La situación era tensa este viernes en Barcelona, con carreteras cortadas e incidentes entre manifestantes y policía, mientras el gobierno español de Pedro Sánchez celebra un excepcional consejo de ministros criticado por los independentistas catalanes como una «provocación».

Con lemas como «desbordémoslos» o «seremos ingobernables», distintos grupos independentistas convocaron acciones para bloquear Barcelona e incluso tratar de impedir el consejo de ministros, un gesto con el que Sánchez quiso mostrar su cercanía con Cataluña.

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Desde el amanecer, los activistas de los llamados Comités de Defensa de la República (CDR, grupos de acción directa) cortaron una decena de carreteras en Cataluña, entre ellas importantes autopistas como la AP7 y la A2, que comunican la región con Francia y Madrid.

También cortaron importantes vías de acceso a Barcelona, luego reabiertas, y algunas arterias neurálgicas de la ciudad, según el servicio regional de tráfico.

Más tarde, la policía cargó junto a la parte baja de la Rambla contra algunos de estos manifestantes, quienes lanzaron vallas a los agentes. En otra avenida cercana hubo un primer detenido, que llevaba material susceptible de «ser utilizado para hacer un artefacto incendiario o explosivo», indicó la policía regional catalana, los Mossos dEsquadra.

El excepcional consejo de ministros comenzó pasadas las 09H00 GMT en el palacio de la Llotja de Mar, el antiguo lugar de encuentro de los mercaderes de Barcelona, cerca del litoral mediterráneo.

Estaba custodiado por un fuerte dispositivo policial, dotado de varias barreras a cientos de metros del edificio para mantener alejados a los manifestantes.

Los incidentes y el consejo de ministros de este viernes llegan tras la reunión el jueves en Barcelona entre Sánchez y el presidente catalán Quim Torra, quien no ceja en su ambición de alumbrar algún día una República catalana independiente de España.

Sánchez buscaba desactivar la tensión de las últimas semanas con este encuentro, que culminó con un comunicado conjunto donde ambos gobiernos se comprometieron a «un diálogo efectivo» para «avanzar en una respuesta democrática a las demandas de la ciudadanía de Cataluña, en el marco de la seguridad jurídica».

«Nos corresponde a todos abrir una nueva etapa», añadió Sánchez posteriormente en una cena empresarial donde volvió a coincidir con Torra.

El encuentro fue enérgicamente criticado por la oposición conservadora. Pablo Casado, líder del Partido Popular, criticó que Sánchez brindara al separatista Torra un trato «prácticamente de jefe de Estado», y aseguró haber sentido «vergüenza ajena».

A pie de calle, los ánimos también se volvían contra el ejecutivo independentista catalán por este diálogo que, según se anunció, continuará en enero con otra reunión.

«El diálogo para mí es un paso atrás. Ahora ya no es el momento de intentar dialogar, ese momento ya ha pasado. Me parece que solo fue una foto para calmar los ánimos para hoy», dijo a AFP en Barcelona la manifestante Mariona Godia, una administrativa de 35 años.

«Las posiciones iniciales son separadas»

En juego está la interlocución política reimpulsada con la reunión del jueves entre ambos presidentes, la segunda después de otra celebrada en julio, cuando ambos acababan de llegar a sus respectivos cargos y trataron de rebajar la tensión estallada por la tentativa de secesión de 2017 y el encarcelamiento preventivo de nueve líderes independentistas.

Desde entonces, el apaciguamiento se había quedado encallado.

Los separatistas, sin quienes no dispone de mayoría parlamentaria, retiraron el apoyo al gobierno español después de que la fiscalía reclamara entre 7 y 25 años de cárcel para los acusados por el intento de secesión, que serán juzgados a principios de 2019.

También Sánchez endureció el tono, presionado por la derecha y la extrema derecha, que entró por primera vez en un Parlamento regional de España, el de Andalucía, con un agresivo discurso contra los separatistas.

Las diferencias quedaron reflejadas en las tensas negociaciones sobre el formato de la reunión del jueves: para el gobierno español era una reunión entre presidentes, para el catalán una «minicumbre de gobiernos», como si se tratara de dos Estados distintos.

El tono cambió tras el encuentro, aunque las soluciones propuestas por ambas partes sean distintas: un mayor autogobierno para Cataluña en el caso de Sánchez, un referéndum sobre la independencia por parte de Torra.
«Sabemos que las posiciones iniciales son separadas pero tenemos que ver cómo podemos ir avanzando», dijo la portavoz del gobierno catalán, Elsa Artadi.