A 48 metros bajo la superficie del Mar Báltico, en las costas de Finlandia, un grupo de buzos descubrió un naufragio conteniendo un inesperado tesoro: 168 botellas de champaña de aproximadamente 170 años de antigüedad que permanecieron añejándose en condiciones casi perfectas.

Si bien el gobierno local se apropió del licor, un equipo de investigadores liderado por el Prof. Philippe Jeandet de la Universidad de Reims, en Francia, logró obtener una pequeña muestra para analizar y, por supuesto, degustar. Su estudio arroja nueva información acerca de las prácticas de vinificación en el siglo XIX, así como del probable destino del navío.

A pesar de que las etiquetas de las botellas desaparecieron con el tiempo, imágenes en los corchos permitieron identificar a los viticultores originales. Pertenecían a varias casas de champaña, incluyendo Veuve Clicquot Ponsardin; una conocida marca fundada en 1772 que persiste el día de hoy.

El equipo comparó la champaña hallada en el naufragio con productos modernos de Veuve Clicquot para formular un análisis químico. Sus resultados muestran que las versiones del báltico contenían menor proporción de alcohol y niveles de azúcar mucho más altos que hoy en día. (140g de azúcar por litro, comparado con 6g a 8g utilizados actualmente).

Los expertos piensan que los bajos niveles de alcohol se deben a un clima más frío, que inhibe la maduración de la uva. Así mismo, durante el siglo XIX se añadía una cantidad considerable de azúcar a la champaña para endulzarla artificialmente. Además, el antiguo vino espumoso contenía mayores niveles de cobre, hierro, sodio, cloro y compuestos de madera, los cuales se deben al proceso de manufacturación de aquel entonces. Se cree que el cargamento se dirigía a la Confederación Germánica, donde se prefería una champaña moderadamente edulcorada.

Por suerte, las botellas se conservaron en condiciones ideales, con poca luz y una temperatura de entre 2ºC y 4ºC. Una vez que se descorchó el vino y tuvo la oportunidad de “respirar”, fue catado por expertos quienes lo describen como “ahumado” “maderoso” y “picante”, con “notas frutales y florales”.

Varias de las botellas han sido subastadas por hasta 100,000 euros cada una, otras han sido enviadas a museos e instituciones históricas. El trabajo de Jeandet podría resultar útil para los enólogos que actualmente investigan el potencial del añejamiento submarino para mejorar el sabor del vino.