Por Alejandro Maidana

Poco más de 300 km son los que separan a Suardi de la ciudad de Rosario. Tierra con una estrecha vinculación a la actividad agrícola, contempla como sus días suelen ser interrumpidos de manera intempestiva por los reclamos de aquellos que no están dispuestos a hipotecar su salud.

Humo del basural, polvillo y ratones que provienen de los silos, agua con arsénico y aplicaciones domiciliarias de herbicidas forman un combo que vienen alterando la paz de aquellos si bien se han acostumbrado al silencio pueblerino, hoy decidieron salir a luchar y a manifestar su indignación.

Es época de cosecha, y los pueblos fumigados lo saben. Cuan quijotes batallan una y otra vez contra un agronegocio que disfrazado de molino de viento, esparce su veneno de manera impúdica encontrando en el Estado refugio seguro para sus prácticas letales. Pero claro, Suardi no solo debe tolerar las aspersiones, el humo de un basural en la zona urbana también golpea con su brazo demoledor.

Hace más de 4 años que los Vecinos Autoconvocados reclaman recibiendo de manera cíclica la misma respuesta de las autoridades comunales. Aseguran que los problemas lejos de resolverse, se profundizan, una situación insostenible para los habitantes que no se resignan a respirar el polvillo con agrotóxicos de los silos y el humo de un basural a cielo abierto.

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Milagros Moreyra es vecina del lugar y una incansable luchadora, no le tiembla el pulso a la hora de ponerse al hombro una serie de reclamos que en un territorio como Suardi suelen condenar a la marginalidad. En diálogo con Conclusión relató: “La lluvia de polvillo rosado <expeller> que proviene de los silos que se encuentra a pocos pasos de las viviendas, cubre las veredas, los ingresos y techos. Estos silos se encuentran a solo 30 metros, y el polvillo de los cereales fumigados que viene por el aire supera la altura de los eucaliptus, sin estos árboles esto estaría muy cerca de emular a las cenizas volcánicas”.

 

Cuando el viento sopla hacia el lado oeste, los habitantes del barrio San Miguel viven una pesadilla de enormes dimensiones. Largas filas de camiones cargados de cereales representan una amenaza tan concreta como impúdica. “Todo es más difícil cuando la gente naturaliza las anomalías que la rodean. El compromiso, la conciencia y la lucha siguen siendo en Suardi la tarea de unos pocos. Debemos no solo llevar adelante nuestra actividad laboral, también editar videos, impulsar ordenanzas, en definitiva hacer de fiscales de aquellos que atropellan leyes y derechos”, sostuvo la vecina.

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“Acá en lugar de cortar el césped, lo rocían con glifosato para quemarlo y que no crezca. Esto se hace a muy pocos metros de la zona urbana, esto está prohibido, pero de no ser denunciado persisten con estas prácticas. La impunidad y la desidia son moneda corriente”.

La preocupación por la ubicación de un pico de agua potable

Los Vecinos Autoconvocados repudiaron la confirmación que realizaron en la apertura del 2° periodo de sesiones ordinarias del Concejo Municipal. La continuación del proyecto del pico de agua potable en lo que fueron tiempo atrás los baños del ferrocarril, recibió las quejas de los moradores del barrio San Miguel. Sostienen que el poder político siente desprecio por ellos, los silos, el polvillo y la manipulación de agroquímicos, han condicionado su cotidianeidad. “En lo particular no me olvido cuando desde el Ministerio de Medio Ambiente en la voz de Jacinto Speranza nos decían <en Suardi está todo mal>.Lamentablemente reconocen la problemática pero la esconden bajo la alfombra”, enfatizó Moreyra.

El futuro pico de agua potable, evidencia a su alrededor la actividad de los químicos que han sido utilizados para que el césped no avance. Cabe destacar que a solo 30 metros del mismo la carga y descarga abiertas de cereales fumigados se muestra como una amenaza tangible. “Las napas de agua después de tanto contacto con los venenos, con seguridad deben tener un índice de contaminación severa”.

Cuesta imaginar que los habitantes de uno de los barrios más postergados de Suardi como lo es San Miguel, deban esquivar camiones que trasportan cereales con la peligrosidad de la fosfina para poder llevar el agua para sus hogares. “Este barrio sigue expandiéndose debido al bajo precio de sus lotes, ya que no cuenta con calles pavimentadas y tiene el infierno a solo metros de cada vivienda. En Suardi las autoridades tienen la cultura de esconder la basura bajo la alfombra. Desde nuestro humilde lugar, seguiremos batallando contra la desidia”, concluyó Milagros Moreyra.