Tras la multiplicación de los problemas del servicio de subtes de la ciudad de Nueva York, ya se hizo imposible ignorar las falencias del sistema. Un tren de la línea Q descarriló en plena hora picoen el sur de Brooklyn.

Un incendio en las vías de la línea A en Alto Manhattan terminó con nueve pasajeros hospitalizados. Un tren repleto de usuarios se descompuso en medio de un túnel del centro de la ciudad, por lo que cientos de personas quedaron a oscuras y sin aire acondicionado durante casi una hora.

Mientras el calor de los cuerpos apiñados empañaban las ventanillas, los pasajeros golpeaban las paredes y rasguñaban las puertas en una escena que parecía salida de una película de terror basada en hechos de la vida real.

En junio, después de que otro descarrilamiento dejó 34 heridos, el gobernador Andrew M. Cuomo declaró que el sistema estaba en «estado de emergencia». Pero los problemas que acucian actualmente al subte tardaron años en gestarse, y habrían podido evitarse si las personas con poder de decisión hubieran priorizado los intereses de los pasajeros y las operacione diarias por sobre los proyectos rimbombantes y los artilugios financieros.

Un análisis de The New York Times revela en términos crudos cómo crecieron las necesidades de un sistema sobrecargado y vetusto mientras la ciudad y los políticos del Estados desviaban constantemente los fondos para resolver esos problemas.

Poco mantenimiento

Los centenarios túneles y las vías se están viniendo abajo, pero, más allá del ajuste por inflación, el presupuesto de la Autoridad Metropolitana del Transporte (MTA, según sus siglas en inglés) para el mantenimiento del subte apenas cambió en los últimos 25 años. Los problemas de señalización y las fallas en los equipos de los trenes ocurren el doble de veces que hace una década, pero se recortaron cientos de puestos de trabajo en mecánica porque no hay suficiente presupuesto par pagarlos, aunque la compensación total promedio para los gerentes que operan en el subte creció hasta cerca de 300.000 dólares por año.

La cantidad diaria de pasajeros se duplicó con relación a las dos últimas décadas y alcanza los 5,7 millones de usuarios, pero Nueva York es la única metrópoli mundial que tiene actualmente menos kilómetros de vías de los que tenía durante la Segunda Guerra Mundial.

Texto: Brian M. Rosenthal, Emma G. Fitzsimmons y Michael LaForgia.

Fuente: The Newe York Times en diario La Nación.

Foto: EFE.