Hasta Jaime Caruana, el gerente general del Banco de Pagos Internacionales (BPI), el banco central de los bancos centrales del sistema financiero occidental, tuvo que admitir que todo el sistema transatlántico está irremediablemente en quiebra y que nada que no sea la eliminación de la montaña de deuda va a poder parar una desintegración cataclísmica.

No existen medidas «pragmáticas» que puedan arreglar al sistema; el sistema mismo está irreparablemente quebrado. Como dijo el ex jefe de economistas del BPI en Davos, William White: «En la próxima recesión se va a hacer obvio que muchas de estas deudas nunca se van a poder pagar o cubrir el servicio… La única pregunta es si somos capaces de ver la realidad de frente y enfrentarnos a lo que se nos viene encima de una manera ordenada o si será de manera desordenada. El jubileo de las deudas ha venido ocurriendo en los últimos 5,000 años, remontándonos a los sumerios».

«Clausurar a Wall Street» ya no se ve como algo irrealizable, sino que cada vez más se ve como la única manera de poder salvar al sistema bancario legítimo y las deudas legítimas, del cáncer de los papeles inservibles en derivados por miles de billones de dólares, sin ningún valor real.