Por Alejandro Maidana

El Programa Ecuménico de Acompañamiento en Palestina e Israel, nace después de la segunda Intifada como consecuencia de un llamado de las Iglesias locales a que el Consejo Mundial de Iglesias tuviera presencia en la zona.

A partir de allí el programa comienza a trabajar en Cisjordania y allí lo que se realiza en primer lugar, es lo que se denomina “presencia protectora”, que es una forma de acompañamiento internacional para reducir la violencia que sufre el pueblo que vive bajo la ocupación israelí.

Reducir la violación de los derechos humanos a las distintas comunidades de la zona, es una de las invalorables tareas que llevan adelante los voluntarios de este Programa. El trabajo que se realiza es constante y lleva en el territorio 15 años. Los grupos que participan provienen del mundo entero, rotando cada tres meses alrededor de toda Cisjordania. Los reportes de lo que se puede recabar en materia informativa, son enviados a cada una de las organizaciones intervinientes para que las mismas puedan darle el cuso que se merecen.

El Valle del Jordán fue el territorio designado para que Jessica García pueda llevar a cabo su trabajo, allí permaneció entre junio y septiembre del 2017. Para profundizar los detalles de lo vivido, Conclusión dialogó con la voluntaria que sostuvo: “En lo particular me tocó hacer presencia protectora en una comunidad beduina, mi tarea consistía en acompañar a los pastores que llevaban a sus animales a pastorear en su actividad diaria. Ellos debían llevar a cabo su trabajo cerca de un asentamiento israelí, éstos son ilegales frente al Derecho Internacional Humanitario”.

La imposición de la fuerza a través de las armas, es la lógica que aplica el Estado de Israel para proteger a sus colonos, “allí existía un puesto de avanzada, estos asentamientos son ilegales aún ante el derecho israelí, pero esto es muy ambiguo, ya que de no ser por el apoyo del ejército no podrían sostenerse. La necesidad de acceso a los servicios, hace que estos asentamientos se consoliden cerca de puestos militares”.

Al A´ujaá, un territorio ocupado por colonos que lejos está de parecerse a un campamento

“El verano en esa parte del mundo  es muy seco y el acceso al agua por parte del pueblo Palestino está restringido, esto corroborado por Naciones Unidas y Amnistía Internacional. La única parte verde y frondosa fue ocupada por los colonos israelíes, allí tenían sus animales y plantaciones. Debido a esto nuestro trabajo consistía en acompañar a los pastores de la comunidad beduina, lo hacíamos junto a otra organización de derechos humanos israelí que se pronuncia por el fin de la ocupación”.

Cuando los que fijan las reglas son los colonos

Caminar por su tierra hasta encontrarse con una calle como límite geográfico, del otro lado, un asentamiento israelí con sus propias reglas. “Si llegas a traspasar esa calle, rápidamente sos abordada por el ejército que te indica que debés retirarte ya que esa zona está cerrada. Esto sucede cuando el colono se siente “amenazado” por personas que están a kilómetros de ahí y recurre a las fuerzas armadas. La importancia de nuestra presencia tiene su anclaje en que el trato recibido por el ciudadano palestino no sea violento, ya que otra facultad lamentablemente no tenemos”.

Una experiencia que vale la pena destacar, “recuerdo que un día estábamos regresando de pastorear junto a los beduinos de la comunidad caminando sobre la calle, cuando se nos acerca un jeep del ejército impidiéndonos continuar por esa senda, tuvimos que hacerlo por el costado de la calzada donde la presencia de piedras hacía muy dificultoso el andar. Acto seguido un muchacho palestino comenzó a correr montaña abajo desafiando el terreno, una explícita manera de responder ante tamaña demostración de arbitrariedad”, relató Jessica.

Ese tipo de actitudes totalitarias son una constante, espacios que se cierran repentinamente, calles a las cual no existe el acceso para la población palestina. Si bien es muy difícil poder enmarcar el porcentaje de ocupación sionista en Cisjordania, luego del acuerdo de Oslo la misma se divide en áreas, A B y C.

