En medio de las tensiones pese a la retirada de las tropas de Rusia, los negociadores ucranianos, rusos y separatistas no lograron concretar una tregua en el este de Ucrania ante la aproximación de la Pascua ortodoxa, anunciaron este jueves los mediadores de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).

«Lamentablemente, no se ha concluido ningún acuerdo», indicó en un comunicado el organismo que se encarga de ser mediador de conflictos entre los Estados miembros.

La delegación ucraniana subrayó que las discusiones fueron «constructivas» y que «las consultas proseguirán», según el portavoz del grupo, Oleksi Arestovich, citado por la agencia de prensa Interfax-Ucrania.

Moscú culpó a Kiev de haber «bloqueado sus propuestas sobre mecanismos para prevenir violaciones a la tregua», a través de su representante, Boris Gryzlov.

Desde comienzos de 2021, los choques entre las fuerzas ucranianas y los separatistas aumentaron tras una tregua ampliamente respetada durante la segunda mitad de 2020.

Unos treinta soldados ucranianos fueron abatidos desde el 1 de enero, contra 50 en total en 2020.

Moscú y Kiev han mantenido un vínculo históricamente tenso, desde el inicio de la URSS.

Esta relación se complicó aún más en febrero de 2014 cuando, tras meses de masivas protestas atizadas por Estados Unidos y la Unión Europea, el entonces presidente ucraniano y aliado de Moscú, Viktor Yanukovich, fue derrocado y reemplazado por un Gobierno tecnócrata aliado de las potencias occidentales.

Este giro desató un levantamiento separatista en la estratégica Península de Crimea, donde Rusia mantuvo su principal base naval aún después de la independencia ucraniana.

Con la ayuda de un desembarco camuflado de militares rusos, esta región fue anexada por el Kremlin apenas un mes después, lo que desató un enfrentamiento diplomático con las potencias occidente y una lluvia de sanciones contra Rusia que aún continúan.

En medio de este contexto de tensión, dos provincias del este ucraniano, lindantes con el oeste del territorio ruso, se levantaron en armas e intentaron también unirse a Rusia.

Moscú no apoyó el intento, pero declaró legítimos sus reclamos contra el nuevo Gobierno ucraniano, que hoy pide ingresar a la alianza militar occidental de la OTAN.

Desde entonces, partes de esas provincias siguen en manos de separatistas prorusos y el conflicto sigue, aunque los combates son más esporádicos.

El mes pasado, la movilización de tropas rusas hacia esa zona fronteriza hizo temer en Estados Unidos, Europa y en Ucrania una reactivación del conflicto armado.

Sin embargo, el ministro de Defensa ruso, Serguei Shoigu, anunció el inicio de la retirada, que se prolongará hasta el 1 de mayo, de todas las tropas desplegadas en Crimea y en el oeste del país.

«No veo que esta retirada haya ayudado a mejorar la situación. Más bien, eliminó los riesgos de expansión de la guerra», indicó una fuente próxima a la presidencia ucraniana.

Pese a la retirada, la tensión se mantiene y Moscú no da su brazo a torcer.

Ayer, el canciller de Rusia, Sergei Lavrov, advirtió que la posible modificación de los Acuerdos de Minsk (un pacto signado en 2014 en la capital de Bielorrusia para poner término al conflicto en el este de Ucrania) «podría provocar un baño de sangre».

En una entrevista con la agencia de noticias rusa Sputnik, el jefe de la diplomacia rusa acusó al Gobierno del presidente ucraniano, Vladimir Zelenski, de buscar invertir el orden de implementación de los acuerdos.