Todas las semanas se emite por el canal de YouTube de Conclusión un ciclo que buscará acercar la realidad, para poder interpelarla profundamente. Es por ello que Catalejo, a lo largo de treinta minutos, abordará diversos temas ligados a la actualidad, cultura, salud, política, opinión e investigación, tratando de amplificar en todos los casos, un imprescindible debate.

En este capítulo, Gisela Gentile y Alejandro Maidana dialogaron con Marcelo Ferraro, vecino del barrio San Eduardo que explicitó con detalles los profundos impactos que sufren tanto el lecho, como el cauce del Arroyo Ludueña. Un abandono sistemático de lo que supo ser un espacio de disfrute y ocio de distintas generaciones, una agresión incesante que sigue adelante ante la manifiesta inacción política.

Indisimulable, esa es la palabra que puede resumir el impacto ambiental que viene padeciendo el arroyo Ludueña junto a la biodiversidad que lo rodea. Una agresión constante, un desprecio sumamente explicito sobre la vida de un lecho de agua que supo cobijar a distintas generaciones que disfrutaban de sus bondades. La naturalización de su proceso contaminante, sigue encontrando una férrea resistencia por parte de aquellos que no se resignan.

A la falta de respuestas políticas, se le suma la desidia de empresarios a los que le resulta más cómodo pagar una multa por mala administración de residuos, que invertir para poder operar como corresponde. La educación ambiental vapuleada de manera incesante, al igual que los reclamos de aquellos que no claudican ante tamaña demostración de desprecio por la vida.

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En época estival, el Arroyo Ludueña al no tener correntada, permite visibilizar el profundo impacto que tienen sus aguas producto de la acción de la especie más destructiva del planeta, la humana. El arroyo oficia concretamente de “reservorio de mierda”, así tajantemente lo definen aquellos que habitan en cercanías del mismo, ya que distintos caños, que han quedado expuestos por lo que fue la histórica bajante, han dejado ver explícitamente la finalidad para lo que fueron colocados.

Quiénes asisten cotidianamente a lo dantesco del panorama, no dudan en afirmar que, si bien se ha podido detectar el mencionado accionar durante la mañana, por las noches y gracias al cobijo de la misma, es donde se vierten la mayor cantidad de desechos. Desde camiones atmosféricos a decenas de caños provenientes de distintos barrios, hacen que la vida de uno de los cursos de agua más disfrutables tiempo atrás, hoy se vaya apagando paulatinamente ante el desinterés manifiesto de quienes deberían velar por preservación.