Antes de la invasión iniciada hace casi un año, los precios mundiales del maíz y el trigo estaban en alza por la falta de stocks y esas subas se aceleraron durante los primeros cuatro meses de hostilidades.

Se espera que finalmente se apruebe una nueva extensión en las negociaciones que empiezan la semana próxima, si bien la intensificación de la guerra genera trabas en su cumplimiento.

«Esta guerra comenzó en un momento en que los precios ya eran elevados, los niveles de existencias estaban en sus niveles más bajos en los últimos 10 o 15 años, dependiendo de la mercancía. Así que, en cierto sentido, la guerra no podría haber llegado en un peor momento, ya que Ucrania y Rusia son actores importantes en los mercados», comentó Joseph Glauber, analista del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias.

El especialista detalló que ambos países producen en conjunto un tercio del trigo mundial y sus exportaciones son claves también en productos como el maíz y aceite de girasol, por lo que el bloqueo a las exportaciones afectó la seguridad alimentaria, especialmente de países en vías de desarrollo.

En ese marco, en julio de 2022 se firmó el convenio entre la ONU, Ucrania, Rusia y Turquía que permite comercializar estos cereales por el Mar Negro, y que desde entonces permitió vender más de 20 millones de toneladas de alimento.

A mediados de noviembre, y pese a una decisión previa del Kremlin de irse temporalmente del acuerdo, el mismo fue prolongado por 120 días, y tiene que volver a ser renovado el 18 de marzo.

«Creo que habrá mucha presión sobre Rusia para que continúe con el acuerdo. No dudo que lo harán. Querrán aprovechar cualquier prórroga para obtener las condiciones que puedan. Pero hay una gran presión global para que sigan en el acuerdo por la importancia para el suministro de grano en el mundo», explicó Glauber.

En sintonía, el jefe de asuntos humanitarios de la ONU, Martin Griffiths, indicó esta semana que quiere «esperar y creer» que el acuerdo será renovado a mediados de marzo, aunque reconoció que la situación es «algo más difícil» que cuando se negoció la anterior prolongación.

Sin ir más lejos, el jueves pasado el Ministerio de Exteriores de Ucrania apuntó contra las «acciones destructivas» de Rusia, que «obstruyen el acuerdo en general, el transporte marítimo en el Mar Negro y el libre acceso de los alimentos a los mercados mundiales».

Concretamente, denunció que los representantes rusos que inspeccionan los barcos cargueros para evitar que lleven armamento, «retrasan sistemáticamente» el trabajo, por lo que cada día se hacen la mitad de las pesquisas previstas y hay 140 buques que desde más de un mes esperan su paso por el Bósforo.

Por su parte, Rusia se queja de que sus exportaciones de fertilizantes están bloqueadas, pese a un acuerdo que funciona en tándem con el de los granos ucranianos para que ese producto no se vea afectado por las sanciones impuestas por los países occidentales desde el inicio de la guerra el 24 de febrero pasado.

Moscú esgrime además que los granos no están siendo destinados a los países que más necesitan esos alimentos.

«La mayoría de las commodities, en particular el maíz, fue a parar a dos mercados principales: la Unión Europea y China. Allí es donde típicamente Ucrania envía maíz, así que no hay nada nuevo», indicó Glauber, que monitorea los mercados de alimentos desde hace casi 40 años.

«El trigo es otra historia. Al principio una gran cantidad fue enviado al oeste por el Danubio y por ferrocarril a través de Polonia o Rumania. Probablemente, Europa haya importado más trigo de Ucrania que en el pasado, pero esto está vinculado más a los corredores solidarios (creados por la UE para establecer rutas alternativas de exportación) que a la iniciativa del Mar Negro», agregó.

«Los países que han comprado gran parte de ese trigo están en el África subsahariana, el Cuerno de África, Oriente Medio y los países del norte de África, no hay nada inusual. Así que creo que es un argumento falso por parte de Rusia», manifestó y recordó que el grano que entra en los mercados mundiales ayuda a reducir el precio general, no solo para el que se importa de Ucrania.

En cuanto a la queja de Moscú por sus fertilizantes, Glauber indicó que las exportaciones de amoniaco anhidro «están por debajo de los niveles previos a la guerra», mientras que las de potasa «están en niveles similares a los del año pasado», aunque estos análisis se complican porque Rusia «dejó de informar datos comerciales oficiales tras el inicio de la guerra».

Mientras tanto, las negociaciones para prolongar el acuerdo entre la ONU, Ucrania, Rusia y Turquía «comenzarán la semana próxima y entonces conoceremos las posturas de todas las partes», declaró ayer el viceministro de Infraestructuras ucraniano, Yuri Vaskov.

«Creo que prevalecerá el sentido común y se ampliará el corredor», añadió, aunque se espera que la cosecha de cereales y oleaginosas en 2023 sea menor a la del año pasado, debido a las dificultades logísticas causadas por la invasión rusa.