Por Alejandro Maidana

El Argentinazo del 2001, el día en que el pueblo dijo basta y gritó de manera visceral “que se vayan todos”. La crisis política, económica, social e institucional, se vería potenciada por una revuelta popular generalizada que cambiaría el curso de esos días de una manera radical.

Esa necesaria revolución que interpeló de sobremanera el statu quo desembocaría en la renuncia del entonces presidente Fernando de la Rúa, deviniendo en un período de inestabilidad política durante el cual cinco funcionarios ejercieron la Presidencia de la Nación.

La profundización de la crisis se daría en el periodo de 1998 al 2002, la misma fue impulsada por una larga recesión que disparó el riesgo humanitario, de representatividad, social, económica, financiera y política. Nuestro país estaba nuevamente frente a un traumático cambio de paradigma donde lamentablemente, y por enésima vez, a los muertos los pondría el pueblo trabajador.

El desencadenante inmediato de la crisis, fue la imposición del «Corralito», una disposición del Gobierno que restringía la extracción de dinero en efectivo de los bancos, diseñada por el entonces ministro de Economía Domingo Cavallo. Desde allí las calles se fueron plagando de hombres y mujeres dispuestos a permanecer en la intemperie hasta “que se vayan todos”.

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La noche del 19 de diciembre el presidente De la Rúa habló por televisión en cadena nacional para anunciar que había impuesto por decreto el estado de sitio, suspendiendo las garantías constitucionales. Esto generaría un efecto boomerang, ya que millones de personas serían las que se lanzarían a las calles “golpeando” cacerolas, la represión se iba gestando.

Las renuncias del presidente de la Nación y del ministro de economía, junto a distintos miembros del gabinete, tendría un costo deleznable, sus salidas serían regadas con la sangre de aquellos que dijeron basta, y debieron pagar con sus vidas.

Según los datos que se conocen de los 38 fallecidos, once fueron asesinados en provincia de Buenos Aires, siete en Ciudad de Buenos Aires, nueve en Santa Fe, tres en Córdoba, tres en Entre Ríos, dos en Corrientes y de los tres restantes uno en Río Negro, otro en Tucumán y de una de las víctimas se desconoce el dato.

Celeste Lepratti es actual concejala de la ciudad de Rosario. El asesinato de “Pocho”, su hermano, la empujaría a redoblar la militancia persiguiendo el mismo sueño que Claudio, ese que pueda darle vida a una sociedad de iguales llevando adelante un trabajo de hormiga.

Falleció el principal responsable político de lo que denominamos la masacre de 2001. Las y los asesinados de esa jornada, fueron una partecita de ese plan represivo que se originaría desde Nación, para ser replicado en todas las provincias. Cabe destacar que la responsabilidad en nuestra provincia es del actual senador Carlos Alberto Reutemann”, sostuvo la edila en diálogo con Conclusión.

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El poder político no paga, “si bien supimos tener un dejo de esperanza cuando el ex presidente fue sentado en el banquillo de los acusados, este se disipó cuando el juez federal Claudio Bonadío lo sobreseyó de la causa que lo tenía como responsable de las muertes”, comentó Lepratti.

Sobre la garantía de impunidad que brinda la justicia de este país, fue tajante: “Nuestra sensación es la misma que pueden sentir aquellos familiares de víctimas del terrorismo de Estado que ven con ojos impávidos como el represor que originó tanto dolor, se va de este mundo sin rendir cuentas con la justicia. Saber de la muerte de la Rúa a sabiendas que no pagó por ser el ideólogo de una de las represiones más cruentas, profundiza nuestro dolor”.

Se va de este mundo sin rendir cuentas con la justicia

“Aquellas y aquellos que dieron sus vidas en pos de salir a resistir políticas de hambre y exclusión que tranquilamente podemos compararlas con las actuales, nos empujan a continuar con la lucha. Tenemos la certeza que más temprano que tarde será justicia, seguramente no vendrá de la mano de estos hombres y mujeres que la administran y que claramente están muy lejos de cumplir con esa tarea, pero sí de las y los de abajo que anteponen su humanidad”, enfatizó Celeste Lepratti.

Por último, arrojó una frase que hace las veces de faro para los que luchan por la memoria de los caídos en 2001: “A la justicia la hacemos entre todas y todos, desde ahí vendrá el cambio, apoyados en las nuevas generaciones que no se callarán más”.

Foto: Sofía Alberti