Muchas veces sentimos que la rutina nos pasa por encima, que los días transcurren volando y que contadas veces realizamos cosas que nos gratifiquen y nos llenen el alma. Una y otra vez nos proponemos cambiar la forma de vivir pero el trabajo, las obligaciones tomadas, y la ya “armada vida” no nos  lo permite.

Pero los rosarinos Gabriela Fisicaro (37) y Diego Carletti (34) se animaron a darle un giro rotundo a sus días. Conclusión dialogó con ellos para conocer como transcurren los días de esta familia que ya lleva recorrido más de mil kilómetros en bicicleta.

“Hace tres meses teníamos una vida normal, si esa palabra sirve para definirla. Ahora somos viajeros en bici o cicloviajeros que vivimos de forma distinta. Pero el proyecto no fue una idea tomada a la ligera, fue un proceso”, comentó Gaby como prefiere que la llamen.

“A mediados del 2016, la primera de nuestras bicicletas llegó y con ella la idea que la vida <normal> estaba agotada y no era una vida vivida, sino transcurrida. La misma pasaba y pasaba, siempre corriendo atrás de una zanahoria distinta, pero zanahoria al fin. Esa normalidad rutinaria nos consumía la vida sin vivirla”.

Un vehículo que cambiaría sus vidas para siempre, “la bicicleta nos abrió los ojos, nos hizo ver que otra forma de vida era posible. Vivirla de una manera nómade, donde la bici es el medio, en la que no existen rutinas, días, horarios ni nada que pre establezca nuestros días”, expresó con alegría Diego Carletti.

El proceso de lograr el tan ansiado cambio los llevó a interiorizarse sobre el tema, conseguir el equipamiento adecuado, aprender mecánica de bici y prever cómo hacer sostenible el viaje.

“Nos llevó más de 2 años preparar todo, nuestra cabeza inclusive, y deshacer lo armado en los 8 años de convivencia que llevábamos juntos. No fue tan difícil desprendernos de los mobiliarios ya que como vienen se van, pero nuestro hogar tenía a nuestras mascotas, que no son objetos, sino integrantes de la familia. En aquel momento no existió ninguna duda, se venían con nosotros. Ellos son tres, Jazmín, Gurisa y Flaco que hicieron su proceso para convertirse en viajeros también”, indicó Diego.

Más de 1000 Kilómetros recorridos y un sinfín de anécdotas que los acompañan, “nuestra vida no es una vida de vacaciones o turismo. Somos nómades y es por eso que nos movemos, lo más lindo que tiene el viaje no es esa foto de turista sino el conectar nuevamente con todo lo que tenemos alrededor y socializar”, relató Gaby.

Ahora la pareja y sus tres perros están en Barra de Valizas, Uruguay. Prontamente las rutas los llevarán al país hermano de Brasil, meses de anécdotas y lugares maravillosos han podido contemplar esta familia rosarina. “No podría dejar de recordar las estadías en: Victoria, Nogoyá, Gdor. Sola, Caseros y Colón, Entre Ríos. También fue maravilloso el trato de los uruguayos en: Young, Palmar, Andresito, Estancia La Estiria, Trinidad, Parque del Plata, Pinamar, Punta Colorada, La Barra y La Pedrera”.

En este viaje todo es impredecible,  los lugares para dormir también. “Hemos pasado la noche en una radio en Caseros, Entre Ríos, las boleterías de un estadio de fútbol, entre otros. El mal clima muchas veces se avecinaba y nuestra carpa endeble no era garantía, por eso y gracias a la gentileza de muchas personas pudimos dormir  en lugares seguros”.

Muchas son las anécdotas y sin dudas muchas de ellas quedarán fuera de los relatos, “en estancia La Estiria, otra vez el viento nos ganó, quedamos en la puerta de la misma parados en la ruta. El capataz del campo, Cristian, nos dijo que allí no iban a dejar a nadie tirado. Eso significó que teníamos lugar para acampar, un buen pedazo de cordero para asar y riquísimas galletas de campaña. Soñado atardecer en el campo, en un lugar que ni sabíamos que existía”.

Las  historias de los viajeros encuentran miles de vivencias en su andar. “Nosotros viajamos con tres perros, creíamos que iban a ser un cierto freno para hacer nuestras propias historias. No pusimos la vara muy alta porque eso sólo conduce a frustraciones”.

“Con tres meses de viaje, lo más rescatable es la solidaridad y cariño con el que te recibe la gente a cada pedal que recorremos. En todos lados se han brindado por completo y, más de una vez, se han superado ampliamente las necesidades que teníamos. Los perros nunca fueron una barrera para nada, en todo lugar que estuvimos ellos también fueron recibidos plenamente. La gente nos valora mucho que no hayan sido “descartados” de nuestra nueva vida como los mobiliarios, aunque muchas veces se usan las mascotas como objetos de ostentación”, recalcó Diego.

Para concluir, la pareja dejó una sentida reflexión: “Salimos a buscar vivir y lo estamos haciendo plenamente. Es maravilloso sentirse parte de la naturaleza, cuando avanzamos experimentamos todo lo que nos rodea, calor, humedad, viento, olores, todo. Interactuamos con el medioambiente del que somos parte. También el viaje tiene sus cosas, días sin bañarnos, mucha mugre a cuesta, inconvenientes con la carpa, bicicletas, trailers, etc. Es parte de la vida que se vive, no tenemos nada bajo control, nunca”.