Por Rubén Alejandro Fraga

Si la leyenda es cierta, y no será aquí precisamente donde la vayamos a poner en duda, por estas horas él debe estar preparando febrilmente el cargamento de regalos que llevará este martes 24 de diciembre, como cada Nochebuena, en su saco mágico para celebrar la llegada de la Navidad con los chicos de todo el planeta.

Papá Noel, San Nicolás, Sinter Klaas, Père Noël, Santa Claus, Father Christmas, Viejito Pascuero, Baboo Natale, Julenisse, y Sanct Herr Nicholaas, son sólo algunos de los nombres con los que se identificó en distintas partes del mundo a este personaje mítico, patriarcal, tierno y protector, que según la cultura occidental ofrece regalos a los niños de toda condición en la celebración anual en la que se conmemora el nacimiento de Jesucristo en Belén según los evangelios de San Mateo y San Lucas.

Cada año en época de Navidad y en casi todo el mundo, la publicidad, las tarjetas de salutación, la decoración y la aparición de Papá Noel en los grandes almacenes renuevan su leyenda moderna. Los niños le escriben cartas y le dejan bebida y comida. Mucha gente lo considera la encarnación de un espíritu de entrega y afirma que el descubrimiento de la realidad de Papá Noel por los niños marca el rito de iniciación al mundo adulto.

Pero otros argumentan que la historia de Papá Noel entra en conflicto con el verdadero significado de la Navidad y sólo promueve avaricia y consumismo. A propósito, siempre es bueno releer para esta época del año el inmortal Cuento de Navidad de Charles Dickens, novela publicada por primera vez el 19 de diciembre de 1843 con el título original A Christmas Carol. In Prose. Being a Ghost Story of Christmas, en la cual el avaro y egoísta Ebenezer Scrooge experimenta una transformación radical tras ser visitado por una serie de fantasmas en Nochebuena (una historia que dio lugar a innumerables adaptaciones cinematográficas).

Por eso, y para reconciliar su leyenda con el sentido religioso de la Navidad, los cristianos proponen que se tenga presente que el personaje moderno no es más que el resultado de leyendas sobre un santo cuya vida simboliza el amor, el cariño y la generosidad.

Allá lejos y hace tiempo

Los orígenes más remotos de esta leyenda se remontan a la Roma antigua, donde se celebraban en invierno las fiestas religiosas en honor a Saturno, el equivalente del antiguo dios Cronos de los griegos. A mediados de diciembre había ceremonias religiosas, fiestas y juegos. Durante la Saturnalia, se invertían los papeles de dueño y esclavo, se relajaban las restricciones morales, y se ignoraban las reglas de etiqueta. Al final de las fiestas, los niños recibían regalos de todos los mayores.

Claro que Papá Noel no tenía por entonces un nombre ni un sexo definido, ya que había varios personajes paganos que donaban obsequios. Los niños italianos, por ejemplo, recibían sus regalos de una bruja buena llamada Befana. En Alemania, los obsequios provenían de los ancianos y generosos Berchta y Knecht Ruprecht. En los bosques vascos quien venía con regalos era un gigante llamado Olentzero, y también, según la tradición de cada país, había carboneros, duendes, campesinos de barba blanca, botas altas y gorro de armiño que regalaban cosas a los niños.

Nicolás, un hombre noble

Hasta que entró en escena un hombre de carne y hueso: un sacerdote cristiano de etnia griega llamado Nicolás, que vivió en el siglo IV en Anatolia, en los valles de Licia, en el Asia Menor, actualmente en territorio de Turquía. Era el obispo de Myra y se calcula que nació en el año 280 d.C. y que murió el 6 de diciembre de 345 d.C. Aunque provenía de una familia adinerada, posteriormente donó toda su fortuna a los niños pobres.

De él se cuentan muchas historias, entre ellas la de un padre pobre que no disponía de dote para casar a sus tres hijas por lo cual ellas estarían condenadas a la prostitución. Enterado de esto, San Nicolás entró de noche en secreto por una ventana y dejó monedas de oro en las medias que cada una de las jóvenes había colgado en la chimenea para secar. Por esto y otras nobles acciones, después de su muerte fue santificado y se hizo muy popular, tanto que fue nombrado patrono de los marineros.

Nicolás se convirtió en una de las personas más veneradas por los cristianos de la Edad Media. De él se cuentan cientos de historias, especialmente narrando sus milagros y sus bondades para con las gentes pobres. Tal fue la admiración que sintieron por él que se convirtió en santo patrono de Grecia, Turquía y Rusia. Así, no fue extraño que el recuerdo de los milagros que se le atribuyeron entre los fieles cristianos al llamado “Obispo de los niños” sustituyera a las anteriores figuras paganas portadoras de regalos.

En Oriente se lo conoce como San Nicolás de Myra, pero en Occidente, como San Nicolás de Bari, ya que, cuando los musulmanes invadieron Turquía, los cristianos lograron sacar en secreto sus reliquias (1087) y las llevaron a la ciudad de Bari en Italia. Allí, su fiesta comenzó a celebrarse la noche del 5 al 6 de diciembre con la entrega de regalos a los chicos. La tradición se trasladó más tarde a la Navidad, se difundió por Europa y pasó luego a América.

De aquel nombre original las distintas culturas fueron traduciendo variantes; así, pasó a ser Sinter Klaas –nombre que los angloparlantes americanos pronunciaron Santa Claus– en Holanda y Alemania, y Julenisse en Escandinavia. En Gran Bretaña se popularizó como Father Christmas, que los franceses traducirían en Père Noël o Papá Navidad, de donde deriva el Papá Noel hispanohablante. En Chile se lo conoce como Viejito Pascuero.

