Durante 11 días, desde el pasado 8 de septiembre, cuando se conoció la noticia del deceso de la reina Isabel II, el mundo entero ha sido testigo de los ritos y funerales contemplados por el protocolo de la monarquía británica. De hecho, en Argentina han copado la tapa de algunos diarios y sido objeto de transmisión, de la mañana a la noche en continuado, de varios canales de televisión. Mucho se ha dicho del legado de la monarca fallecida y se ha enumerado decenas de anécdotas, pero muy pocos han sido los que han puesto el foco en el otro legado, el que no se refleja en los medios pero que se escribió con sangre y fuego a lo largo de la historia británica y de la porción que esa historia que le corresponde a Isabel II.

Crímenes en nombre de la reina

Entre 1952 y 2022, Isabel II tuvo a su disposición un colosal aparato de dominación que rapiñó diversos territorios y dejó cientos de miles de víctimas en los cinco continentes.

En 1952 se dio la revuelta de Mau Mau, en Kenia. Para aplastarla, los soldados del reino perpetraron abusos incalificables, torturaron y  asesinaron a centenares de ciudadanos kenianos en un brutal derramamiento de sangre que se extendió hasta 1961. Mucho de lo ocurrido allí se reveló tras la salida a la luz de los Archivos migrados del ministerio de exteriores británico, más de setecientas cajas de documentos clasificados que describen la barbarie con lujo de detalles.

En 1953, Gran Bretaña ordenó el derrocamiento del líder elegido democráticamente en la entonces Guayana Británica, hoy Guyana independiente. Mandó buques de guerra y tropas y suspendió su constitución interrumpiendo así el  plan de nacionalizaciones del gobierno.

También en 1953 propició el derrocamiento del primer ministro de Irán, Mohammad Mosaddeq, quien había nacionalizado el petróleo. Además, con un sistema codificado que utilizaba la BBC, alertó al Sha (monarca iraní) de que el gobierno había caído para facilitar su regreso al poder. La operación tuvo la participación de la CIA que colaboró con el M16 (espionaje británico).

Entre 1950 y 1953 participó de la Guerra de Corea con más de 80.000 soldados para colaborar con Estados Unidos.

Antes que los Estados Unidos lo hicieran en Vietnam, los británicos utilizaron en llamado Agente Naranja (napalm) el conflicto con Malasia, que se extendió hasta 1960.

El 30 de enero de 1972 protagonizaron en Irlanda el tristemente célebre Domingo Sangriento, en el que un regimiento de paracaidistas del ejército británico asesinó a 13 civiles durante una manifestación pacífica en Irlanda del Norte, en Londonderry, una zona de predominio católico.

Según consigna el historiador, periodista y escritor, Gustavo Veiga, los primeros 20 años del reinado de Isabel II estuvieron «impregnados de este tipo de intervenciones militares violentas». Ya con Margaret Thatcher como primera ministra, Inglaterra es responsable de 649 soldados argentino muertos en la Guerra de Malvinas, casi la mitad de ellos asesinados en el hundimiento del crucero General Belgrano, un crimen de guerra nunca castigado. A 40 años de esa guerra, los británicos siguen sin reconocer ni escuchar los reclamos de Argentina sobre las islas.

También fueron parte de campañas bélicas en Irak, (en alianza con George Bush), Afganistán, Libia y Yemen. Inglaterra es, además, un engranaje clave de la Otan, lo cual implica un podería ilimitado y una gran capacidad de daño. El reinado de Isabel II tiene un legado innegable: el derramamiento de sangre de naciones sometidas en todos los continentes, sangre sobre la que históricamente construyeron su poderío económico y sentaron las bases del imperio. A día de hoy, hay aún 14 países bajo el dominio británico sin contar a los que integran el Commonwealth, un total de 54 países con lazos históricos con el Reino Unido.

En el año 2011 se descubrieron 307 cajas de documentación confidencial con pruebas precisas que daban cuenta de que el gobierno ingles hizo desaparecer archivos en sus excolonias para no dejar rastros de la política criminal desplegada en esos países. Dichas cajas fueron encontradas en la sede del  Ministerio de Asuntos Exteriores Británico, el Foreign Office, en Hanslope Park, Buckinghamshire. Los hechos se difundieron como «Operación Legado»,  un programa de destrucción sistemática de documentos que se aplicó desde finales de la Segunda Guerra Mundial hasta los primeros años de la década de 1960 en 37 territorios ocupados.

Según detalla Veiga, entre la documentación recuperada, se encontró un telegrama de fecha 3 de mayo de 1961, firmado por Iain Macleod, jefe de la Oficina Colonial del Reino Unido, con destino a todas las embajadas británicas. En el mismo se explica como rescatar documentación de países recientemente independizados para ocultarlos de los nuevos gobiernos.

Vale recordar que, en el continente americano, la ocupación británica comenzó en 1607, en Jamestown (Estado Unidos) donde se fundó el primer asentamiento de las 13 colonias y se perpetúa hasta la actualidad, con la ocupación de las Islas Malvinas.

También vale recordar que, a día de hoy, hay catorce territorios bajo la soberanía de la Corona británica. Se trata de colonias que no se independizaron o que votaron para seguir siendo territorios británicos. Diez de esos territorios —todos excepto las posesiones en la Antártida, el Territorio Británico del Océano Índico, las islas Georgias del Sur y Sandwich del Sur, y Acrotiri y Dhekelia (dos bases militares en Chipre)— se encuentran en la lista del Comité Especial de Descolonización de la Organización de las Naciones Unidas.