Cuatro atentados suicidas y disparos de obuses en Irak dejaron por lo menos 22 muertos y 70 heridos en las ciudades de Bagdad y Basora este lunes, según informaron responsables sanitarios y de seguridad.

En la ciudad del sur del país, Basora, fue donde tuvo lugar el ataque más sangriento, donde un kamikaze se inmoló en la calle, provocándole la muerte a cinco personas e hiriendo a otras diez.

El gobernador de allí, Majid al Nasrawi, aseguró a la prensa que fue el Estado Islámico el autor del hecho, por «el revés sufrido en el oeste», en una intención de «desplazar la batalla hacia el sur», de donde provienen una gran parte de las tropas yihadistas.

Este tipo de atentados, con bombas, son raros en el sur de Irak, región de mayoría chiita y de difícil acceso para los grupos yihadistas sunitas.

En el norte de la capital iraquí se produjo otro de los ataques, donde un kamikaze atacó un puesto de control conjunto con la policía y el ejército. Los dos restantes fueron dirigidos contra las fuerzas paramilitares progubernamentales de Hashed al Shaabi en una calle de Mashahda, en el norte de la capital, y en un restaurante de la ciudad de Nasiriya.

Estos ataques, que dejaron diez muertos, no fueron tampoco reivindicados aún, pero fuentes locales aseguran que el Estado Islámico ataca recurrentemente.

Además de los atentados suicidas hubo también disparo de obuses de mortero a viviendas en Abu Ghreib, al oeste de Bagdad, que dejaron como saldo dos personas muertas. Otro ataque en la provincia de Anbar terminó con la vida de cinco miembros de las fuerzas gubernamentales.

El grupo yihadista Estado Islámico había conquistado grandes extensiones de territorio en el norte y oeste de Bagdad en 2014, pero a día de hoy las autoridades iraquíes recuperaron terreno con el apoyo de una coalición militar internacional liderada por Estados Unidos.