Por Alejandro Maidana

El terricidio no es solo el asesinato de los ecosistemas tangibles y de los pueblos que lo habitan, sino también de todas las fuerzas que regulan la vida en la tierra, lo que se denomina ecosistema perceptible. El actual marco pandémico no hizo más que desnudar viejos flagelos que se encuentran enquistados en una Latinoamérica acorralada por el extractivismo y la voracidad capitalista.

En ese marco, son los pueblos indígenas los más golpeados, vulnerados, sacrificados. Las ganancias y la propiedad privada por sobre la vida en todas sus concepciones, una ecuación tan devastadora como deleznable, un camino hacia el ocaso del cual se conoce su punto de partida, pero no así el final de su recorrido holocáustico.

Las distintas formas de alimentación y recursos naturales, que las comunidades indígenas protegen hace siglos, se encuentran jaqueadas por corporaciones enemigas de la biodiversidad. El extractivismo representa el saqueo indiscriminado de nuestros recursos naturales para seguir acumulando ganancias a costa de los pueblos, de la vida de las distintas comunidades, y en claro beneficio de las clases dominantes y las empresas trasnacionales que son el ariete del neocolonialismo. Un combo que inexorablemente nos empuja al terricidio.

Nada ha mutado en un mundo atravesado por la mezquindad, el individualismo y la circulación de un virus que lejos estuvo de interpelarnos en profundidad para volvernos mejores. La deshumanizante concentración de la riqueza, contrasta con la realidad de las mayorías oprimidas, olvidadas, reducidas a un miserable despojo, escupidas hacia los márgenes de una historia meritocrática y moldeada por los poderes fácticos y un estado complaciente de los mismos.

En un mundo que grita su dolor en carne viva, que se descarara ante la mirada impertérrita de las mayorías oprimidas, un grupo de mujeres indígenas decidió unir la Argentina desde todos sus puntos cardinales. Cargadas de dignidad, ancestralidad, resiliencia y amor por la tierra, se encuentran transitando a pie una distancia de 1.900 kilómetros que tiene como punto de llegada, Capital Federal. Los pueblos preexistentes al Estado, no luchan por la propiedad de la tierra, sino por un modo de vida en la misma.

Moira Millán es una mujer mapuche referente de la comunidad Pillán Mahuiza, de Chubut (Puelmapu) e incansable militante por los derechos de su pueblo. Tomando un pequeño respiro en una caminata tan extensa como transformadora, dialogó con Conclusión con la intención de visibilizar la médula de este reclamo. “Desde el 14 de marzo de este año, las mujeres indígenas que integramos el Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir, nos hemos hermanado para caminar juntas. Estamos divididas en grupos, el bloque sur que partió desde la Lof Pillán Mahuiza, Chubut, estaremos caminando un total aproximado de 1.900 km para llegar a Capital Federal el 22 de mayo”.

Sabemos que si salimos de nuestros territorios también podemos morir, pero no podemos tolerar más que nos sigan matando.

Distintos saberes ancestrales avanzan desde el norte y el sur para confluir en el centro del país, abrazando durante el camino, a las distintas comunidades que esperan por las hermanas que llegarán de esas latitudes para continuar juntas, fortaleciendo la unión.  “El Bloque Norte que partió desde Sáenz Peña, Chaco, hoy se encuentra en la ciudad de Rosario aguardando a los otros bloques, por ejemplo, al que salió de Salta de la comunidad Tapieté, las hermanas de Tartagal que actualmente se encuentran en Tucumán, y se dirigen hacia Córdoba. También saldrá un bloque desde el Noroeste, Jujuy, y hermanas de diferentes lugares. El 22 de mayo confluiremos en Buenos Aires alrededor de 100 mujeres indígenas para decirle <Basta al Terricidio>.

Un sistema de exterminio preponderante, una única salida que parece estar sujeta solo al despertar de aquellas conciencias que aún siguen ancladas al letargo. El terricidio es un concepto que las mujeres indígenas han creado, y que no es otra cosa que la síntesis de todas las formas de asesinar la vida que tiene el sistema. “Si bien hay sectores ambientalistas que hablan de ecocidio, sectores de DDHH que hablan de genocidio, sectores feministas que lo hacen sobre el feminicidio, y sectores de la academia que hablan de epistemicidio, existía una parte fundamental de estas formas de vida que estaba siendo exterminada de manera silenciosa, y que nadie pone el acento allí, y se trata de los ecosistemas perceptibles espirituales. Para nosotros como pueblos indígenas es fundamental, porque allí realizamos nuestras ceremonias, que son nuestros portales para dialogar con las fuerzas cósmicas. Justamente contribuir para que se fortalezca ese vínculo afín de restituir el orden armonioso con la tierra, y estos lugares están siendo arrasados. Las ceremonias y los saberes para sostener ese vínculo con la tierra, ese diálogo cósmico, también está siendo eliminado a través de la invasión de religiones opresoras que llegan a los territorios en muchas oportunidades financiados por las multinacionales, para destruir nuestra forma de habitar el mundo. No solo permitiendo con su llegada la neutralización de la lucha y resistencia, generando de este modo que puedan ingresar las empresas, sino también eliminando nuestra cosmovisión y nuestra forma de relacionarnos con la vida, que es muy necesaria en estos días”.

Seremos poquitas las que lleguemos, pero como ofrenda vamos a llevar nuestra medicina ancestral.

Sacar la voz, entender que la problemática trasciende a los territorios y a los cuerpos, batallar estoicamente, resistir valientemente como lo hicieron sus ancestros, aquellos que han dejado un invalorable legado que hoy hace las veces de combustible para el alma. “Por ello caminamos, porque de quedarnos en nuestras casas nos matan, si nos quedamos en nuestros territorios nos matan, sabemos que si salimos de nuestros territorios también podemos morir, pero no podemos tolerar más que nos sigan matando. Por eso mismo estamos caminando de todos los confines de los territorios plurinacionales que este Estado ha invadido, para llegar a Buenos Aires y plantear <dos verdades categóricas>: Una es que este país está emplazado sobre la plurinacionalidad de los territorios, y la otra es que los pueblos indígenas tenemos la oportunidad histórica de ofrecerle al mundo una alternativa para vencer al terricidio”.

Para concluir, Moira Millán instó a apoyar esta iniciativa con la clara intención de entrelazar fuerzas a la hora de enfrentar a un enemigo común, tanto para propios, como para extraños. “Esperamos que el 22 de mayo la gente envíe su adhesión de distintas maneras, poniendo un cartel en la puerta de su casa con la frase «Basta de Terricidio», existen convocatorias virtuales, un manifiesto de los académicos e intelectuales argentinos en apoyo a nosotras, existen múltiples maneras de expresar su acompañamiento a la extensa caminata que estamos realizando. Cabe destacar que no vamos a llamar a movilizar, justamente porque abrazamos la vida, vamos a ser cuidadosas de ella, considerando que Buenos Aires que no reúne las condiciones sanitarias para hacerlo. Seremos poquitas las que lleguemos, pero como ofrenda vamos a llevar nuestra medicina ancestral”.