Hace medio siglo, una revuelta estudiantil apoyada por una prolongada huelga general desafió al poder en Francia en busca de una transformación de la sociedad, un estallido que hizo tambalear al poder y marcó un hito no sólo la historia moderna en la potencia europea sino que se propagó a buena parte del mundo.

Varias generaciones confluyeron en su búsqueda por subvertir las viejas estructuras, el orden moral y cultural, un estallido que puso en duda las jerarquías, las costumbres y que se propagó por toda Francia e hizo temblar el reacomodamiento económico de Francia tras la Segunda Guerra Mundial.

Mientras el desempleo estiraba la brecha de desigualdad social y dejaba en la miseria a una gran parte de la población; la juventud, que había nacido después de la Segunda Guerra Mundial, pretendía ser escuchada e impulsar colectivamente cambios sociales para modernizar una sociedad regida por el autoritarismo patriarcal del presidente-general Charles de Gaulle, quien llevaba una década en el poder.

Sin embargo, el Mayo francés no fue el único estallido que se vivió en el mundo en 1968, un año donde la juventud copó las calles también en Alemania, Brasil, México, Polonia, Checoslovaquia y Japón, entre otros.

La diferencia fue que en Francia la respuesta popular fue multisectorial y terminó paralizando al país con una prolongada huelga, que se extendió entre tres semanas y un mes -dependiendo los sectores y sindicatos-.

«Francia es el único país del mundo donde una rebelión estudiantil casi provoca la caída del gobierno», escribió por entonces, John Lichfield, corresponsal del diario The Independent en París.

Aunque las manifestaciones y las huelgas se bautizaron con el nombre de Mayo francés comenzaron en marzo y se extendieron hasta final de junio, cuando el oficialismo conservador de De Gaulle logró acomodarse mejor de lo esperado ante un escenario tan inédito como inesperado.

El 22 de marzo un grupo de estudiantes que reclamaban cambios ocupó la universidad de Nanterre bajo el liderazgo de Daniel Cohn-Bendit, también conocido como ‘Dany el Rojo’. En la universidad de las afueras de París dio comienzo una revuelta y el autodenominado «‘Movimiento 22 de marzo’ se rebelaría como uno de los grupos más beligerantes durante las manifestaciones.

Cohn-Bendit fue detenido dos semanas después y tras un rápido juicio fue deportado a Alemania días después, aunque burlaría a las autoridades al regresar rápidamente a París.

Cientos de estudiantes universitarios se plegaron a la rebelión a la que se sumaron intelectuales y figuras de la cultura, como Jean-Paul Sartre y Michel Foucault, disconformes también con las guerras de Argelia y Vietnam, en festivas manifestaciones que enarbolaban eslóganes vacuos pero poéticos, como «Prohibido prohibir», «La imaginación al poder» o «Seamos realistas, pidamos lo imposible».

A comienzo de mayo, la universidad de Nanterre fue cerrada para evitar la ocupación estudiantil pero los estudiantes se trasladaron a la emblemática La Sorbona.

Pero la universidad pública más prestigiosa de Francia también fue cerrada y desocupada violentamente por la policía; Más de 600 estudiantes fueron detenidos y hubo más de 500 heridos; 200 de ellos policías.

La represión dentro de La Sorbona, un lugar considerado intocable en el inconsciente colectivo francés, propagó la rebelión al resto del país y fue crucial para permitir que converjan, algunos días después, las luchas sociales que marcarían el Mayo francés.

La situación obligó a De Gaulle a alentar a sus variopintos aliados más extremos a romper la masiva huelga con militantes voluntarios y grupúsculos de ultraderecha a amedrentar a los estudiantes.

Las represión caldeó los ánimos y desembocó en lo que se conoce como ‘La noche de las barricadas’, ocurrida el 10 de mayo, fecha de quiebre en la revuelta.
Reacios a participar en un primer momento, los sindicatos obreros y el Partido Comunista Francés (PCF) se sumaron a las protestas y convocaron a una huelga indefinida desde el 13 de mayo.

Francia quedó paralizada, todo dejó de funcionar.

En pocos días la escasez de alimentos, combustible y elementos básicos cambió notoriamente el decorado de las principales ciudades, que se convirtieron en postales de guerrilla urbana entre barricadas, autos incendiados y basura acumulada.

Mientras la huelga continuaba, la relación entre obreros y estudiantes empezó a fracturares por la diferencia de objetivos y la idea de revolución de los jóvenes se evaporó.

Con la mayoría de los líderes estudiantiles detenidos, el gobierno negoció con los sindicatos obreros y logró un acuerdo que terminaría desinflando la protesta al otorgar aumentos salariales promedios del 35% y reducir la carga horaria semanal de 52 a 40 horas.

Los sindicatos poco a poco levantaron las huelgas y terminaron con la ocupación de más de un centenar de fabricas.

A fin de mayo, De Gaulle disolvió el Parlamento y convocó a las elecciones anticipadas.

La parálisis cuasi general del país dejo mal parado a De Gaulle, quien, no obstante, conocerá en junio un nuevo apogeo después de una multitudinaria manifestación de apoyo de la derecha, de un referéndum -que se transformó en un plebiscito sobre su figura- y de obtener una mayoría absoluta en la Asamblea Nacional (Diputados) relegando a la izquierda y al PCF.

El Mayo francés potenció a el peso social de la juventud y allanó el camino para otras conquistas que se lograron con el tiempo, desde la pujanza del feminismo -el abortó se legalizó en 1974- a la conciencia de las minorías, entre otros.

Mientras Francia conmemora por estos días los 50 años del Mayo francés, la controversia continua en torno al legado y la importancia de la revuelta.

Mayo de 1968 terminó potenciando al poder que querían cambiar. Por eso, el periodista y escritor francés Denis Tillinac consideró está semana en el diario suizo Les Temps, con las perspectiva del tiempo a su favor, que el estallido fue «protagonizada por hijos de papá», fue «una formidable fábrica de ilusiones» y calificó los hechos como «la estafa del siglo» al estimar que «fue una falsa revolución, una revuelta inútil sin objetivos claros».