Por Alejandro Maidana

Desde los barrios, desde esos lugares con aroma a arrabal y sabor a esquina, se vienen tejiendo sueños de libertad y solidaridad. Desde los barrios, desde esos micromundos en donde las faltas de oportunidades han convertido en una verdadera quimera, el presente y futuro de aquellos que no se resignan a sucumbir ante un sistema tan deshumanizante como meritocrático.

En el barrio basta con pegar un grito para organizarse, empatizar, para llevar adelante toda actividad que los aciagos días empujan a concretar. Es por ello que sin esperar lo que suele acovacharse bajo una retórica tan empalagosa como oportunista, vecinas y vecinos se juntan, dialogan e imaginan una salida que pueda hacer las veces de ese faro que pueda servir para ganarle a las sombras proyectadas por la realidad.

En Barrio Godoy, más precisamente en la intersección de Larralde y Calle 1701, el comedor y merendero comunitario <Reviviendo Barrio Godoy>, se erige como un verdadero oasis para quienes encuentran en él, un lugar de contención y cobijo. Romina no dudó en compartir un espacio de su hogar para soñar en grande, allí junto a Aime, Dana y Luciano, construyeron un lugar que busca resignificar los días de los excluidos.

Pero la cosa no termina ahí, a este grupo de quijotes se le suma un grupo de pibes maravillosos que han transitado contextos de encierro, y que pese a las limitaciones que impone el afuera, dedican su vida a acompañar a los desvalidos. Confiando en que se puede torcer el antojadizo destino, y pese a que el statu quo no le guste esto, Javier, Mauricio, Luis y Maximiliano, no escatiman en amalgamar ideas transformadoras.

Sin esperar lo que en campaña electoral suele aflorar hasta por debajo de las piedras, desde <Reviviendo Barrio Godoy> se decidió llevar adelante un encuentro festivo para agasajar a los más pequeños. Así fue como gracias al trabajo mancomunado, el sacrificio compartido, y la solidaridad como moneda de cambio, el comedor y merendero se transformaría en el escenario de una jornada inolvidable.

Los artistas roldanenses Diego el mago TV y Pirula también, fueron los encargados de convidar su arte popular para que la pibada sin moverse un milímetro de sus lugares, pueda disfrutar de aquello que suele dolorosamente, quedarles muy lejos. Trucos de magia, sorteos e imaginación desparramados en una calzada convertida en teatro, en una porcioncita de barrio disfrazado de alegría.

A las masitas caseras, se le sumaron las pastas frolas, y a éstas, el transitar incansable de litros de jugo e interminables rondas de mates. A las sonrisas de los mas chicos, se le sumaba un gesto que combinaba felicidad y aplomo, por parte de los más grandes. A un despliegue que no tuvo fisuras, se le sumarían el pelotero, ese juego que todo lo puede, y decenas de juguetes que fueron acercados por Julieta y Román, quienes utilizaron su comercio como ariete para poder avanzar con las donaciones.

Y así se fundía un día inolvidable, una demostración cabal que cuando los de abajo se organizan, no hay designio colectivo que no se pueda alcanzar. Un crisol de historias reunidas con un fin en común, un punto de partida para disputar sentidos y derribar estereotipos, un atrapa sueños tan grande como el corazón de quienes ven en la necesidad, un derecho a ser conquistado. En un país donde la pibada sigue siendo la más aletargada, organizarse para acompañarla, cubrirla y cimentarla, no solo es un acto de amor sincero, es una obligación de todo aquel o aquella que se precie de bien nacido.