De Amsterdam a Nueva York

En 1624, cuando los inmigrantes holandeses fundaron la ciudad de Nueva Amsterdam, más tarde llamada Nueva York, llevaron con ellos sus costumbres y mitos, entre ellos el de Sinter Klaas, su patrono, cuya festividad se celebra en Holanda entre el 5 y el 6 de diciembre.

Precisamente, en un principio, el día de San Nicolás en el que se recibían los regalos se celebró el 6 de diciembre. Pero tras la Reforma religiosa liderada por Martín Lutero, los protestantes alemanes dieron más importancia al Christkindl (Niño Jesús) como donante de regalos el día de su fiesta, el 25 de diciembre. Cuando la tradición de Nicolás prevaleció, se incorporó a la Navidad.

En 1969, el papa Pablo VI suprimió la festividad de San Nicolás del calendario católico como la de otros personajes legendarios cuyas vidas estaban poco documentadas. Irónicamente, el término Christkindl fue evolucionado hasta convertirse en Kriss Kringle, otro apodo de Papá Noel.

Una imagen para Coca-Cola

En 1809 el escritor estadounidense Washington Irving –autor, entre otras obras, de La leyenda del jinete sin cabeza–, escribió el relato cómico y satírico Historias de Nueva York en el que deformó al santo holandés, Sinter Klaas, en la burda pronunciación angloparlante Santa Claus. Más tarde, en 1823, el poeta y pastor protestante Clement C. Moore publicó un poema donde dio cuerpo al actual mito de Santa Claus, basándose en el personaje de Irving.

Pero quien popularizó la imagen de Santa Claus, con su fisonomía de gordo barbudo y bonachón, fue el dibujante alemán Thomas Nast, quien había emigrado de pequeño a Estados Unidos y se había hecho muy famoso como caricaturista político en ese país. En 1863 se le ocurrió la idea de crear un personaje especial para sus historietas navideñas en la revista Harper’s Weekly. El éxito fue arrollador y una nueva imagen de Santa Claus saltó a todas las revistas infantiles y periódicos de su tiempo.

Con todo, en sus comienzos Santa Claus era muy parecido a un gnomo. El propio Nast fue variando esa apariencia hasta 1886, momento en el que su personaje ganó en estatura y comenzó a lucir una barriga prominente y un cinturón ancho. Se cree que Nast se basó en las vestimentas europeas de su época para crear este Santa Claus tan pagano, que nada tiene que ver con San Nicolás de Myra.

A mediados del siglo XIX, el Santa Claus estadounidense pasó a Inglaterra y de allí a Francia, donde se fundió con Bonhomme Noël, el origen de nuestro Papá Noel, quien en un principio tenía parecido físico con Santa Claus, pero vestía de blanco con vivos dorados.

Al siglo siguiente, en su campaña publicitaria para la Navidad de 1930, la empresa multinacional estadounidense de bebidas gaseosas Coca-Cola diseñó un cartel donde se veía una imagen del Santa Claus pergeñado por Nast escuchando los pedidos navideños de niños en un centro comercial. Aunque la campaña tuvo éxito, Coca-Cola encargó al pintor de Chicago, pero de origen sueco, Habdon Sundblom que remodelara la figura de Santa Claus para hacerlo más humano y creíble.

Un jubilado como modelo

El artista, que tomó como primer modelo a un vendedor de dulces jubilado llamado Lou Prentice, hizo que el personaje perdiera su aspecto de gnomo y ganase en realismo. Así, Santa Claus se hizo más alto, gordo, de rostro alegre y bondadoso, ojos pícaros y amables. Además lo dotó de botas negras y su atuendo fue diseñado con los bien conocidos colores oficiales de la marca Coca-Cola: rojo para el uniforme y blanco para los ribetes.

El personaje estrenó su nueva imagen, con gran éxito, en la campaña de Coca-Cola para la Navidad de 1931, y el pintor siguió haciendo retoques en los años siguientes. Muy pronto se incorporó a sí mismo como modelo del personaje, y a sus hijos y nietos como modelos de los niños que aparecían en los cuadros y postales.

Los dibujos que hizo Sundblom entre 1931 y 1966 fueron reproducidos en todas las campañas navideñas de Coca-Cola en el mundo entero.

Renos, chimenea y… ¡Jojojojo!

Con el correr del tiempo, otros elementos se fueron incorporando al personaje, como su inconfundible risa, la técnica de meterse por las chimeneas y su manera de transportarse en un enorme y majestuoso trineo tirado por sus nueve renos: Dasher (Brioso), Dancer (Bailarín), Prancer (Acróbata), Comet (Cometa), Cupid (Cupido), Donner (Trueno), Blitzen (Relámpago), Vixen (Juguetón) y Rudolph (Rodolfo), el último en agregarse al grupo y que ilumina el camino con su nariz roja y brillante.

Y si bien Papá Noel vive en todos lados, y deambula entre el invierno y el verano con una rapidez sólo permitida a la imaginación, tiene su oficina, casi sobre la imaginaria línea del círculo polar ártico, a poco más de 2.000 kilómetros del propio Polo Norte.

Los que se atrevan a realizar el viaje, comprobarán que Papá Noel atiende “en persona” en Rovaniemi, capital de la provincia de Laponia, a 900 kilómetros de Helsinki, capital de Finlandia. En ese país, Papá Noel es ya una industria nacional, a tal punto que se transformó en el cliente más importante del correo estatal: en su propia oficina postal, recibe un millón de cartas por año.

Y para los que no puedan viajar, al menos pueden seguir a través de Google todo el recorrido de Papá Noel en esta Nochebuena haciendo click en el siguiente enlace: https://santatracker.google.com/intl/es/