Por Thierry Meyssan

El 13 de noviembre de 2017, Theresa May utilizaba el discurso anual del Primer Ministro en el banquete organizado por el Lord Mayor de Londres para esbozar públicamente la nueva estrategia británica, después del Brexit. El Reino Unido pretende restaurar su Imperio (Global Britain) promoviendo el libre intercambio mundial –con ayuda de China– y apartando a Rusia de las instancias internacionales –con ayuda de sus aliados en el ámbito militar, o sea de Estados Unidos, Francia, Alemania, Jordania y Arabia Saudita.

Visto de forma retrospectiva, hay que señalar que, aunque no hayamos logrado entenderlo en aquel momento, todos los elementos de lo que hoy estamos viendo fueron abordados en aquel discurso.

Volvamos atrás por un momento.

En 2007, el presidente ruso Vladimir Putin intervenía ante la Conferencia de Seguridad de Munich. Putin observó entonces que el proyecto de mundo unipolar de la OTAN era, por esencia, antidemocrático y llamó a los Estado europeos a separarse de aquella obsesión estadounidense. Sin responder a aquel señalamiento fundamental sobre la falta de democracia en las relaciones internacionales, la OTAN denunció entonces una voluntad rusa de debilitar la cohesión de la alianza atlántica para amenazarla más fácilmente.
Pero un experto británico, Chris Donnelly, perfeccionó después aquella retórica. En su intento de debilitar a Occidente, Rusia trataría de deslegitimar su sistema económico y social, que constituye el basamento mismo del poderío militar occidental. Según Donnelly, era ese el motivo oculto de las críticas rusas, divulgadas a través de sus medios de prensa. Observemos que, al igual que la OTAN anteriormente, Donnelly tampoco responde a la observación de fondo de Vladimir Putin. Pero, ¿para qué discutir sobre la democracia con alguien a quien se considera –dándolo por sentado– un adepto del autoritarismo?

Pienso que Donnelly tiene razón en su análisis pero que, al mismo tiempo, Rusia también la tiene en cuanto a su objetivo. Y es que el Reino Unido y Rusia tienen culturas diametralmente opuestas.
El Reino Unido es una sociedad clasista en la que existen, por ley, 3 niveles diferentes de ciudadanía, plasmados incluso en los documentos de identidad de cada ciudadano, mientras que Rusia –como Francia– es una Nación creada por la ley, donde todos los ciudadanos son «iguales en derecho» y donde la diferencia británica entre derechos cívicos y derechos políticos resulta inconcebible.

El objetivo de la organización social en el Reino Unido es la acumulación de bienes mientras que en Rusia es la construcción de la personalidad individual de cada persona. Es por eso que en el Reino Unido la propiedad inmobiliaria se concentra masivamente en cierto número de manos, al contrario de lo que sucede en Rusia y sobre todo en Francia. Es casi imposible comprar un apartamento en Londres, lo más que puede lograrse –como en Dubai– es suscribir un contrato de arrendamiento por 99 años. Desde hace siglos, casi toda la ciudad pertenece a 4 personas. Un británico decide libremente a quién deja su herencia, y no tiene ser necesariamente a sus hijos. Por el contrario, cuando un ruso muere, la historia vuelve a comenzar desde cero: sus bienes se reparten a partes iguales entre todos sus hijos, independientemente de la voluntad del difunto.
Sí, es cierto que Rusia trata de deslegitimar el modelo anglosajón, lo cual resulta muy fácil en la medida en que ese modelo constituye una excepción que horroriza al resto del mundo… cuando logra entenderlo.

Pero, volvamos a la política de Theresa May. Dos meses después de su intervención en el banquete del Lord Mayor de Londres, el general Nick Carter, jefe del estado mayor de Su Majestad, pronunciaba, el 22 de enero de 2018, un discurso particularmente importante dedicado por entero a la próxima guerra contra Rusia, discurso donde este general se basaba en la teoría de Donnelly. Teniendo en cuenta lo que Rusia ha mostrado en Siria, el general británico Nick Carter afirmaba que es necesario disponer de más tropas terrestres, desarrollar el arsenal británico y prepararse para una guerra donde la imagen que ofrezcan los medios de difusión será más importante que las victorias obtenidas en el terreno.

Al día siguiente de esta trascendental conferencia en el Royal United Services Institute (el think tank del ministerio de Defensa británico), el Consejo de Seguridad Nacional del Reino Unido anunciaba la creación de una unidad militar consagrada a la lucha contra «la propaganda rusa».

¿En qué fase está el proyecto británico?

A pesar de que la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de los Comunes puso en duda la realidad del proyecto de Global Britain, varios puntos de ese plan han ido avanzando, aunque con gran dificultad.

Es importante entender que Theresa May no trata de cambiar de política sino de reordenar la política de su país. Durante el último medio siglo, el Reino Unido trató de integrarse a la «construcción europea», perdiendo así poco a poco las ventajas que había heredado de su pasado colonial. Pero ahora se trata no de abandonar lo que se hizo durante este periodo de tiempo sino de restaurar la antigua jerarquía del mundo, la imperante cuando los funcionarios de Su Majestad y la gentry vivían en los clubs que implantaban a través del mundo entero, usando a los pobladores locales como domésticos.

