Shanghái sigue luchando contra el peor brote de COVID-19 desde el inicio de la pandemia. En los últimos días, la ciudad registró más de 26.000 nuevos casos, aunque sólo 1.189 eran de personas con síntomas. Las pruebas masivas en curso revelan una multitud de casos asintomáticos entre la población.

China, que aplica una severa política de «tolerancia cero» hacia el nuevo coronavirus, atraviesa una oleada de rebrotes atribuida a la variante ómicron que está provocando cifras récord de contagios no vistas desde el inicio de la pandemia en la primera mitad de 2020.

Los 26 millones de habitantes de la ciudad más rica de China llevan casi tres semanas bajo cuarentena y restricciones. El personal sanitario está agotado.

«Todos estamos agotados, pero nos animamos mutuamente, y estamos convencidos de que la epidemia acabará remitiendo», dijo Dai Ren, médico de urgencias del Centro de Emergencias Médicas del Distrito de Songjiang.

Las restricciones en esta ciudad comenzaron oficialmente el pasado 28 de marzo, aunque para entonces ya había edificios residenciales que llevaban semanas completamente aislados del exterior.

La población también está harta de la pandemia. Muchos denuncian la escasez de alimentos o temen ser internados en centros de aislamiento, donde la higiene brilla por su ausencia.

Las autoridades intentan evitar a toda costa que el brote afecte a muchas personas mayores de 60 años que no han recibido la tercera dosis de la vacuna.