Por Fabio Montero

Inmediatamente después de ayudar a mi hijo con unas tareas de ciencias leo un artículo del pedagogo Francisco Tonucci que dice: “Las tareas escolares no tienen ninguna utilidad pedagógica”. Tonucci es psicopedagogo y dibujante, una eminencia diría mi tía Elvira, y tiene varios libros publicados sobre “el papel de los niños en el ecosistema urbano”. Además, es un conocido de nuestra ciudad porque formó parte del proyecto “la ciudad de los niños” que implementó la Municipalidad de Rosario allá por la década del noventa.

Pero volviendo a las tareas, y sin ánimo de contradecir al especialista, entiendo que el apoyo familiar puede acompañar (no reemplazar) el trabajo desarrollado por los docentes en el aula. Naturalmente, sin dejar de reconocer las dificultades de horario y disponibilidad que tienen las familias al momento de destinar tiempo a estas actividades.

La tarea sobre la investigación en las ciencias ayudó a que el pibito entendiera algunos pasos del pensamiento científico: observación, hipótesis experimentación y resultado, todavía me resuena en la cabeza tantas veces que lo repetimos. El refuerzo hogareño del trabajo del aula, y en este caso porque los resultados fueron favorables, lo acercó un poco más en el tema.

Tonucci, que se encuentra en nuestro país invitado por la Secretaría Nacional de Niñez Adolescencia y Familia (Senaf), dice que el tiempo de la tarea debe dejar lugar al tiempo libre y al juego, “que es lo que está faltando en la vida de niños y niñas,” y que “el juego tiene que ver con crecer y forma parte del aprendizaje de la vida”. Y tiene razón, pero una vez más, una cosa no interrumpe la otra.

Por supuesto que no se trata de cargar en los adultos la instrucción que los niños deben recibir en la escuela, ni que las horas de hogar sean tan intensas como las del aula; un balance adecuado y apenas unas apostillas de ayuda en la casa, pueden poner nuevamente en carrera al jugador desmotivado.

Aún así, no hay que confundir las tareas que necesariamente el niño debe realizar en la escuela con las que forman parte de la educación no formal que realizan los padres.

Por otra parte, la tarea es un ordenador en la vida cotidiana. La psicología Social considera que cuando alguien está en tarea está centrado en su objetivo. Además, cumple una función subjetivante en cuanto ampara y transmite el discurso del docente y de los padres en su rol de adultos.

Tonucci sostiene que hay que dejar de insistir con las tareas tradicionales porque están aburriendo a los niños, “están cansando” asegura. Otra vez tiene razón, pero (y siempre que hay un pero hay una discrepancia) la premisa chicos aburridos / chicos cansados no es únicamente patrimonio de la escuela, porque remite a una forma de vida en la que los estímulos incrementan cada vez más lo que el filósofo Sur Coreano Byung-Chul Han llama la “obligación de actuar”.

Hoy todo es cortoplacista, una conectividad sin límites que fagocita el tiempo y el espacio, una rutina acelerada donde se ha perdido la capacidad de esperar. En este contexto, el aburrimiento es la respuesta lógica. Los chicos se aburren, pero no sólo en la escuela, se aburren hasta cuando están haciendo algo.

En este contexto, es imposible que la escuela tenga previsto dispositivos “anti aburrimiento” porque el aburrirse no tiene límites en esta “modernidad líquida” y además, porque por más esfuerzo pedagógico que se haga igual los pibes se van a aburrir.

Con esto no quiero decir que la escuela no necesite cambios, eso ya lo sabemos hasta el hartazgo, tampoco digo que algunos dispositivos no sean aburridos, porque eso también lo hemos padecido como alumnos, sólo sugiero que cuando pensemos en estas cosas nos preguntemos qué rol deberían cumplir las instituciones.

En todo caso, el debate es de forma y fondo, es decir de la forma de enseñar (dispositivos tecnológicos, recursos didácticos, actividades para compartir conocimientos, etc.) y de los contenidos necesarios para alcanzar conocimientos complejos sobre las distintas materias, competencias educativas y pensamiento crítico.

Tonucci dice en una nota periodística que “la escuela debería renunciar a las aulas y pensarse como talleres y laboratorios”. “No sé si es fácil imaginarla, pero la idea es que todos los espacios se transformen en lugares donde se hace una cosa. No la clase donde se hace de todo” sostiene. Por otro lado, el pedagogo Jorge Larrosa dice que la escuela educa para el mundo, es decir “para todo”. Creo que por este contrapunto pasa el debate. Y en el medio, las tareas escolares.