Por Germán Mangione

 

El río Paraná es el sexto río de llanura más importante del mundo, y junto a la cuenca del Plata ocupan el área más poblada e industrializada de sudamérica, y es este mismo río Paraná la puerta de entrada y salida a los principales centros económicos de todo el subcontinente.

Su importancia fue el plafón para que en la historia estas aguas sean el teatro de operaciones de las invasiones coloniales portuguesas, francesas, inglesas y españolas, así como de las luchas por la independencia y la soberanía económica y política de nuestros pueblos y sus nacientes estados nacionales.

Estas disputas en nuestro río cuentan con capítulos memorables y fundamentales de la conformación de nuestra identidad nacional, como la Batalla de Obligado y la de Punta Quebracho, o el Combate de San Lorenzo, donde los ejércitos patrios enfrentaron, y vencieron, a los imperios más poderosos del mundo.

Es esa misma privilegiada naturaleza de nuestro río la que transformó al cordón industrial del Gran Rosario en la base del segundo complejo agroexportador más grande del mundo, que en 2021 solo fue apenas superado por el complejo ubicado en New Orleans, Estados Unidos, y que genera y transporta innumerables riquezas.

Pero como en Malvinas, esas riquezas y ventajas naturales que posee y nos regala este maravilloso río marrón, hoy están en manos extranjeras, transformando grandes porciones de nuestros territorios en verdaderos enclaves coloniales que drenan nuestras riquezas hacia las metrópolis imperiales, llevándose con ellas nuestros sueños de prosperidad y desarrollo.

Hoy cuando estamos en las vísperas de conmemorar los 40 años de la gesta de Malvinas donde muchos de nuestros compatriotas y hermanos dejaron la vida, vemos con gran tristeza cómo, lejos de proyectar la recuperación de lo nuestro, se siguen entregando nuestros recursos, y con ellos nuestras oportunidades de ser felices y prósperos como país.

Y está claro que enfrente siempre hubo, hay y habrá enemigos poderosos, que harán todo lo que esté a su alcance para seguir usufructuando lo nuestro en su provecho. Y es por eso que, más allá de los reclamos diplomáticos, la OTAN e Inglaterra no han cedido un centímetro en su política de ocupación colonial en nuestro Atlántico Sur.

Como tampoco las empresas multinacionales de EEUU, China o Europa, como Cargill, Bunge, ADM, Dreyfus, o Cofco (por nombrar las principales) pretenden ceder en el control de nuestro comercio exterior y la definición de las políticas económicas vinculadas a la agroexportación y el control de la navegación del Paraná.

Pero ya sabemos cómo es el imperialismo y el colonialismo, a nadie puede sorprender. Lo preocupante son los socios locales de este saqueo, que disfrazando los intereses coloniales como si fuesen los de las mayorías actúan de voceros de las potencias y sus intereses por estos lares.

Así como gran parte del macrismo en su momento, incluido el mismo Mauricio Macri, despreciaron cualquier reclamo sobre la cuestión Malvinas, y se cansaron de pisotear nuestras ansias soberanas, hoy asistimos a un triste devenir de funcionarios y opinólogos que en acuerdo con los voceros de las empresas multinacionales como la Bolsa de Comercio de Rosario, repiten una y otra vez el verso de que la entrega de la concesión y el control del Paraná nuevamente a manos extranjeras, continuando con el derrotero de los últimos 25 años, es un “buen negocio” para todos y todas los que habitamos este maravilloso suelo.

Estamos ante una oportunidad histórica de marcar un nuevo rumbo en la construcción de nuestra soberanía. Derogando el decreto 949/20, recuperando el control del Paraná y de todos nuestros puertos, acercándonos un paso hacia el control de las riquezas que por allí circulan y hoy nos son completamente ajenas, como las riquezas que Inglaterra explota en el atlántico sur a fuerza de ocupación militar.

Y en el caso del Paraná tenemos la oportunidad de hacerlo incluso casi sin inversión económica, con el pronto vencimiento de la concesión de los puertos y la ya terminada licitación de los trabajos de dragado y balizamiento.

