Por Florencia Vizzi

La enfermedad de Silvina Luna y su penosa muerte ha dejado mares de reflexiones, comentarios, lágrimas, indignaciones y protestas, y los medios de comunicación y redes sociales han sido el escenario donde toda esa espuma sin sustancia arrasó, superficialmente. Puede resultar una paradoja, ya que son esos los principales escenarios que, sistemáticamente, impulsan e instalan los modelos y estereotipos sobre la belleza y la corporalidad de las mujeres. Y también donde se las critica y ridiculiza cuando no responden a esos cánones, haciéndoles creer que hay algo muy malo en ellas y sus cuerpos, y que están obligadas a cambiarlos para encajar, aunque en eso se vaya la vida. Una mujer que no encaja en el ideal de belleza socialmente impuesto, pasará gran parte de su vida, sino toda, sufriendo por lo que no es y tratando de serlo. Y alimentando además, la multimillonaria industria que se parapeta detrás de los rostros sin arrugas y los pechos turgentes. Violencia estética. 

El concepto de violencia estética ha sido desarrollado ampliamente por  la socióloga, poeta y escritora venezolana, Esther Pineda G., autora del libro «Bellas para morir» (entre tantos otros). «La violencia estética se caracteriza por ser sexista, racista, gordofóbica y gerontofóbica porque exige feminidad, blanquitud, delgadez y juventud», señaló en diálogo con Conclusión, a propósito del caso de Silvina Luna. «Les hace creer a las mujeres que ellas son las que están mal, haciéndolas sentir culpables, haciéndoles sentir vergüenza, diciéndoles que solo hay unos cuerpos válidos y bellos y que, para acercarse a esa belleza y valoración social, deben modificar sus cuerpos».

Mi cuerpo, tu cuerpo, nuestros cuerpos: ¡presión presión presión!

«Todas las mujeres, con independencia de sus características físicas, de su clase social, de su pertenencia étnico-racial, de su edad, en algún momento han sentido, han vivido, han experimentado la violencia estética, la inconformidad y el malestar con su imagen y con su corporalidad», señala Pineda. «Esto ocurre porque no tiene que ver con la imagen de una persona en lo individual, sino que tiene que ver con todo un sistema social que construye y establece unos modelos, unos ideales de belleza  y que exige de manera exacerbada esos ideales y esa belleza en las mujeres, en el contexto de una sociedad patriarcal»

Esther Pineda G. – Socióloga

Pineda desgrana este argumento, apuntando que aquellas mujeres que se adecúan un poco más a estos modelos pueden, en determinados contextos, obtener ciertos beneficios,  en cuanto a visibilidad, atención o en oportunidades laborales y económicas. Pero, al mismo tiempo, esto también les juega en contra, porque genera un alto índice de exposición en torno a su corporalidad y que las expone al juzgamiento, a la mirada externa,  a la crítica y al acoso por su imagen, presión que por supuesto se exacerba porque tienen la necesidad de responder a esos ideales de belleza, cada vez más,  para satisfacer esa mirada de las y los espectadores.

«Se suma además, la presion de la industria de la belleza y de los medios de comunicación que cada vez más exigen que encaje en esos modelos, y que modifiquen su imagen corporal para permanecer en esos espacios. Incluso muchas de estas mujeres que hacen vida en los medios de comunicación, son utilizadas y presionadas por la industria de la belleza e impuestas como modelos de aleccionamiento y de direccionalidad hacia dónde debe ir la belleza, los cuerpos, la imagen, los rostros de esas otras mujeres que son las que están del otro lado de la pantalla», argumenta la socióloga.

Mujer, mujer, juzgada serás: la responsabilidad social

«Las mujeres son juzgadas siempre. Las mujeres son juzgadas cuando no responden al ideal de belleza, cuando sus cuerpos y sus rostros, su imagen en general, no se adecúa a los estereotipos que nos han impuesto. Un imaginario que nos obliga a ser blancas, a ser delgadas, a ser jóvenes y a ser femeninas. Y no se exige uno de estos criterios, sino todos ellos. Entonces, toda mujer que en algún momento no responda a ellos  siempre va a ser interpelada por su imagen y su corporalidad y presionada para responder a esos ideales.

