Las largas filas para votar que se registraron en gran parte de Brasil se replicaron en Río de Janeiro, donde la votación transcurrió «con tranquilidad» pese al clima de tensión durante la campaña, mientras tanto los seguidores del presidente Jair Bolsonaro como los del líder opositor Luiz Inácio Lula da Silva esperaban ansiosos un resultado favorable.

En la puerta de la escuela Paulo Freire de Vila Pinheros, una de las favelas que integran el Complejo Maré, Mía Santos, de 24 años, es la última en una extensa fila que inicia dentro del edificio de dos pisos hasta la vereda.

“Vine animada a votar por Lula porque Bolsonaro no vale nada, nadie lo aguanta a ese hombre”, dice la joven negra, de pelo rubio que le llega a la cintura y pestañas postizas.

“Todos los pobres odian a Bolsonaro, aunque hay algunos que no evolucionaron y van a votar mal. Yo les digo que se van a morir de hambre”, comenta.

Es parte de la comunidad LGBT y agrega que en el colectivo “nadie lo quiere” porque “solo al que es fanático le gusta” el presidente.

El nombre del complejo de favelas de la zona norte de Río de Janeiro trascendió por el asesinato de la concejala Marielle Franco en 2018 luego de denunciar públicamente el accionar de milicias a nivel local.

Santos comenta que en Maré “todo está carísimo” y que durante la pandemia de Covid-19 “ni vacunas había” y estaban “todos en la miseria”, además asegura que no coincide «en nada” con el mandatario, porque es “homofóbico, misógino, fascista, mentiroso y no vale nada”.

Tatiani Silva de Oliveira, 34 años, vota en el segundo piso, donde se hace casi imposible circular por la cantidad de personas que forman filas enredadas entre sí, sin que nadie los oriente.

Dice que fue a votar a primera hora, cuando abrieron las urnas, pero que como había más gente se fue y volvió a las 11.

Votará por Lula -“siempre me gustó”- y critica a Bolsonaro por lo que “hizo en la pandemia”, en la que “murió mucha gente por su culpa, porque si hubiese liberado las vacunas, no hubiese pasado eso”. Además, asegura que “con las mujeres también es muy estúpido”.

La semana previa a la elección, Maré también estuvo en el foco de los cariocas por un operativo de la fuerza pública después de que bandas narcos se enfrentaran en medio de una autopista lindera y murieran siete personas.

Silva dice que “los operativos son rápidos” y que eso es “mejor”.

En cambio, para Marcos Moreira, de 38 años, los operativos son los que causan la violencia. Votó en otra escuela del barrio, pero acompañó a su novia hasta la escuela Freire.

“Prefiero seguir con el mismo rumbo porque cambiar (de presidente) sería retroceder, y hay que ir para adelante”, dice a Télam.

“(Bolsonaro) defiende lo mismo que yo: la familia, la preservación de la vida, no al aborto, no a la droga, que perjudica a muchas familias de las comunidades”, agrega y se define como “cristiano” de la Iglesia Asamblea (de Dios).

La estrecha calle que llega hasta la escuela está tapizada de papeles de campaña y escoltada por las personas del barrio que los reparten.

Fátima, de 69 años, tiene un local de venta de frutas y verduras que da a esa calle. No votará, pero sus seis hijos y familia política votarán por Bolsonaro.

Su marido iba a votar por Lula, pero “lo agarró el pastor y le dio una clase sobre todo lo que hizo mal” y ahora cambió de posición y también apoyará al actual mandatario.

“La vida desde que está en el útero ya no nos pertenece”, dice, mientras mastica pipoca (pochoclo) con dificultad por la falta de dientes superiores.

Adriana Ferreira López, de 47, y Nilsa Santos de Paulo, de 65, trabajan «en el área de salud» y esperan en la puerta de la escuela para entrar a votar a Bolsonaro.

«Está tranquila la votación. Hay algunas personas que se enredan y demoran porque no traen su anotación (con los números para votar)», dice una.

López viste la camiseta de la selección brasileña y cree que Bolsonaro ganará en primera vuelta.

Ambas se dieron la vacuna contra la Covid-19 “por obligación” pero confiaron más en la hidroxicloroquina, el medicamento apoyado por el presidente para tratar el coronavirus que no fue avalado científicamente.

Una mujer de 34 años, que no dice su nombre, espera junto a su hija en otra de las extensas filas y advierte que hay que tener “cuidado” al hablar con las personas, “porque están alteradas, sobre todos los negacionistas”.

Angelica Silva tiene 21 años y también espera en otra fila de votación, dice que ella y toda su familia y amigos votarán por Lula. “Solo conozco una persona que quiere seguir con este Gobierno”, detalla.

En el barrio de Flamengo, en la zona centro este de Río, Larisa Payba, de 19 años, espera a su familia, que vota en la escuela Pensi.

Está vestida de rojo y sus dos perros tienen un pañuelo rojo que dice Lula. Es la primera vez que vota y dice que está “entusiasmada porque este año va a ser muy distinto, va a mejorar” y cree que lo peor del Gobierno de Bolsonaro “fue durante la pandemia, porque él no hizo nada”.

“Por ahora está todo tranquilo”, dice Wasley de Santana Bessa, quien actúa como Administrador de Edificio, figura que la justicia electoral designa para orientar y coordinar el proceso electoral en las escuelas. En Maré, el número de este personal era reducido.

Durante la jornada de votación en Río no se reportaron hasta el momento situaciones de violencia, pero la expectativa es qué pasará luego de que se conozcan los resultados.

En esta zona de clase media de Río prácticamente no hay elector que no esté identificado externamente con un candidato: llevan stickers con sus partidos y líderes pegados en la ropa, visten del color de cada fuerza e incluso llevan banderas atadas como capa en la espalda.

“Bolsonaro no hizo nada por los pobres”, dice Edinaldo Lira Coutinho, de 63, y repite la palabra nada varias veces.

“No construyó una casa, no dio empleo, no invirtió en la población que más necesita”, agrega.

Dice que no votó a Lula en 2003, pero luego pudo «corregir» y lo votó en el siguiente período.

“Para mí y mi familia fue lo mejor que tuvimos en todos los tiempos, porque fue el que más ayudó al pobre”, dice emocionado.

“Dio capacitaciones para que el pobre pueda estudiar y se forme, como mi hijo, que fue a la facultad pública y hoy es profesor gracias al PT”, afirma.

Su esposa Maria Elena Da Silva, de 62, y su nieto, de 7, visten de rojo como él. Ella comenta que apoyó “el gobierno de Lula y el de Dilma (Rousseff), a quien sacaron a la fuerza”.

Critican la gestión de la pandemia porque “demoró mucho para aprobar y comprar las vacunas” y cuentan que ahora el Gobierno cortará la provisión de medicamentos gratuitos.

El profesor universitario Edgar Grabatar llega apurado a la escuela y viste la camiseta “verde amarelha”. “Me gusta mucho este gobierno», dice.

Agrega que en la universidad la mayoría de los alumnos y docentes están con Lula y que seguro es “por alguna ventaja financiera”, además cree que Bolsonaro ganará la elección.

Simone trapea el piso de la escuela. Tiene 39 años. Cuenta que su marido es bolsonarista, que ella también lo votó en 2018.

“Pero luego investigué y me enteré de todo y además agredió el otro día a una periodista”, dice y agrega que votó por Simone Tebet (MDB) porque por más que gane Bolsonaro o Lula “el país no se va a arreglar, no lo van a dejar todo derecho”.