– De visita en China, la semana después del discurso del general Nick Carter, Theresa May negoció numerosos contratos comerciales… pero entró en conflicto político con sus anfitriones. Pekín se negó a distanciarse de Moscú y Londres se negó a respaldar el proyecto de la nueva ruta de la seda. ¿Libre intercambio? De acuerdo, pero no a través de vías de comunicación controladas por China. Desde 1941 y la firma de la Carta del Atlántico, el Reino Unido ha compartido con Estados Unidos el control de los «espacios comunes» (marítimos y aéreos). Sus flotas están concebidas para complementarse, aunque la US Navy es mucho más poderosa.
Después de la estancia de la señora May en Pekín, la Corona activó el gobierno de su «dominion» australiano para poner nuevamente en marcha los Quads, el grupo anti-chino que antes se reunía bajo el mandato de George Bush hijo. Además, de Australia, son miembros de ese grupo Japón, la India y Estados Unidos.
Ya en este momento, el Pentágono estudia las posibilidades de provocar desórdenes tanto en el trazado terrestre de la ruta de la seda como en el camino de su versión marítima, a través del Pacífico.

– La alianza militar que anunciara la señora May se constituyó bajo la forma del secretísimo «Pequeño Grupo». Alemania, que en el momento de su creación estaba pasando por una crisis gubernamental, no participó inicialmente, pero parece que ese retraso quedó reparado a principios de marzo. Todos los miembros de esa conjura han coordinado lo que harán en Siria. A pesar de todos sus esfuerzos, fracasaron por 3 veces en organizar un ataque químico bajo bandera falsa en la Ghouta Oriental ya que el ejército sirio y su aliado ruso ocuparon a tiempo sus laboratorios en Aftris y Chifonya. En cambio, lograron publicar un comunicado común anti-ruso sobre el caso Skripal y movilizar a la OTAN y la Unión Europea en contra de Rusia.

¿Cómo puede evolucionar esto?

Por supuesto, resulta extraño ver a Francia y Alemania apoyar un proyecto explícitamente enunciado contra ellas. Ese proyecto es Global Britain, que no ve el Brexit como una simple retirada británica de la burocracia federal de la Unión Europea sino como el surgimiento de una rivalidad.

En todo caso, Global Britain se resume hoy en día a lo siguiente:
– la promoción de un libre intercambio global pero única y exclusivamente en el marco de la talasocracia, o sea con Estados Unidos –la otra potencia considerada como “dueña de los mares”– en contra de las vías chinas de comunicación;
– y el intento de excluir a Rusia del Consejo de Seguridad de la ONU y de partir el mundo en dos, que incluye los nuevas tentativas de engañar al mundo con el tema de las armas químicas en Siria y el caso Skripal.

Es posible anticipar varias consecuencias incidentales de ese programa:

– La crisis actual retoma elementos de la que marcó el fin del mandato de Obama, con la diferencia de que ahora no es Washington sino Londres quien ocupa el centro del tablero. Al haber perdido el apoyo que Rex Tillerson le aportó como secretario de Estado, el Reino Unido tendrá que buscar un nuevo respaldo en el nuevo consejero de seguridad nacional, John Bolton. Contrariamente a las alegaciones actuales de la prensa estadounidense, Bolton no es un neoconservador sino un personaje cercano a Steve Bannon. Se niega a que Estados Unidos se someta al derecho internacional y vocifera contra comunistas y musulmanes, pero en realidad no tiene intenciones de iniciar nuevas guerras entre Estados y sólo quiere poder estar tranquilo en su casa. Por supuesto, Bolton no dejará de firmar todo lo que le pongan delante en contra de Rusia, Irán, Venezuela, Corea del Norte, etc.
Pero Londres no podrá manipularlo para sacar a Rusia del Consejo de Seguridad porque su objetivo personal no es reformarlo ni reformar la ONU sino acabar con ella. En lo que sí será Bolton un fiel aliado es en cuanto a conservar el control de los «espacios comunes» y luchar contra el proyecto chino de «ruta de la seda», sobre todo teniendo en cuenta que, en 2003, fue precisamente este personaje el iniciador de la Iniciativa de Seguridad contra la Proliferación (Proliferation Security Initiative – PSI). Siendo así, es probable que veamos surgir, siguiendo el trazado de las vías chinas de la «ruta de la seda», nuevas seudo guerras civiles estimuladas por los anglosajones.

– Arabia Saudita está preparando la apertura de un nuevo paraíso fiscal en el Sinaí y el Mar Rojo. Se trata del proyecto llamado Neom, que debería reemplazar en ese papel a Beirut y Dubai, pero no a Tel Aviv. Londres lo conectará con los diferentes paraísos fiscales de la Corona –como la City londinense, que en realidad no es inglesa sino que depende directamente de la reina Isabel II– para garantizar el secretismo en los negocios internacionales.

– La multitud de organizaciones yihadistas, cuyos miembros están regresando del Levante, sigue bajo control del MI6, a través de la Hermandad Musulmana y de la Orden de los Naqchbandis. Este dispositivo está en proceso de redespliegue, principalmente contra Rusia –no contra China o en el Caribe como se planea actualmente.

Después de la Segunda Guerra Mundial, hubo un proceso de descolonización de las posesiones de los imperios europeos. Después de la guerra contra Vietnam, vimos la financiarización de la economía mundial por parte de los anglosajones. Después de la disolución de la Unión Soviética fuimos testigos del intento estadounidense de dominar el mundo en solitario. Hoy en día, con el ascenso del poderío de la Rusia moderna y de China, se diluye la obsesión por imponer un mundo culturalmente globalizado y gobernado de manera unipolar, mientras que las potencias occidentales –y particularmente el Reino Unido– regresan a su propio sueño imperial. Por supuesto, el nivel de educación de sus ex colonias ha avanzado desde entonces y eso obliga a los occidentales a rediseñar su modo de dominación.