Rosario, la ciudad sin fundación, cumple años. Desde 2008, cada 5 de agosto se celebra el “Día de la Declaración de la Ciudad de Rosario de Santa Fe”, en recuerdo del decreto firmado por el gobernador Domingo Crespo en aquella fecha de 1852, mediante la cual la hasta entonces conocida como Villa del Rosario pasaría, definitivamente, a ser la ciudad como la conocemos hoy en día.

En aquel día, hace exactamente 169 años, Crespo promulgaba la ley que había sido sancionada dos días antes por la Junta de Representantes, reconociendo el estatus de ciudad a una zona que había sido testigo ejemplar de episodios históricos de la República Argentina.

Esa declaración fue, además, la consagración de un hecho que venía postergándose por culpa del centralismo de Buenos Aires, que llegaba al punto de que aquel puerto rosarino, que brindaba excelentes perspectivas desde el punto de vista del libre comercio, había sido cerrado a los buques extranjeros por decreto del gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, a comienzos de 1841.

Foto: Litografía de Rosario de Santa Fe por Eduardo Fleuty, 1875.

Foto: Litografía de Rosario de Santa Fe por Eduardo Fleuty, 1875.

El episodio clave fue tras la batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852, donde combatieron dos batallones de rosarinos que fueron luego especialmente felicitados por Justo José de Urquiza y a quienes el general les prometió que ayudaría a la villa en sus aspiraciones de progreso.

Sería el 9 de junio de 1852 el día en que Urquiza escribió al gobernador Crespo para que elevara a Rosario, por entonces una villa de menos de 3.000 habitantes y casas bajas, al rango de ciudad.

Así, el mandatario provincial realizó las gestiones por su cuenta, ante la Junta de Representantes, para que se sancionara la ley respectiva.

Entre sus argumentos, destacó “su posición local, que la pone en contacto directo con el interior y exterior, por su crecido número de habitantes y por su comercio activo con todos los pueblos de la república”. Dicha declaración abrió además puertas a otros acontecimientos no menos relevantes, como la apertura de los ríos a la libre navegación, lo que significó terminar con el monopolio de Buenos Aires e iniciar camino para el desarrollo del puerto de Rosario.

El 3 de agosto de 1852 la Junta de Representantes dio su visto bueno y dos días más tarde Domingo Crespo firmaría el decreto definitivo y Rosario pasaría a ser reconocida como ciudad por el resto de su historia.