El fallecido creador de Apple, Steve Jobs, obligaba a su hija mayor, Lisa Brennan-Jobs, a presenciar momentos en los que besaba, acariciaba en los pechos y mantenía relaciones íntimas con su madrastra.

Según reveló en una entrevista en The New York Times, Brennan-Jobs no podía salir de la habitación por orden de su padre para que presencie la situación mientras le decía: “Quedate aquí, tenemos un momento familiar, es importante que intentes formar parte de esta familia”.

Las declaraciones de la hija de Jobs, corresponden al libro que publicó de sus memorias en el que también relató que el día en el que se enfermó, le dijo que olía a inodoro.

Jobs negó la paternidad de su hija durante 7 años, en los que Chrisann Brennan sacó adelante a su hija. En su herencia, sin embargo, le dejó varios millones de dólares, con los que ella asegura que se ha dedicado a mantener a su madre.

Brennan-Jobs admite que tuvo miedo de su padre pero a la vez que sintió su amor como una descarga eléctrica. Y para darle un toque de humanidad, afirma que en realidad era un «torpe» en algunas situaciones. Observando la vida que tiene ahora con su esposo y la forma en la que este se relaciona con sus hijas, asegura que así es como le hubiera gustado ser a su padre: pendiente, sensible y vivaz.

A pesar de todo, la periodista asegura que su padre nunca mostró intenciones sexuales con ella. La madre de Brennan-Jobs, Chrisann Brennan, cuenta que Jobs solía ridiculizar las relaciones sentimentales de su hija.

Lisa Brennan-Jobs insiste que no quiere condenar a su padre y explica que con el relato busca aliviarse de la vergüenza que sintió de niña, recordando los episodios espontáneos y de júbilo como cuando apareció por sorpresa durante un viaje escolar a Japón. Jobs murió tras una batalla contra el cáncer. En el libro escribe que su progenitor le pidió perdón antes de fallecer por no haber pasado más tiempo con ella, por olvidarse de su cumpleaños y por no devolverle las llamadas.