Por Laura Hintze 

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Osvaldo Ortolani

Osvaldo Ortolani habla de un amor. Se le nota en la mirada, en los gestos que hace con la mano, cada vez que se ríe y cada vez que sonríe. Se le nota por el tono de su voz: el entusiasmo es permanente aunque en algún momento tenga que mencionar catástrofes. Ortolani habla de Empalme Graneros, y se obnubila con las historias. “Uno no elige de quién enamorarse”, explica, confiesa, se excusa. El hombre, de 56 años, es el presidente de la vecinal del barrio de la zona noroeste de Rosario donde viven unas 35 mil personas. La vida de Ortolani no puede ser otra que la de su lugar, la de su amor. Tanto su historia como la de su barrio están signadas por las inundaciones, la organización colectiva y el encuentro con el otro.

La cumbia de Los Palmeras copa la calle Juan José Paso, una de las principales -si no es la más importante- de Empalme Graneros. Los pasos cruzados salen de un parlante que alguien puso en el patio de su casa y toman unas cuantas cuadras a la redonda. El barrio, con eso, toma color. Son las 16, los negocios están cerrados, la gente empieza a salir de a poco a la vereda. Dicen que Empalme tiene una característica: despierta pasadas las cinco de la tarde. Es cierto. Dentro de una hora, los embotellamientos de autos y la gente de compras o visitándose van a repetirse cuadra por cuadras. Pero a las 16, el movimiento viene de esa cumbia que suena fuerte y alegre desde los techos de chapa. La vecinal del barrio está ubicada unas cuadras más adelante. A esa hora, como bien manda la tradición del lugar, la institución está semi vacía. Algunas personas esperan para ser atendidas en el dispensario. La biblioteca -que está ubicada en la planta alta y tiene 30 mil libros disponibles para los vecinos- recién abre: cuatro personas esperan para entrar, entre ellas Juanita, una señora, adulta, que toma clases personalizadas de computación.

En Empalme Graneros viven 35 mil personas. De ese total, unas 800 familias son socias activas de la vecinal. El 70 por ciento de los vecinos -pasan entre 800 y 900 por día- que hacen uso del servicio de la institución no son socios. Pero pasan. Ortolani, el actual presidente, tiene una muletilla: cuando alguien le pide permiso para hacer algo en el lugar, el contesta “estás en tu casa”. “¿Qué es una vecinal? Un grupo de vecinos que se juntan por un hecho u objetivo determinados. Eso es. Está lo formal, las exigencias de la ley, pero una vecinal no tiene que ser nada más que un objetivo primordial, que juntarse por un bien común”, explica el hombre. Luego, define la institución de sus amores: “Pujante, aguerrida, luchadora, al frente de las reivindicaciones sociales y de las conquistas del barrio”.

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Osvaldo Ortolani, presidente de la vecinal de Empalme Graneros

Resulta imposible escindir la historia de Osvaldo Ortonali de la de Empalme Graneros. Su bisabuelo, José, llegó al barrio en la década de 1880 y fue uno de los fundadores de la vecinal en el año 1922. “Se creó impulsada por las necesidades: iluminación, zanjas, mejorado. No había en la zona escuelas, dispensarios o maestros. Y por sobre todas las cosas, ya había inundaciones. Cuando empezaron los reclamos les dijeron desde el Estado que ya estaban por solucionar todo”. El abuelo y el padre de Osvaldo también formaron parte de la vecinal, por lo que su llegada a la institución fue prácticamente natural. Sólo necesitó un impulso: la gran inundación de 1986.

Empalme Graneros sufrió diecisiete inundaciones a lo largo de su historia, las más importantes en los años 1898, 1905, 1911, 1940, 1961, 1962, 1964, 1969, 1971, 1977, 1984, hasta llegar a la del año 1986, destacable por la intensidad de los daños provocados. “Todos los saltos cualitativos del barrio son cercano a una desgracia. Justo se da que la mayoría de las nuestras son las inundaciones, que no hacen distinción, nos pegan a todos y al mismo tiempo”. El relato de Ortolani deja entrever que la desgracia del 86 terminó significando el resurgimiento de la vecinal.

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Biblioteca Mariano Moreno, de la vecinal de Empalme Graneros

Los días, meses y años que siguieron a la gran inundación de abril de 1986 fueron de movilización, asamblea y organización barrial. Los vecinos comenzaron a reunirse todos los miércoles: unos 200 fueron los que mantuvieron viva la lucha semanal. Más de mil los apoyaron cada vez que salieron a la calle. Osvaldo Ortolani tenía en ese momento 26 años y junto con una banda de amigos comenzaron a participar e incluso ver más allá de lo que pasaba como barrio. “En una desgracia, un quiebre, las cosas salen a la vista. La asamblea de los miércoles era la que tomaba el rumbo y estaba conformada en su mayoría por gente grande. Pensábamos por qué. Y claro, es que el joven tenía una revancha para reconstruir. El viejo no tenía esa posibilidad. Eran los que más se enganchaban porque con la inundación perdían todo y no tenían tiempo para recuperarlo. No tenían revancha. La única era que no se inunde más y en eso encontraron su motivo de vida, en esa lucha”. La nueva etapa de la vecinal, que encontró a Osvaldo Ortolani activo y fluctuando entre la presidencia y la comisión directiva, tuvo su puntapié inicial con la tercera edad y también su marca identitaria. Los talleres y propuestas que comenzaron a surgir tuvieron como primer destinatario esta población, luego fueron más allá y se abrieron a todas las edades y propuestas. Ahora la vecinal está copada.

El relato de Osvaldo Ortolani está plagado de historias, de triunfos y derrotas, de aciertos y no tanto. Lososvaldo_ortolani7_fvizzi años y las miles de personas que han pasado por Empalme hacen que la historia de su vida y la del barrio sean muy distintas a una línea recta y uniforme. Entre tanto, Ortolani recuerda los festejos del “Día del Vecino”, un invento para festejar todos juntos antes de las fiestas. Cuenta que cortaban las calles con dos grandes escenarios y que año tras año la fiesta se copaba cada vez más. Ortolani arriesga: llegaron a reunir 30 mil personas. Hace siete años que la fiesta ya no se hace, según Ortolani, por no recibir autorización municipal. Él la menciona como si continuara cada diciembre. “La gente es tan respetuosa con la fiesta. Porque imaginate: treinta mil personas en Empalme. Bien podría haberse hecho una macana. Uno se pregunta por qué acá es distinto, si tenemos el mismo tejido social que muchos barrios fuleros. Y es que acá construimos pertenencia. Acá pasan cosas, acá nos roban. Pero no le es tan fácil al que lo hace. Porque es su escuela, su barrio, su vecinal. Yo parezco edílico: pero pasa”, señala y asegura el vecinalista: “Vos amas algo si es tuyo. Nosotros tenemos la historia de nuestro barrio, que es de todos. Hacemos mucho hincapié en eso. Si vos perteneces, lo vas a querer más. Vamos a las escuelas, hacemos cursos de todo, de armar curriculum, de todo. Nosotros trabajamos para eso”.

Fotos: Florencia Vizzi