La división consiste en:

– Área A: La Autoridad Palestina tiene el control total sobre la seguridad y sobre asuntos civiles. Esto es el 18% del territorio y engloba las principales ciudades y los territorios de alrededor, sin asentamientos. En teoría los israelíes tienen prohibida la entrada a estas zonas, pero la realidad es otra y pueden acceder con bastante facilidad. Así mismo, las Fuerzas de Defensa Israelíes pueden realizar incursiones para arrestar a personas que viven allí.

–Área B: La Autoridad Palestina tiene el control civil, y palestinos e Israelíes comparten el control militar.  Constituye el 21% del territorio e incluye principalmente pequeñas ciudades palestinas, pueblos y algunas tierras, pero ningún asentamiento.

– Área C: Israel tiene el control civil y militar total. Supone alrededor del 60% del territorio palestino e incluye todos los asentamientos (ciudades, pueblos, barrios), tierras, todas las carreteras que conectan los asentamientos con Israel (exclusivas para israelíes) así como áreas descritas como “zona de seguridad”, que incluye entre otras, todo el terreno adyacente al muro de separación. Hoy en día viven cerca de 400.000 colonos en esta zona y alrededor de 150.000 palestinos, la mayoría beduinos.

“Nuestro trabajo se realiza en el Área C, ya que es la más álgida y arbitraria para la población palestina. En ese lugar tanto las demoliciones como los entrenamientos militares son una perturbación constante. Aquí es donde se puede palpar con asiduidad el avance sostenido de la colonización con el crecimiento de los asentamientos, algo corroborado por Naciones Unidas”, enfatizó la activista.

Cuando se habla de arbitrariedad y ataque a los derechos humanos por parte de Israel, los argumentos son sólidos. “Cuando tenemos una casa nos la demuelen, si tenemos tanques de aguas nos confiscan los mismos, si tenemos electricidad nos confiscan los paneles solares, somos rehenes de sus decisiones”, estos puntos de vista suelen escucharse cotidianamente en la mayoría de los pobladores de las zonas más comprometidas, el objetivo es claro, ir ganándole por cansancio a aquellos que no quieren abandonar su hogar.

Azzun bajo la arbitrariedad de los flying checkpoints

Es tristemente habitual para la población de Azzun que las fuerzas de ocupación cierren los tres accesos al pueblo con operativos militares e instalen flying checkpoints, controles repentinos en la calle principal del pueblo, provocando tensión e indignación en los habitantes. Éstos se diferencian de los demás checkpoints en que no poseen una estructura permanente. Los flying checkpoints han sido, a lo largo y ancho de Cisjordania ocupada, antecedentes para la instalación de controles definitivos.

A fines de marzo, una de las tantas veces que se instaló un flying checkpoint en Azzun, se montó a 100 metros de una escuela, una hora antes de que los niños terminaran la jornada escolar. En consecuencia, para volver a sus casas tenían que cruzar la calle con todo ese operativo militar.

¿Cómo se sostiene la economía del pueblo palestino?

Sobre esto la voluntaria de EAPPI sostuvo: “En el Valle del Jordán las comunidades beduinas en general están relacionadas a familias de pastores, pequeñas empresas basadas en la agricultura, un porcentaje de la población trabaja en los asentamientos israelíes mientras que otros lo hacen en la actividad pública que es la autoridad nacional Palestina”.

Más allá de esto, el índice de desocupación sigue creciendo y esto tiene íntima relación con la ocupación sostenida que viene realizando el Estado de Israel. Las constantes demoliciones, desalojos y persecuciones, hacen de la vida de los y las palestinas una verdadera quimera.

Las demoliciones, una amenaza que altera la vida de aquellos que se ven obligados a migrar

“La demolición implica que venga una topadora y tire lo que hasta hace unas horas significaba un hogar. Previamente a esto existe una orden, ya que para la administración civil israelí estas casas se levantan sin permiso alguno, permiso que resulta una utopía conseguir y las familias necesitan seguir construyendo porque el número de moradores ha crecido”, dijo García.

