La dura realidad de los barrios rosarinos sigue siendo una grave deuda pendiente. Los habitantes de Barrio Santa Lucía  lo sufren a diario. Este jueves, la comunidad educativa de la escuela 1396, ubicada en Riobamba al 7600,  realizó un abrazo solidario para reclamar más seguridad, ya que sufren robos en forma cotidiana y condiciones de igualdad con el resto de los chicos de la ciudad.

En diálogo con Conclusión, Mónica Rodríguez, docente de la escuela relató que sufren hechos de vandalismo y robos en forma cotidiana. «Nos han robado muchas veces, cosas irrecuperables y muy valiosas para la escuela, como los ventiladores de techo, la pava eléctrica, un televisor que nos habían donado cuando nos robaron el otro televisor que teníamos antes».

«Además, remarcó, nos sentimos excluídos, porque no puede ser que no tengamos ventiladores para empezar las clases. Hay escuela que los tienen sin tener que pedirlos, incluso aires acondicionados, lo que está muy bien porque los chicos tienen que estar cómodos, pero nosotros no tenemos acceso. Y si hablamos de igualdad, necesitaríamos las mismas cosas que otras escuelas en otros barrios».

En ese sentido, Guillermo, otros de los docentes, relató a Conclusión que la escuela está totalmente abandonada. «Empezó una obra hace tres años de la Nación, de la que quedó el cartel únicamente. Se hizo solo un 60% y quedó parada».

El docente señaló que a la escuela 1396 asisten alrededor de 250 chicos. «Y los chicos dan clases en salones con techos de chapa y sin ventiladores». «Esta es una escuela devastada con una obra abandonada hace más de tres años. Además, los robos constantes empeoran la situación».

Por su parte, Andrea, madre de un alumno y asistente escolar relató que «cuesta horrores conseguir» lo que les roban. «La escuela trata de organizar algunas actividades, pero la situación económica es tan complicada que lo que se recauda termina sirviendo para arreglar una ceradura rota o una canilla que se llevaron y nada más. La situación de nuestro barrio es muy complicada y las familias la están pasando mal».

«Nos dicen que en enero nos van a poner seguridad, pero nosotros no podemos esperar hasta enero, la escuela no se puede seguir destruyendo. Nuestra escuela tiene que tener las mismas condiciones que tiene cualquier otra escuela de la ciudad de Rosario», enfatizó Andrea.

«Estas escuelas,  en estos barrios, son las únicas instituciones que abren sus puertas para que acá se hagan otras actividades, porque nuestro barrio no cuenta con un club, ni ningún lugar para que los chicos puedan hacer nada. Entonces las escuelas abren sus puertas después de las 6 de la tarde para que algunos papás nos juntemos con chicos y organicemos talleres, para que los chicos jueguen a la pelota o tomemos unos mates, porque sino aquí no hay nada para ellos. Hace 20 años que vivimos aquí y todavía no tenemos un lugar para que los chicos, en igualdad con cualquier otro chico de la ciudad de Rosario, cuente con un club para ir a jugar a la pelota. Esas son nuestras condiciones», detalló la mujer.

Y agegó: «Si un chico puede estar contenido en su escuela, si puede hacer actividades en su barrio, si se puede juntar con otros a jugar, o con un vecino a charlar, cambia la realidad de nuestro barrio. Ahora si todos tenemos que estar encerrados en nuestras casas y  ni siquiera podés juntarte con un vecino, la realidad es otra y pasan estas cosas que te destruyen», explicó con cierta angustia la asistente escolar.