Por Jennifer Hartkopf

María Antonella Trivisonno tenía apenas seis años cuando perdió la vida en un accidente automovilístico ocurrido el 29 de agosto de 1999. Como cualquier hecho de estas características, fue devastador para toda la familia. Sin embargo, los Trivisonno encontraron la manera de hacerse fuertes, recordarla y brindar año tras año su experiencia a la comunidad contando cuál fue el camino que a ellos les sirvió para salir adelante y volver a sentirse vivos: #DonaVida.

Donamos los órganos de nuestra hija pensando en aliviar el dolor de otra familia, ya que nosotros por ella no podíamos hacer más nada”, contó Silvia, la mamá de Antonella, en un charla íntima con Conclusión.

“Desde entonces, organizamos jornadas de concientización e información sobre la donación de órganos en homenaje a su vida, pues fue ella, con apenas seis años, quien nos enseñó un estilo de vida simple, sencillo, lleno de afecto y dulzura, de besos fuertes y abrazos apretados, de sonrisas, caricias y de muchos te quiero. Antonella hizo de su vida una donación, por eso fue una consecuencia más de su actitud de vida”, relató Silvia.

Cuando fue consultada por cómo vivían cada año el homenaje de su niña, cómo era el sentimiento después de 16 años desde el fatal accidente, contestó que “fue mutando de acuerdo a las etapas». «En un principio nosotros teníamos absoluta necesidad de que el mundo no se olvidara de ella y de alguna manera de reclamar Justicia. Pero no queríamos que la forma de recordarla fuera solamente juntarse e ir a protestar, el deseo nuestro era que lo que hiciéramos le sirviera a otro”, expresó Silvia con brillo en los ojos.

Silvia hablaba con soltura y calidez hasta que en un momento hizo una pausa, ofreció algo para beber y continuó con su relato: “Lo que nosotros veíamos es que siempre se recuerda el nombre del asesino, nadie se acuerda de los nombres de las víctimas y acá la verdadera víctima fue Antonella”.

Con respecto a la condena, recordó: “Dijeron que la próxima vez que atropelle a alguien iba en cana, esa fue la sentencia. Si incurría en alguna otra infracción de muerte iba a tener condena doble, pero te imaginás que prescribió a los 10 años así que eso y nada es lo mismo”.

Luego, tras un suspiro, siguió: “La verdad es que yo siempre estuve muy confiada, nos dijeron que era lo máximo que se podía dar. Por eso no tenemos nada que decir ni contra el juez ni contra el abogado. Elegimos no centrarnos en el castigo de la Justicia humana porque uno conoce a los jueces, conoce a la gente, conoce los recovecos de Tribunales y la realidad es que es una familia con mucha plata, entonces embarcarnos en esa era luchar contra un molino de viento”.

“Lo tuvimos que transitar, pero nunca quisimos centrarnos en eso: primero, porque sabíamos que nunca iba a tener el mismo castigo, así él se estuviera pudriendo cinco años en la cárcel a mí a Antonella no me la iban a devolver, entonces siempre nos concentramos en que nuestra forma de presencia sea a través de hacer algo que al otro le sirva”, explicó.

Después se refirió a la donación de órganos realizada. “Sí, donamos los órganos de Antonella por cómo vivió y no por cómo murió. Ahí fue cuando dijimos por qué no hacemos algo, por qué no ayudamos en algo, por qué no nos juntamos en la esquina de Ovidio Lagos y Salta e inscribimos a los donantes porque la gente no conocía mucho del tema y así fue que aparecimos sin saber. Y así cada año la gente se fue sumando y fueron apareciendo distintas cosas”.

“El año pasado por ejemplo, fue la inauguración de la plaza, al menos de un sector, y entonces cada año se va sumando algo o alguien distinto y a lo mejor esto para el año que viene tiene otro efecto multiplicador. La plaza no tiene ninguna identificación pero sí tiene esta posibilidad de arraigo, y ese sector de la plaza es la plaza de la donación, por más que no tenga algo monumental ya se identifica como ese lugar”, explicó Silvia.

“Como te decía -prosiguió- al principio necesitábamos que la gente no se olvidara de Antonella, es como que vos querés que siga viviendo, que se la siga nombrando, que el resto no se olvide, necesitás que viva en las otras personas. En esos primeros años nos motorizaba el recuerdo de Antonella, después ya fue la presencia de saber que podíamos ayudar desde un lugar más pensante, más organizado, a veces con más medios y otras con menos”.

Entre las distintas campañas y las anécdotas, contó que un año no conseguían papel para hacer los folletos de difusión por lo que se les ocurrió que los jugadores de fútbol salgan a la cancha con un cartel de Antonella promoviendo la donación. Fueron a Newell’s con la propuesta -jugaba ese fin de semana de local en la ciudad-, les dijeron que sí y“así de esta manera, cada año nos pasaba algo que nos excedía a nosotros; como que en las campañas siempre tenemos una ayuda especial. Entonces uno también va haciendo lectura de todo lo que hacemos y vemos que realmente sirve, no sólo para el que quiere inscribirse como donante sino fundamentalmente para transformar de alguna manera la sociedad y hacer una sociedad más humana”.

Antonella-Trivisonno«¿Cómo recordamos a Antonella? Tenía una capacidad de vida que era increíble, muy especial, donde ella era la que me ayudaba a mí a lavar los platos, se iba al taller con el padre y le alcanzaba las herramientas, jugaba a la pelota con el varón de diez, jugaba a la muñeca con la nena de ocho y le daba la mamadera al bebé. Estaba siempre pendiente de lo que el otro necesitara y se acomodaba a ese otro”, contestó.