La ayuda humanitaria trata de proteger a los que se han quedado sin techo, “las organizaciones humanitarias son las encargadas de enviar una ayuda de emergencia, tanto a través de la Cruz Roja como de UNOCHA, Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios. Se entregan tiendas y todo lo que pueda requerir  una situación como la antes mencionada. Después existe la posibilidad de que vuelvan a construir o buscar asilo en algún hogar familiar”.

La triste experiencia de una familia residente en Humsa

Esta comunidad está enclavada en el centro del Valle de Jordán que se encuentra en la cumbre de una colina y muy cerca de un chekpoint, punto de control militar israelí. “Esta familia vive en el punto más alto de la colina, siendo el mismo estratégico ya que se puede observar con claridad el chekpoint de las fuerzas de ocupación. En una oportunidad, la Unión Europea les dona un conteiner para que forme parte de la casa y sirva de habitaciones para los niños.

Esta familia no pudo conseguir más extensiones de los permisos y finalmente le decretaron la demolición. Al ser su construcción anterior a la ocupación israelí no pudieron derribársela, pero tampoco le permiten hacerle arreglos, teniendo así que vivir en una precariedad asombrosa. Por otra parte, y para evitar que el ingreso de topadoras destroce sus corrales ellos mismos se encargaron de desarmar el conteiner que servía de habitación para los más pequeños”.

Las órdenes de evacuación para los entrenamientos militares israelíes

“Las órdenes de evacuación para los entrenamientos militares se hacen con municiones reales, tanques, helicópteros y más, se apoderan de la Zona C de Cisjordania  independientemente de la existencia de comunidades palestinas. De haber alguna se les entrega una orden que los invita a abandonar el lugar para poder realizar el entrenamiento”.

Es menester aclarar que aquellos que no pueden dejar sus hogares por no tener a donde ir, están expuestos a la posibilidad de resultar heridos,  o en el peor de los casos encontrar la muerte.

“Existe un hecho muy triste que se dio con este tipo de situaciones, en una comunidad del norte, una empresa palestina que producía frutas y verduras padeció la destrucción de sus tierras y cultivos debido al entrenamiento. Perdidas muy costosas para la médula de una economía poco consistente y asfixiada”.

Estas prácticas deleznables causan grandísimos problemas psicológicos a los niños y daños en las estructuras de las viviendas debido al entrenamiento con tanques. En todo esto no existe el derecho a reclamar por parte del pueblo palestino.

La crisis humanitaria en Gaza cala hondo en los corazones

Si bien Jessica García no pisó ese territorio tan hostil, le es imposible no referenciarlo, “existe un 50% de desocupación en Gaza, la condición de vida para el pueblo palestino es desesperante. Israel condena a Hamas buscando disciplinar al pueblo en su conjunto, si una persona es culpada de un atentado, se castiga a toda la familia y probablemente a toda la población. Eso implica órdenes de desalojo, demoliciones, retiro de permisos para poder trabajar en Israel, logrando de esta manera  impartir un castigo ejemplar a toda la comunidad, y que obviamente lejos está de ser justo”, contó.

Para finalizar una extensa y muy rica charla con Conclusión, la integrante de EAPPI dejó la experiencia que más la ha marcado en su incursión por las tierras palestinas ocupadas. “Lo que más me impactó fue sin lugar a dudas su resistencia y los lazos solidarios que van tejiendo en su duro camino. El pueblo árabe en general y el palestino en particular, hacen de la hospitalidad una forma de vida, es increíble lo que uno ha recibido. Después de tantos años de ocupación y hostilidad es maravilloso el grado de humanidad que tiene este pueblo. Esto es lo que más me impactó”, concluyó la voluntaria del Programa Ecuménico de Acompañamiento en Palestina e Israel.