¿Te imaginas? Recuperar una de nuestras mayores riquezas hoy en manos de las potencias con la derogación de un decreto y voluntad política. Parece tan cercano y realizable, como inentendible la negativa de los funcionarios a llevarlo adelante.

Retomando el control del río y poniendo en funcionamiento el control para evitar el contrabando que hoy reina en nuestro comercio exterior, sumado a la recuperación de nuestra flota y nuestra industria naval, nos permitiría además el caudal de fondos necesarios para dar empuje a las reformas que den impulso al crecimiento del empleo y el desarrollo económico independiente que tanto necesitamos. Sin apelar a deudas, ni organismos internacionales como el FMI que hoy intentan imponer un cogobierno en la Argentina a través de los acuerdos recientemente firmados por el gobierno.

Recuperando el control sobre el Paraná tendríamos la oportunidad de frenar también el desastre ambiental que hoy las grandes empresas y potencias que lo usufructúan ven solo como un “daño colateral”, como suelen hacer en cualquier guerra o invasión con las vidas civiles que se roban.

De paso, en paralelo, estamos dejando pasar la posibilidad de (estatización mediante) recuperar un pedacito de nuestro comercio exterior con el caso de la estafa de Vicentín, de la que ni el gobierno nacional ni el provincial parecen acordarse, y del que será su mayor beneficiario nada más ni nada menos que la empresa inglesa/suiza Glencore (ahora Viterra), socia de la estafa de los Padoan/Nardello/Macri, que espera sentada la consumación del robo a los productores y al Banco Nación para quedarse con los activos que le interesan a la vera de nuestro río.

Por otro lado, además de las posibilidades económicas que hoy nos trunca el colonialismo que controla tanto el Paraná como el Atlántico Sur mediante enclaves coloniales, hay que puntualizar el peligro geopolítico que hoy enfrenta nuestra nación.

El retraso (que huele más a cancelación) del desarrollo del Canal Magdalena que permite unir nuestra cuenca del Plata con nuestra costa atlántica, Tierra del Fuego, la Antártida y nuestras Islas del Atlántico Sur, sin depender del permiso de Montevideo y las potencias allí asentadas, nos impide desarrollar una política marítima y costera integral y nacional.

El Paraná y las Malvinas son parte de una misma lucha de nuestro pueblo. No solo por el factor histórico como explica Carlos del Frade “la ocupación de Malvinas fue el prólogo de la llamada Guerra del Paraná en pos del control imperial de puertos y riquezas producidas desde el interior de la Patria Grande. Hoy, entregar el Paraná es también renunciar a Malvinas.“

Sino principalmente por nuestro presente y sobre todo nuestro futuro y el de nuestros hijos e hijas.

Con Malvinas aprendimos muchas cosas. Aprendimos que el imperialismo es capaz de cualquier cosa para mantener sus privilegios e intereses, más allá de lo injustos que sean. Aprendimos también que nuestro pueblo se une en las peleas por las causas justas, a pesar muchas veces de que lo conduzcan inmorales como los que llevaban adelante la sangrienta dictadura, y con motivos e intereses propios, ajenos a los de las grandes mayorías.

Por eso nos seguimos uniendo, y nacen iniciativas como la gran Marcha Federal por la Soberanía que se está gestando para recorrer nuestro país aunando las cientos de voces que se levantan por una patria libre justa y soberana.

Y aprendimos también la importancia de la paz y la democracia.

Pero de la pelea por recuperar el Paraná aprendimos que no es posible la paz ni una verdadera democracia si no somos capaces de administrar y decidir sobre lo nuestro, de tener soberanía sobre nuestros recursos y riquezas.

Y aprendimos también la importancia de la paz y la democracia. Pero con la pelea por recuperar el Paraná aprendimos que no es posible la paz ni una verdadera democracia si no somos capaces de administrar y decidir sobre lo nuestro, de tener soberanía sobre nuestros recursos y riquezas.

Por eso en estos 40 años de Malvinas seguimos convencidos de que la lucha por recuperar la soberanía sobre nuestros territorios y recursos es posible, pero sobre todo es necesaria para un verdadero futuro de paz, democracia y desarrollo.

Vamos por el Paraná, hasta llegar a Malvinas.