Por Florencia Vizzi y Marina Vidal

Cada octubre se imprimen miles de tarjetas de felicitaciones por el Día de la Madre. Cada año, la maternidad se convierte en un objeto de estudio y de análisis de acuerdo a las diferentes miradas y paradigmas que aparecen nuevos, que regresan, que mutan, que se reinventan o que quedan atrás (por el momento).

«Madre hay una sola» dice el refrán y, para bien o para mal, algo de verdad encierra. Pero la maternidad, lejos de aquella vieja creencia o paradigma, que sostiene a rajatabla que se trata de un instinto, la maternidad es un deseo. Un deseo que existe en algunas y no en otras, desafiando toda imposición y norma.

Maternar es un deseo y, si algo ha quedado claro sobre todo en estos tiempos, es que cuando ese deseo aparece, fuerte e implacable, no puede ser detenido. Y hay tantas formas de hacerlo como diversidades se expresan en este extraño mundo. Se puede maternar en soledad, en tribu, en pareja, en la diversidad… pero siempre desde el amor. Con todo tipo de culpas y miedos, risas, frustraciones, aprendizajes, construcciones y deconsturcciones, vacíos y abrazos. Pero desde el amor, ese debería ser el punto de partida indiscutible.

La mirada del resto siempre estará sobre la madre. Generaciones que opinan con certezas de verdades absolutas y juzgan cuando encuentran una diferencia. Maternar tiene tantas posibilidades distintas como vínculos entre madres e hijos existen. Por eso, en este día de la madre, Conclusión decidió explorar otras maternidades, que salen del cuadro clásico de la familia tipo, de la norma impuesta, formas de maternar que sólo son ejemplos de las infinitas que existen.

El amor como eje

«El amor es el eje para construir desde cualquier lugar» . Si alguien sabe de eso es Karla, quien durante gran parte de sus 49 años sufrió todo tipo de desamores, desprecios y discriminaciones por su elección sexual.

Karla es una mujer travesti, que actualmente vive en Villa Amelia, lleva 23 años construyendo amor con su compañero de vida y que, desde hace dos, es la muy feliz madre de Agustina. Y mientras cuenta como vive los temores, misterios y alegrías de la maternidad, Karla también deja entrever jirones de su historia que se divide entre el dolor, el amor y la militancia.

«Yo me defino travesti, me autopercibo así. Saliendo de la lógica binaria mujer -hombre. Yo no soy ni una cosa ni la otra y no quiero ser parte de esa lógica. Si vos me preguntás que es ser travesti, yo te puedo responder que es una construcción de la identidad, como lo es  también el género, como también lo es la sexualidad, que son cosas distintas pero que van de la mano. El binarismo es una norma impuesta por el sistema. Lo mío es una construcción social política y cultural. Nos vamos construyendo en función de cómo nos sentimos y nos percibimos, porque también creo que no hay una sola manera de ser travesti o trans, para cada una de nuestras compañeras es diferente»

La vida de Karla no fue fácil, aunque ella no dramatiza ni se lamenta. Hoy está firmemente parada desde su militancia y convicciones, junto a su compañero de vida y la hija con la que juntos decidieron conformar una familia.

Compañeros de vida y padres

«Conocí a Miguel hace 25 años, pero somos pareja desde hace 23. Imaginate, si ahora es difícil, como era en esa época. Porque no sólo le tocaba aguantar lo que le tocaba pasar a su compañera, sino lo que tenía que aguantar él como hombre. La verdad es que es un ser maravilloso y lo amo profundamente. Hace 23 años que caminamos juntes, porque para mi el amor es eso, caminar y bancar juntes, y hemos construído una vida común».

Tal vez esa vida en común es lo que despertó el deseo de Karla de ser madre. Comenzó a preguntarse cómo sería tener un hijo, criarlo, inculcarle ciertos valores, verlo crecer. Y con esas inquietudes, que compartía con su pareja decidieron inscribirse, cinco años atrás, en el Ruaga ( Registro Único Provincial de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos). 

«Llenamos los papeles y al principio llamábamos casi todas las semanas a ver si había alguna novedad, algún chico que estuviera necesitando padres. Pero no había. Así pasaron cinco meses y entonces dejamos de llamar».

Karla aclara que, pensando en ese deseo de tener un niño o niña desde pequeño, para educarlo con sus valores y principios, en la solicitud habían estipulado un rango de edad de 0 a 4 años.

«Con esa solicitud esperamos dos años y medio casi tres. Y entonces unos amigos que ya habían adoptado nos dijeron que tenpiamos que ampliar ese rango de edad, porque así se iban a abrir otras posibilidades. Entonces nos acercamos al Ruaga y pusimos de 0 a 7 años. Y luego, dos meses después, volvimos y ampliamos a 9 años».

Y casi dos años después llegó la llamada. «Nos llamaron y nos dijeron que había una nena de 11 años, próxima a cumplir 12, que necesitaba una familia. Y nosotros nos dijimos, ¿qué diferencia hay? 9, 10, 11 o 12, es una nena que necesita una familia, y dijimos que sí, que queríamos conocerla».

