La pregunta es si «una guerra total es realmente el único desenlace posible, o si existen variantes intermedias», señala  el columnista Edward Chang. Un escenario distinto a la guerra total sería la estrategia de «ataque y negociación», la cual es descrita por los analistas Daniel Wagner y Michael Doyle. Los expertos creen que bajo la misma, Pionyang podría realizar «una acción militar significativa pero limitada contra Corea del Sur», seguida de un proceso de arreglo pacífico del conflicto. «Tal acción se daría como respuesta a una provocación de Estados Unidos o Corea del Sur», señala Chang.

Sin embargo, este escenario implica riesgos, advierte. En este caso, Corea del Norte apostaría por el hecho de que EE.UU. o Corea del Sur nunca o rara vez tomaron represalias en respuesta a sus provocaciones. Sin embargo, la postura de la Administración Trump hacia Pionyang es más dura, por lo que Kim Jong-un y sus asesores «no pueden estar seguros de si están cerca de cruzar la ‘línea roja’ estadunidense y surcoreana».

«Esto es mucho para apostar, y las consecuencias de apostar mal serían catastróficas para el régimen norcoreano», asegura el especialista.

El escenario del «pantano»

Otro escenario propuesto por los analistas ―uno con el que «EE.UU. debería estar familiarizado»―, sería el del «pantano». Es decir, un escenario que no termina con un acuerdo negociado ni desemboca en una guerra a escala real. «En cambio, se convierte en una prolongada guerra limitada, en la que se suceden un montón de disparos, pero ninguna de las dos partes implementa una estrategia que implique un esfuerzo completo para derrotar al enemigo». Y esta guerra limitada, según Chang, podría durar años.

Con el tiempo, los líderes políticos y el público en general empezarían a cuestionar la participación de EE.UU. en el conflicto debido a su carácter indeciso y al aumento de las bajas. «Si EE.UU. decidiera continuar con la guerra, probablemente limitaría las operaciones a la defensa de Corea del Sur y no realizaría operaciones terrestres al norte de la zona desmilitarizada […] Esto constituiría un compromiso abierto a una guerra sin fin, a la vista de las experiencias de EE.UU. en Vietnam, Afganistán e Irak», recalca Edward Chang.

En cuanto a Corea del Norte, «habiendo desperdiciado su única oportunidad de éxito ―a través de la sorpresa y la invasión―, el país se vería atrapado en un conflicto del que no podría salir victorioso en el largo plazo». Según la publicación, «los persistentes ataques desde el exterior y los conflictos internos que seguramente ocurrirían amenazarían con el colapso del régimen, o peor aún, del Gobierno». Además, «la guerra devastaría la ya frágil economía de Corea del Norte, lo que podría conducir a un desastre humanitario de proporciones tremendas».

Corea del Sur también se vería afectada por una guerra prolongada y quedaría «mal preparada para una reunificación». El colapso del régimen en Corea del Norte «conduciría a la anarquía total» y podría ocurrir «una sangrienta guerra civil». Además, los años de guerra sin pactar «se traducirían en elecciones desperdiciadas y en el daño a la credibilidad y el prestigio de EE.UU. En Pionyang, se traduciría en una inestabilidad que pondría al país en riesgo de una guerra civil y el colapso», resume Chang.

Concluyendo, el analista apunta a la «cruel ironía» que se deprende de este análisis: «no importa el escenario, todos los caminos parecen conducir al abismo».