Un grupo internacional de arqueólogos develó algunos puntos oscuros de los sacrificios humanos que, hace más de 500 años, realizaban los incas en sus ceremonias religiosas.

Según muestra una investigación divulgada en la revista Archaeological and Anthropological Sciences, para los rituales del ‘Capacocha’, uno de los más importantes en el Imperio Inca, los sacerdotes ofrendaban a los volcanes Ampato y Pichu-Pichu, en el departamento peruano de Arequipa, a niños y adolescentes bien desarrollados, que se caracterizaba por su belleza y pureza.

A los menores ‘elegidos’ se los preparaba desde su nacimiento mediante una crianza y alimentación especial, y para el momento en que iban a ser entregados a los dioses debían consumir brebajes que los hacían entrar en trance. Los incas creían que a las deidades les agradaría ese tipo de sacrificios humanos y a cambio les concederían bendiciones y prosperidad.

Los científicos estudiaron los restos de cinco personas, encontrados en áreas ceremoniales a más de 5.000 metros de altura, en las cumbres de Ampato y Pichu-Pichu.

Los análisis de esos restos congelados y parcialmente momificados determinaron que correspondían a menores de entre tres y siete años de edad, en su mayoría niñas.

Además, se concluyó que las víctimas de esos sacrificios tenían posiciones privilegiadas y provenían de las clases sociales altas, puesto que estaban bien alimentadas y tenían una tasa de crecimiento adecuada, en comparación con los menores de estratos sociales más bajos.

Los rituales de ‘capacocha’ se realizaban por diversos motivos, tales como: desastres naturales, tiempos de sequía, tiempos de hambruna, muerte del gobernante inca o celebraciones importantes.

Los incas solían elegir a los hijos de caciques de los pueblos anexados al imperio. El lugar elegido para el sacrificio debía gozar de una importancia religiosa local. Así, luego del sacrificio, los incas insertaban su presencia simbólica.

Aproximadamente un año antes del sacrificio, se procedía a elegir el niño o niña. Se cree que un centenar de niños viajaban largas distancias en dirección al Cusco. Allí el inca precedía las ceremonias de elección del niño o niña que será sacrificado.

El ritual del ‘Capacocha’ generalmente se realizaba al pie de los nevados más importantes. Para ello, el niño o niña tenía que caminar largas distancias por varios días, siempre acompañado de sacerdotes y emisarios del inca.

El trayecto a la montaña en donde se realizaba el sacrificio era largo y penoso. Se atravesaban varias regiones del imperio y podían durar varios meses. Durante el viaje, se suministraba hojas de coca y chicha a los niños.

Una vez en las montañas, los niños quedaban dormidos plácidamente. La mayoría fallecía producto del intenso frío. Sin embargo, también se hallaron casos en los que eran sacrificados con un golpe en la cabeza.

Los cuerpos de los niños o niñas sacrificados estaban acompañados de diversas ofrendas provenientes de las distintas regiones del imperio.