Pero parece que este sojuzgamiento no basta. Entonces,»cuando, después de ser presionadas para encajar en ese cánon de belleza. deciden realizaser alguna modificación sobre sus cuerpos para acercarse a ese ideal, también son cuestionadas, criticadas y ridiculizadas, son señaladas en los medios de comunicación y en las redes sociales.» Son expuestas no solamente por espectadores, sino también por profesionales de la comunicación que reproducen estos prejuicios y estereotipos en sus narrativas».

Asimismo, apunta Pineda, no solamente son juzgadas en estos contextos, sino también cuando, como consecuencia de la realización de estos procedimientos estéticos, enferman o mueren, como ha sido el caso de Silvina Luna.  También son señaladas y culpabilizadas, responsabilizadas por esa muerte. Se insiste en el «ella se lo buscó, se puso en riesgo, no averiguó lo suficiente».

La socióloga y escritora enfatiza que es importante tener en cuenta que esto es parte de la estructura patriarcal. Ese imaginario en el que las mujeres siempre son culpables, las mujeres siempre son responsables de lo que le ocurre, aún en el peor de los casos, aún en el peor de sus sufrimientos. Siempre son responsabilizadas y señaladas, y nunca es cuestionado o interpelado lo que las llevó a determinadas situaciones y a determinados contextos.

En ese sentido, remarca que no hay cuestionamientos a la multimillonaria industria de la belleza, la publicidad o los medios de comunicacion. «Y tampoco lo hay a las narrativas, a las prácticas y comentarios que hacemos en todos los ámbitos de la vida, en el contexto familiar o de pareja, o en los grupos de pares, comentarios que muchas veces empujan a las mujeres a esas prácticas»

Pineda pone el acento en la responsabilidad social. «Estos procesos parecen individuales, porque la mujer va y se realiza el procedimiento y sufre las consecuencias del mismo. Pero es un hecho social, porque fue empujada a hacerlo como consecuencia de esas narrativas y de esas prácticas sociales y colectivas, porque la reacción sobre sus cuerpos es social y las repercusiones de las consecuencias, como en este caso, también tiene impacto en la sociedad»

Hay distintos niveles de responsabilidades, la de la sociedad que empuja a la mujer a realizarse estos procedimientos, la del profesional que, con intencionalidad y conocimiento, aplicó una sustancia inadecuada en un acto de «intrusismo médico y de ejercicio ilegal de la medicina porque esta persona no es cirujano plástico, lo cual constituye un delito. Hay responsabilidades en distintos niveles. Silvina ha sido víctima de violencia estética en sus diferentes dimensiones.

Los medios de comunicación han sido uno de los principales agentes de socialización que más han contribuido a instalar los prejuicios y estereotipos sobre la belleza y sobre la corporalidad. Han sido uno de los escenarios, donde más se han difundido estos ideales y donde más se ha realizado y se ha ejercido esta presión sobre las mujeres y sus cuerpos, donde constantemente es señalada su imagen, donde es exhibida como un objeto de consumo y de ornamento, donde son ridiculizadas y expuestas aquellas que no responden a ese canon de belleza. También son el espacio donde principalmente se nos promueven y se nos vende toda esta industria de las bellezas y los productos y servicios que nos ofrece.

Esto se propfundiza en el contexto de la hiperconexión porque este bombardeo y esta presión antes provenía de los medios de comunicación tradicionales, pero cada vez más lo hacen desde las redes sociales, donde hay una conexión constante, permanente, no solamente una sola red sino múltiples redes sociales.

En este contexto, entonces, es importante que los medios tomen dimensión del impacto que tienen,  de la responsabilidad que tienen al respecto y comiencen a generar otro tipo de contenidos, otro tipo de productos, con mayor diversidad  étnica, etaria y  corporal, que les permita a las niñas y mujeres reconocerse en esa diversidad y comience a desmontar ese imaginario de que la belleza es una sola.