consolidación del proceso de invisibilidad, y dentro del mismo subyace un racismo latente, y de hecho hasta podríamos hablar de un <genocidio discursivo>.

Todo Estado se fundó sobre un genocidio, algo que en la Argentina ‘blanca’ empujó de sobremanera a oprimir tanto a indígenas como a los originarios de África y sus descendientes.

-La génesis de todo Estado se basa en la violencia, tanto discursiva como física, en este caso tenemos que centrarnos en la primera, ya que la ejercida sobre los pueblos indígenas fueron ambas. Los pensadores de la segunda mitad del siglo XIX, son los que más han abonado a estas ideas, para citar algunos tenemos que nombrar a Domingo Faustino Sarmiento, que tiene en su haber una frase muy famosa en el Congreso que sostenía que <estoy muy feliz, ya que acá estamos los buenos y no hay negros, indios y gauchos>, también podemos recordar otra como <no hay que escatimar sangre de gaucho>. También podemos destacar a José Ingenieros, que acuñó citas como <tenemos suerte que en la Argentina los morenos están casi extintos, o a lo sumo se los puede ver en un museo o un zoológico> y <qué bueno que esas piltrafas de carne humana están pronto a extinguirse, o a lo sumo podrán verlos en un museo>. Destacando que en esa época existían “zoológicos” humanos donde se exhibían como piezas inanimadas a negros e indígenas.

El caso George Floyd sensibilizó y mostró de manera muy explícita como se ejecuta un crimen de odio. Ante este aberrante panorama. ¿Podemos afirmar que racismo y marginalidad van de la mano? Y doblegando la apuesta ¿Cuánto tiene que ver el sistema capitalista en este deshumanizante derrotero histórico?

-Si bien Estados Unidos tiene en su vientre un 14% de afrodescendientes, en este país existe una patrón de marginalización muy elevado, al igual que en todo América Latina y el Caribe. Aún existe en muchos la sorpresa cuando una persona afro no solo accede a la Universidad, sino que luego de su proceso accede a un título. Es tanto el prejuicio que en muchos aflora la idea de negar sus raíces para poder pertenecer sin verse interpelado, para poder ser parte de  la sociedad que impulsa la hegemonía blanca, concebida como la llave del éxito. Hay que entender estos procesos desde el capitalismo, ya que para justificar la trata se instaló el racismo, que atraviesa la Trata Atlántica y el colonialismo en África. Los pares del capitalismo son la violencia, la expropiación y los delitos de lesa humanidad. Voy a ir a un clásico, lo dijo Marx <todo lo que el capitalismo sembró, en buena parte fue gracias al sufrimiento y a la aniquilación de las poblaciones originarias y a la trata>. Con respecto a los crímenes de odio racial, los mismos claramente están ligados a una cuestión aporofóbica, se desprecia a una persona no solo por el color, sino también por su vulnerabilidad económica. En nuestro país se cumplieron cuatro años de la muerte en circunstancias muy dudosas de Massar Ba, referente senegalés que supo liderar una serie de reclamos. Es precido destacar que acá la palabra <negro>, habla más que de una cuestión fenotípica, indicando un marcador social, socioeconómico, y por ahí es donde hay que ver como se corre un poco la barrera racial en base a lo que pasó con Floyd en los Estado Unidos. En Argentina el marcador para discriminar pasa por la condición de pobre, y allí se funden los afrodescendientes, los indígenas y los inmigrantes de los países limítrofes y regionales. Con esto no quiero decir que el argentino no sea racista, ya que lo es, pero no necesariamente de la condición genotípica. El racismo carga sin duda alguna una importante  dosis de aporofobia, el problema no es el negro famoso o adinerado, sino el pobre.

¿Cuál es el lugar del negro hoy día?

– Es preciso repatriar la ausencia que derivó del empeño de un grupo opresor para invisibilizar a otro grupo oprimido con una política deliberada de negación y silenciamiento. A pesar del terrible silencio, uno de los insultos más recurrentes cuando se alude a los sectores más pobres (no necesariamente no blancos) consiste en caracterizarlos como “negros de mierda”, “de alma”, “cabecitas negras”, “gronchos”. Lo negro no remite ahora a la africanidad, sino a lo más bajo de la sociedad, y esto se repite en muchas partes de América. Así se trata, como rémora colonial, en la forma de aludir y denostar a la mano de obra explotable. Como formula Van Dijk, el racismo latinoamericano confunde la clase social con la idea de la “jerarquía de color”. En el caso argentino, tal identificación no involucra una dimensión racial, sino socio-económica, como explica el sociólogo argentino Alejandro Frigerio. El problema radica en que si el afroargentino desapareció (en teoría) físicamente, reaparece (difusamente junto a otros) de forma negativa en el discurso, en calidad de sujeto marginalizado, ya no racializado. Y el racismo queda entonces como cuenta pendiente no solo de Argentina, sino también de América Latina, pero como cantó un prestigioso músico argentino: “Mejor no hablar de ciertas cosas”.

Por último vamos a permitirnos atravesar las fibras del tango, música y danza en donde la participación africana también dijo presente, si bien ha sido negada una y otra vez.

-Lo que concierne a la relación entre el tango y la africanía, el origen, la etimología, el desarrollo del género y la participación de afrodescendientes en su producción en general, es un tema que la Academia ha pasado por alto bajo la presunción de ser Argentina un país blanco y europeo, volviendo a lo antes mencionado en esto de la idea de que no hay negros porque desaparecieron, y que, en consecuencia, a las personas afrodescendientes se las concibe naturalmente como extranjeras. Por ende, también el tango ha sufrido un blanqueamiento, se lo construyó a partir de un relato histórico como europeo, o bien con aportes americanos, pero negando influencias africanas. Sin embargo, lo americano porta en sus raíces inocultables aportes afro. El tango, corriendo el velo, presenta evidencias del influjo y de la presencia afro en ese vasto mundo. En los momentos iniciales del tango, el primitivo (aproximadamente el período 1860-1900) la presencia del afrodescendiente fue notoria, en forma paradójica en la etapa en que la intelectualidad y el poder se ocuparon de convencer que el colectivo estaba desapareciendo. En efecto, algunas voces condenaron al tango al asociarlo con cosas de negros y del accionar de los grupos más marginales y bajos de la sociedad. La acusación en parte es cierta: los primeros payadores y compositores fueron afrodescendientes, hecho ligado al ámbito marginal en el que actuaron en general. Ejemplos de los primeros fueron Gabino Ezeiza e Higinio Cazón. El compadre, tan característico de los burdeles y demás sitios de clase bien baja, debe concebirse como híbrido entre gringo, gaucho y afro. Desde el colectivo afrodescendiente, se trató de reivindicar el tango como creación propia y se tiene la imagen de los afro como excelentes bailarines en el momento primitivo. En esta época el problema para visibilizarlos fue que el entorno marginal y humilde contribuyó a apartarlos y, además, desde el punto de vista de la composición y ejecución, debieron ajustar su obra a la pauta de la hegemonía del blanco, que también en parte apropiaron.