En 1813, el general Manuel Belgrano donó los 40 mil pesos fuertes que le otorgaron como premio por las batallas de Salta y Tucumán para la construcción de cuatro escuelas. Nadie sabe qué se hizo de ese dinero, pero 191 años después se inauguró el último de esos establecimientos, en un barrio de la capital jujeña.

Se trata de la Escuela número 452 Legado Belgraniano, cuya piedra fundamental fue plantada, sin mucho éxito, por el general Manuel Belgrano, el mismísimo creador de la Bandera, el 31 de marzo de 1813. La obra que había soñado el general tardó, apenas, 191 años en hacerse realidad. Un signo eterno de la burocracia argentina.

“Y he creído propio de mi honor y de los deseos que me inflaman por la prosperidad de mi patria, destinar los expresados 40.000 pesos para la dotación de cuatro escuelas públicas de primeras letras.” Por medio de esa carta, Belgrano comunicó a la Asamblea Constituyente del año 1813 su decisión de donar el dinero que le habían concedido por sus “grandes victorias” en las batallas de Tucumán y Salta.

En Jujuy se había comenzado a construir la escuela en el mismo año ’13, pero el avance de las tropas realistas, que acechaban en el norte del país, hizo paralizar las obras. El 13 de abril de 1825, el Cabildo jujeño inauguró una escuela mucho más modesta en ambiciones, pero ella fue cerrada tres años después y nunca más se encaró la obra. Recién en 1997 se hizo la primera licitación, ganada por la empresa Ranking SRL, pero la firma después se declaró en quiebra (ver aparte) y otra vez todo quedó en la nada. Por eso, la escuela funcionó desde entonces en lugares prestados: un regimiento, una iglesia, una guardería municipal y un templo evangélico.

Como una paradoja más de lo que parece ser el destino nacional, la primera de las cuatro escuelas de Belgrano que se inauguró fue la de Tarija, cuando ya era territorio boliviano, en 1974. Y fue construida por el gobierno argentino, cuando el presidente era Juan Domingo Perón. Las de Santiago del Estero y Tucumán comenzaron a motorizarse recién en 1997. El dinero histórico, legado por Belgrano, pasó por miles de manos y de burocracias.