Agustina

Agustina acaba de cumplir 14 años y su historia de vida no ha sido nada fácil. Tiene otros tres hermanos que viven con otras familias y con los que se visita todos los meses. Desde el Estado consideraron que no había ninguna posibilidad de que los cuatro niños vivieran con sus padres y con ningún integrante de esa familia. Por eso fue institucionalizada y enviada a un hogar. Hasta que llegó el día en que la directora del hogar en que vivía le contó que una mujer travesti quería ser su madre.

«Cuando nos anotamos en el Ruaga, no tuvimos ningún tipo de problemas o cuestionamientos por mi identidad de género», aclara Karla. «Pero si pasó algo que me pareció muy absurdo, que me contó la directora del hogar en el que estaba Agustina, relata Karla con una media sonrisa. Cuando nosotros dijimos que sí estábamos interesados en conocerla, el Ruaga, la dirección de Niñez y la dirección del hogar fueron convocados a una reunión para ver cómo le decían a la nena que la persona que la mujer que la quería adoptar era travesti. De esa reunión surgió consultar con un psicólogo, especialista en identidad de género… Bueno, cuestión que esa tarea de hablar con Agustina quedó en manos de la directora. ¿Y sabés lo que pasó?. La directora fue y le dijo: «Mirá Agustina, hay una familia que quiere conocerte, pero tenés que saber que la mujer que quiere adoptarte es travesti». Entonces, Agustina le contestó: «¿Y cuál es el problema? Si ella quiere ser mi mamá, yo quiero ser su hija».

Karla señala esa respuesta de una nena de 11 años como la evidencia más contundente de que el problema en realidad, son los adultos. «Ahí es dónde queda muy claro que les niñes tienen todo clarísimo, que no tienen prejuicios, que en realidad somos les grandes los que les inculcamos a les niñes estas cosas a quienes deben o pueden amar, y  a quién no y cómo deben ser las cosas y como no».

El primer encuentro en Karla, Miguel y Agustina duró dos horas. Y fue maravilloso. «El primer día que nos vimos, Agustina, que es una personita muy chiquita en ese momento y muy dulce me dijo: «Mirá, mientras nos estemos viendo y si al final me voy a vivir con ustedes, a vos te voy a decir mamá, y a él, le voy a decir papá… Después vemos qué pasa y como resultan las cosas».

Y las cosas resultaron bien, Agustina lleva dos años viviendo con Karla y Miguel, quienes ya están en pleno trámite de adopción definitiva.

Maternar sin manuales

No hay madre o padre en este mundo que no se queje porque no existen manuales. Y Karla no es la excepción. Lleva dos años siendo madre y parece estar muy segura de que es la tarea más hermosa pero más difícil que le ha tocado.

«Me cuestiono todo, y muchas veces me tengo que tragar mis palabras porque ella me hace ver mis propias contradicciones. Hay muchos momentos en que no es fácil pero sí es maravilloso. Pensarnos y construirnos como familia, y enseñarle a ella a ser una persona libre y feliz es lo que más me importa».

Al poco tiempo de vivir juntos, Karla quiso hablar con Agustina sobre su identidad de género y explicarle de qué iba la cosa. «Mirá Agustina, yo quiero que vos sepas que mamá es trans….Pero ella me interrumpió y me dijo, «Si mamá yo ya lo sé, me lo dijeron en el hogar». Entonces yo le dije «sí, pero igual, yo te quiero explicar… y ella me interrumpió de nuevo: «Yo ya vi en youtube que hay hombre que se enamoran de hombres y mujeres de mujeres y la verdad, yo no sé si hay tanto que explicar».

Carla lo cuenta con orgullo y con la absoluta seguridad de que el odio y el desamor provienen del mundo adulto. «Para les niñes la felicidad es lo natural y quienes les llenan de prejuicios son los adultos. La discriminación, la exclusión, viene de parte de los adultos y de toda una sociedad que está basada en el binarismo y que parece que si te corrés de ahí estás mal y perdés tu condición de ser humano».

Agustina va por ahí siendo feliz, va a la escuela y les dice a todos «yo tengo una mamá trans». «Yo creo que lo significativo de ahí es que lo que ella  marca es que tiene una mamá que le pudo dar amor. Y ella le agrega la condición de trans porque es algo que es único para ella y lo valora como algo especial».

Karla hace un recuento de estos dos últimos años y remarca que han vivido cosas maravillosas. «Me ha dejado tantas veces con la boca abierta, es algo fabuloso».

«Mi deseo como mamá es que Agustina pueda crecer libre y que pueda ser quién ella quiera ser. Por supuesto que hay límites, hay cosas que se pueden y cosas que no se pueden, y que estipulamos como en cualquier relación de padres e hijos,  pero lo más importante es que ella pueda ser quién elija ser».

Karla, travesti, madre, pareja de Miguel, habla siempre desde el amor. Cuenta las experiencias buenas y no tan buenas que a veces se cruzan como familia. Y las formas que buscan para enfrentar el miedo, el odio y la discriminación. Y todas esas formas tienen como punto de partida el amor.

