Mariano Gómez nació en Lules, Tucumán, y se alistó en las tropas patriotas con sólo 17 años bajo el mando de Juan José Castelli, para avanzar hacia el Alto Perú poco después de la Revolución de Mayo, para caer prisionero de los realistas en Huaqui en 1811 y en 1812, durante la invasión de Pío Tristán.

Tras ese episodio regresó a su patria, escapó del ejército virreinal y se reincorporó a las fuerzas de Belgrano. Durante el tiempo que estuvo con las tropas del rey, se supo ganar la confianza del coronel salteño Saturnino Castro, quien siendo criollo había puesto su espada al servicio de Fernando VII.

Mariano combatió en las batallas de Tucumán, Salta, Vilcapugio y Ayohúma y se hizo famoso por su participación en la incursión a Tambo Nuevo, hecho ocurrido en octubre de 1813, cuando sólo tres hombres en un procedimiento de tipo comando sorprendieron a un destacamento de la vanguardia realista comandada por Castro, que dormía en un puesto cerca del pueblo de Yocalla. Bajo la nieve y escondidos en la oscuridad de la noche, Gómez y dos compañeros, los cordobeses Santiago Albarracín y Juan Salazar, treparon sigilosamente por una colina y cayeron sobre los desprevenidos enemigos. Como resultado de la operación se tomaron prisioneros, armas, caballos y mulas que fueron muy bienvenidos en el cuartel patriota, que hacía entonces grandes esfuerzos para recuperarse de la derrota de Vilcapugio.

El general Manuel Belgrano premió la exitosa incursión concediendo el grado de “Sargentos de Tambo Nuevo” a los tres jóvenes y les regaló caballos. Al tucumano Gómez le hizo un obsequio muy especial: su hermoso corcel blanco. Los muchachos quedaron así en la historia como los “Tres Sargentos”, nombre con el que se denominan calles en ciudades de toda la Argentina.

Cuando en noviembre de 1813 en las pampas de Ayohúma los revolucionarios sufrían una nueva y definitoria derrota, Belgrano dispuso la retirada hacia Jujuy y Salta para salvar los restos de la tropa. Son momentos dramáticos para el ejército que debe alcanzar la línea del río Juramento para evitar su total masacre y son momentos críticos también para el pueblo jujeño que debe afrontar su segundo éxodo para ponerse a salvo de la represalia realista.

En los primeros días de enero de 1814, la vanguardia invasora al mando del coronel Saturnino Castro en exploración hacia la Quebrada de Humahuaca, alcanza Cangrejos -15 kilómetros al sudeste de Yavi- y choca con una fracción adelantada por el coronel patriota Manuel Dorrego, quien tiene la misión de entorpecer el avance realista para posibilitar la retirada de Belgrano. Se trata de una partida al mando del sargento Gómez, el mismo de Tambo Nuevo, con 25 jinetes, quienes combaten durante casi veinte días retardando a Castro.

La partida del tucumano llega en su repliegue hasta Humahuaca, que ya había sido evacuada por Dorrego y ahí, en los brazos de una mujer, es donde lo esperaba una celada fatal.

Un relato que ha llegado hasta nuestros días dice que al entrar en Humahuaca, a Gómez lo esperaba una seductora morocha conocida como la “Chuquisa”, que le ofreció sus amores y él se quedó en el pueblo, mientras mandaba sus compañeros a Uquía, con la intención de alcanzarlos luego.

Después de tomar unas cañas, el sargento Gómez se sintió descompuesto y se despidió de la “Chuquisa”; montó su hermoso caballo blanco que le había regalado el general Belgrano y partió en busca de los suyos, pero no llegó lejos. El adormecimiento lo tiró entre unos matorrales y pronto era tomado prisionero por la gente de Castro, que lo reconoció enseguida como el hombre que sin disparar un solo tiro les había causado grandes daños.

El coronel realista propuso perdonarle la vida si se pasaba al bando del Rey y entregaba información sobre las fuerzas de Belgrano, pero Gómez contestó que prefería morir a traicionar a su patria. Quedó registrado por la historia que el sargento rechazó en duros términos los ofrecimientos: “dígale usted al coronel que si quiere saber quién es Gómez, me mande quitar las prisiones y entregándome mi sable me haga largar dentro de este cuadro. ¿Qué puede hacerles un hombre solo? Pues, que haga la prueba y verá que Gómez no puede servir contra su patria”.

Corrían los últimos días de enero del año 1814 y en una fecha que desgraciadamente nadie registró, el sargento caía fusilado en la plaza de Humahuaca, en el lugar donde hoy un monolito lo recuerda, frente a la Iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria y al San Francisco de Solano que todos los mediodías bendice a los turistas.

El general José María Paz, que integraba el ejército de Belgrano en aquel tiempo, escribió en sus Memorias que Gómez fue ultimado por “el crimen de haberle hecho (a los realistas) la guerra con bravura”.

Bartolomé Mitre, militar e historiador, sostuvo que la hazaña del sargento Gómez y sus amigos sirve “para enseñar a los venideros que cuando un ejército está animado por nobles pasiones hasta los simples soldados tienen las inspiraciones de los héroes”.

Fuente: InfoTilcara.