El Gobierno libio en Trípoli, reconocido por la ONU, y su enemigo declarado y hombre fuerte de Libia, el mariscal Jalifa Hafter, se acusaron mutuamente hoy de haber roto el alto el fuego pactado ayer.

Según el gobierno de Acuerdo Nacional en Trípoli, la fuerzas de Hafter desencadenaron anoche varios ataques contra los barrios de Saladino y Wadi el Rabie, apenas minutos después de la entrada en vigor del alto el fuego.

Sin embargo, Hafter aseguró que fueron «milicias del GNA las que violaron la tregua en múltiples frentes con todo tipo de armamento, artillería incluida». Ayer, Hafter había aceptado el alto el fuego propuesto por Turquía y Rusia, en pos de recuperar las negociaciones de paz luego de 10 meses de intensos combates con el gobierno en Trípoli.

En un comunicado enviado a los medios, el portavoz del llamado Ejército Nacional Libio (LNA) de Hafter, coronel Ahmed al Mismari, informó ayer que las tropas pusieron fin a sus operaciones en la ciudad de Sirte y el resto de frentes a la medianoche, y sugirió que cualquier hostilidad después de esa hora sería responsabilidad de las milicias vinculadas al GNA y su aliado, la ciudad-estado de Misrata.

En tanto, el líder del gobierno reconocido por la comunidad internacional, Fayez al Sarraj, puso ayer como condición para llegar a una tregua que Hafter retire las tropas que asedian Trípoli desde hace meses y dio la bienvenida «a las iniciativas de Rusia y Turquía para declarar el alto el fuego».

Finalmente y pese a las denuncias de esta mañana, ambos bandos se comprometieron a respetar, en la medida de lo posible, el alto el fuego, mientras Naciones Unidas reiteró su compromiso para asistir a las partes enfrentadas.

Por su parte, Turquía y Liga Árabe celebraron hoy el alto el fuego entre las partes y les pidió que acaten el cese de las hostilidades.

La organización regional también les solicitó que muestren «buena intención respecto a los esfuerzos realizados para reanudar la vía política» para resolver el conflicto.

El conflicto armado en Libia ya se cobró la vida de 1.500 personas, entre ellas unos 300 civiles, y obligó a más de 100.000 a abandonar sus hogares. Aunque la guerra ya lleva muchos años, el 4 de abril pasado, la situación en el país se agravó severamente.

Hafter, que tutela el Parlamento electo y el gobierno no reconocido de Toubruk, lanzó una ofensiva para intentar hacerse con el control de la capital libia.

A Hafter, entrenado por la CIA durante su exilio en Estados Unidos, lo respaldan económicamente Arabia Saudita, Egipto, Francia, Rusia y Emiratos Árabes Unidos, mientras que el GNA cuenta con el apoyo de la ONU y una alianza militar y económica con Qatar y Turquía, con quien Libia firmó un pacto específico de seguridad.

Los enfrentamientos volvieron a recrudecer a principio de año, cuando una operación del LNA de Hafter quebró las defensas estratégicas de la ciudad de Sirte y colocó tropas a menos de 100 kilómetros de la ciudad de Misrata, último muro de defensa de la capital.

Ankara anunció el domingo pasado que enviará tropas y drones a Misrata para supuestamente garantizar el alto el fuego, mientras que Rusia mantuvo durante toda la semana el despliegue de mercenarios privados para reforzar una guerra asimétrica y de alto valor estratégico a las puertas de Europa.