Históricamente a las travestis y trans les han negado todo, desde hecharlas de sus hogares cuando tan sólo eran niñas, hasta la posibilidad de estudiar, o trabajar, de tener una casa o acceder a la salud. «Hemos sufrido el amor desde siempre, remarca Karla. Pero Lohana Berkins tenía una frase que decía: «Todo el amor que nos negaron es nuestro impulso para cambiar el mundo».

«A mi me han negado el amor miles de veces. Me han discriminado, me echaron de un gimnasio, de locales de venta de ropa, tuve que dejar la escuela por la violencia que sufría…. Pero yo jamás haría ese tipo de cosas. Y creo, sinceramente, que todo este acto de encuentro, de reencuentro con Agustina, esto de que ella nos haya adoptado y nosotros a ella, es como un pequeño granito de arena de amor y que servirá para cambiar al mundo».

La historia de Loreley

Loreley es mamá por cuatro. Siempre tuvo parejas heterosexuales y fruto de la última relación hetero nacieron sus dos hijos varones. Hasta que conoció a Alejandra de quien se enamoró y completaron su familia con dos mellizas.

“Creo que la orientación sexual puede ir variando con la vivencia que uno tiene. Hasta que conocí a Ale siempre había tenido parejas heterosexuales hasta que me gustó una mujer y me lo permití. No es que siempre me gustaron las mujeres y me lo reprimía…siempre me habían gustado varones hasta ese momento. Simplemente las cosas pasaron así”. Ale- como la nombra Loreley-, en cambio, siempre había tenido relaciones con chicas.

“Cuando empezamos a salir, ella había decidido hacía mucho tiempo que quería ser madre. Para eso, venía ahorrando desde entonces para cumplir su deseo porque aún no existía la Ley de Reproducción asistida”.

Lore y Ale se pusieron de novias, y fue entonces que Loreley contempló que ese deseo era tan importante para su pareja que decidió acompañarla.
“Si vos tenés decidido y tenés el deseo de ser madre yo te voy a acompañar, le dije. Me contestó: ¿acompañarme como amiga? ¿Como conocida? No, como pareja. Seamos madres, le contesté”

Desde ese momento emprendieron el camino de vivir juntas. Pidieron un crédito para comprar una casa y fueron a pedir los turnos correspondientes a la clínica de reproducción asistida. Luego de varios meses no sólo se dio lo del crédito, sino que Ale quedó embarazada.

Hijos

Cuando comenzó la relación, Loreley sólo pensaba en como se lo tomarían sus hijos e inclusó cuenta que “estuvo bastante tiempo dándole vueltas al asunto de conrarles que estaba saliendo con una mujer”.

“Una noche estábamos cenando y uno de ellos me dijo: – Quedate tranquila mamá, siempre te vamos a apoyar y estar con vos. Cuando le pregunté porqué me decía eso me dijo: “Por Ale, nosotros sabemos que no son amigas, que son pareja. Se lo tomaron súper bien y la verdad que todo lo que vivimos como familia a partir de ahí fue con mucha felicidad”

Hijas de dos mamás

Loreley cuenta que las mellizas han crecido dentro de la militancia y que por eso “la tienen muy clara”. A raíz de eso, son niñas con el carácter muy marcado, “acostumbradas a marcar lo que les gusta y lo que no”.

“Son súper amorosas y todo el tiempo nos dicen que les encanta amar a dos mamás, eso es lo mejor que le pudo pasar. Tenemos muy buena relación con la familia del jardín y de la escuela. Sin embargo, el otro día tuvo que ir a decirle a la seño que porqué una nena de 5 años tenía que estar todo el tiempo explicando cómo era su familia y que no tenía un papá sino que tenía dos mamás”

Reflexiones

“A veces, nosotras, no le quedamos incómodas a a la sociedad no vivimos situaciones diarias de discriminación qué otras familias si viven; somos dos mujeres con dos hijos y dos hijas que trabajamos y estamos inmersas en la sociedad. Si yo tuviera que decir algo que es fundamental para lograr un cambio dentro de la sociedad es la necesidad de la implementación de la Educación Sexual Integral para no tener necesidad de estar explicando porqué hay dos mamás en una familia, que los chicos sepan que hay diferentes conformaciones familiares y que todas, mientras sean en el marco del amor, son válidas y posibles.Y también que el deseo que tengan sea válido, que los afectos que quieran tener sean válidos, para sentirse libres, para su crecimiento”.

Hace unos años como Lore y Ale fueron a un encuentro Nacional de familias con sus hijas. Una de las nenas preguntó ¿vos tenés novio o novia? “Todo lo que pensé en ese momento fue, tiene cinco o seis años y se están respetando. Si todas las familias pudiéramos hacer eso con nuestros hijos, hijas el mundo sería un lugar totalmente diferente, no dar nada por sentado, creo que tendríamos una sociedad mejor y eso yo lo aprendí amando a una mujer, teniendo una conformación familiar diversa, que no hay bien ni mal, que no hay elecciones, instituciones, que te pude imponer la forma de sentir o castigar tu forma de sentir”.

Está bueno que tengamos la edad que tengamos, podamos ser quienes somos realmente, darnos y vivir en esa libertad.