“Así entendimos por qué después pudimos donar. Porque en realidad, donar implica estar cerca del otro, tengo que saber cuál es su historia para saber en qué lo puedo ayudar, y entonces eso, en la donación significa ser totalmente inconscientes del éxito o del fracaso. Al no tener la mira puesta en el resultado, para nosotros está bien hacerlo y ya; después el resto, es decir el que lo recibe verá si lo quiere multiplicar o no”.

“Pensar así te hace ser muy libre para actuar. A nosotros nos ayuda haber encontrado este camino, que no quiere decir que sea el mismo para todos, pero creo que cada uno tiene un camino saludable y de sanación para reparar las cosas que le van pasando. Porque una muerte es irreparable, pero de alguna manera vos vas a seguir caminando entonces para nosotros fue muy claro entender que no le podíamos echar la culpa a Antonella si no volvíamos a ser felices. Entonces cuando uno puede también sentarse y con claridad pensar este tipo de cosas, es decir, si yo contándolo puedo salvar a otro sin que lo tenga que pasar, ya con eso es suficiente”.

“Otra de las cosas que vemos con la donación, además de esto de vincularse con el otro de manera cercana, y darle al otro lo que necesita, es que el resultado de todo esto no depende de uno: es un resultado médico que le compete a la medicina y a la posibilidad de que ese órgano sea viable para esa persona. Como por ley uno no puede saber quién es el receptor, todo termina en mi decisión y en mi actitud de haber dicho que sí a la donación y nada más, y uno puedo no vivir estando pendiente de ¿estará cuidando el órgano de mi hija? Porque eso sería de mucha esclavitud y de mucho estrés, porque el enfermo es una persona que mejora la calidad de vida pero no se cura, viven tomando medicamentos para no rechazar el órgano, y demás, entonces esto también nos da la libertad y la paz de saber que Antonella murió, no vive en otro y que todo lo que uno hace no lo hace pensando en eso sino en cómo regalarle al mundo la posibilidad de que compartan este espacio de vida que tuvo ella, que fue tan increíble”.

Sobre qué decía la gente de su “filosofía de vida”, así llamó a lo que ellos hacían, contestó: “A veces me dicen yo no sé qué haría en tu lugar y lo que nosotros pedimos es que la gente vea qué puede hacer para colaborar desde el suyo propio, con una mínima acción de algo que hacen todos los días, sin darse cuenta pueden estar colaborando”.

“Yo lo que veo es que en general la gente tiene mucho miedo a hablar de muerte y que tiene que ver con una cuestión etaria: si tenes 18 decís dono, total a mí no me va a pasar nada; cuando sos más grande lo pensás dos veces y cuando sos grande del todo, los que tienen más de 70, dicen yo dono”, contó entre risas.

En relación al tráfico de órganos su respuesta fue contundente: “No existe el tráfico de órganos porque no existe la posibilidad de ir a un sistema de salud en el cual las cosas de este tipo sean poco claras. Para que a mí me sirva tu órgano yo tengo que ser compatible en altísimo porcentaje. Por ejemplo si necesito un trasplante de corazón no me pueden dar cualquiera y con la misma plata que tengo que sostener un sistema de salud una terapia de alta complejidad para mí sola porque me dieron un corazón que no se sabe de dónde salió, con esa plata me trasplanto en Estados Unidos o en Francia por la mitad de precio. No hay tráfico porque no hay un negocio todavía. El día que haya un negocio no sabemos. Por eso está bueno que nos involucremos todos”.

Ya en el final de la charla, la mamá de Antonella contó cuál era su mayor satisfacción al hacer lo que hacía: “Hacerlo con mis hijos, que es una tarea familiar, algo que nos aboca a todos. Independientemente de lo que pueda surgir como campaña a nosotros como familia nos construye desde un lugar muy unido y es lo que puedo palpar, lo otro se me escapa, no mido lo otro. Tiene que ver con que uno no espera nada a cambio. Cuando uno se puede correr del lugar de poder o de la gloria empezás a escuchar al otro. Esa es la satisfacción”.

Nosotros buscamos que esto no sea desde el dolor porque no lo queremos enfocar ni para el enfermo ni para el que se muere, es para el que vive, entonces como es para el que vive nosotros nos preguntamos, con qué soñamos: vamos a ir con los jugadores de fútbol, después de básquet y así, es decir soñás con todas cosas que tienen que ver con la vida”.

“Antonella fue donante en vida y ojalá que al otro le sirva sin tener que pasar por lo que nosotros pasamos y que puedan ver en ese espacio y en esa nena la posibilidad que todos nos tenemos que permitir de tener una vida muy feliz, Antonella fue una nena muy feliz”.

Y ahí se comprende cuán grande y genuina es su manera de actuar, cuán sano es el camino que la familia Trivisonno halló para sentir la presencia de su hija. Una actitud noble, como todas aquellas que funcionan simplemente por hacer el bien y brindan, a cambio, la propia y única satisfacción de sentirse plenos por haber hecho algo por los demás sin esperar absolutamente nada a cambio. Esas sensaciones que pocos conocen, y que son más humanas que cualquier otra cosa.

Actividades

Este sábado 29 en las esquinas de Paraguay y Córdoba; y en Avenida Alberdi y French, se realizarán actividades que involucren a las personas que transiten por el lugar entre las 11 y las 13 con el objetivo de informar, concientizar e invitar a los ciudadanos a dialogar sobre la importancia de la donación de órganos y a difundirlo a través de las redes sociales:

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Foto: Salvador Hamoui