Por Jennifer Hartkopf

Elvira cumplió 100 años en diciembre, pero se siente como una mujer más joven. Esa mañana, antes de abrirnos las puertas de su casa y de su corazón, se levantó temprano, desayunó y se vistió con un hermoso vestido para recibirnos.

Con el entusiasmo de un niño y una sonrisa sincera que cubrió todo su rostro, posó para las fotos y luego, con amabilidad extrema, nos invitó a sentarnos para realizar la entrevista.

“La edad la vivo perfecto. No creía que iba a llegar a los 100 pero llegué y sigo”, comenzó reflexionando Elvira y no tardó en aclarar: “Ando como si tuviera menos edad”.

Todos los días se levanta, desayuna, mira un rato de televisión y duerme la siesta. Algunas veces sale a caminar y si está de ánimo hace algún que otro ejercicio en los aparatos de gimnasia que hay en el parque Urquiza.

Elvira tuvo nueve hermanos, nació en el campo y vino a la ciudad a estudiar. Hoy es la jubilada más antigua del gremio mercantil, tras haber trabajado largos años de su vida en el entonces conocido Bazar Manavella, donde conoció a su gran amor. 

“Era muy bueno, bastante mayor que yo. Como él no hubo otro. Nos íbamos a casar y lo primero que queríamos era una nena. Pero se enfermó y no pudimos”, dice entre recuerdos y lamentos. Probablemente no haberse casado y no haber tenido hijos sea el mayor dolor de su vida.

“No me casé, pero yo quería como mínimo 6 hijos, porque los chicos me enloquecen”, confiesa.

Haciendo una pausa y cambiando de tema, Elvira también opinó de los tiempos que corren. Con el ceño fruncido y sorpresa en los gestos, consideró que “la mujer anda casi completamente desnuda, eso lo veo mal” al tiempo que recordó cuando, en su época, los choferes bajaban a abrir la puerta, “ahora eso ya no pasa”, concluye.

Ya con pocos familiares, su sobrino fue quien la contacto con Isabel y Cecilia, las dos mujeres que desde hace un año la ayudan y acompañan en su rutina diaria.

“Cocina sola, le gusta bañarse, es una excelente paciente. Realmente el entusiasmo y las ganas de vivir que tiene es fabuloso, un ejemplo a seguir. Muchas personas podrían estar como ella, con amor y cariño se logra todo”, destaca Isabel, su terapeuta y completa la frase: “El amor es la palabra mágica, con amor todo fluye. Las personas longevas son como los niños, con paciencia y amor ellos entienden. Eso es todo”.

En coincidencia, Cecilia, quien se dedica a fortalecer la parte física y motriz de Elvira, expresó que “hay que respetar a los abuelos, quererlos, tenerles mucha paciencia y asegurarse de que mantengan contacto con la familia”.

Con 100 años, Elvira desconoce el secreto. “El tiempo vino solo, yo no hice nada”, dice sin vueltas. Mientras que sus cuidadoras confiesan que come todo tipo de comidas, “lo más natural posible, con poco aceite”.

Además revelan que, contrariamente a todas las recomendaciones nutricionales y de salud existentes, Elvira no toma agua: “El agua me hace mal a los intestinos; tomo Seven Up”.

Asimismo, la mujer admitió que no toma ningún tipo de medicamento. “No toma ni una bayaspirina, consume todo natural. Ningún medicamento”, cuentan orgullosas Isabel y Cecilia.

Por último, ambas mujeres aconsejaron “aprender de estas personas porque tienen mucha sabiduría, son un tesoro abierto y todos los días te vas con algo nuevo”.