Por Carlos Duclos

Pablo Javkin fue el contendiente de la actual intendenta Mónica Fein dentro del Frente Progresista en las elecciones primarias llevadas a cabo en abril de 2015. Una vez resuelta la interna, y tras el triunfo en los comicios generales de la candidata socialista, el ex diputado nacional aceptó la invitación de Fein para ocupar la Secretaría General de la Municipalidad de Rosario.

En el último tramo de la charla con Conclusión, Javkin no sólo abordó cuestiones políticas, sino que también se refirió a situaciones límites que tuvo que enfrentar, y que lo hicieron reflexionar sobre el sentido de la vida. “Cuando la debilidad de la condición humana te lleva a puntos tan extremos todo lo demás importa poco”, aseguró.

Además, reconoció que el espacio del cual forma parte debe «renovarse», no descartó posibles alianzas políticas y no dudó en afirmar que “la principal demanda de la gente es la inseguridad”.

—Desde la función pública, ¿advertís que el ciudadano común se encuentra insatisfecho o tiene incluso un vacío de derechos satisfechos?

—La gente tiene una suerte de sensación de enojo, lo sitúo en el enojo porque también tiene un componente de negación de toda posibilidad de matiz, es como un rechazo un poco más violento. Por otro lado, creo que también la ciudad tiene un tejido de organizaciones fuera de la política que es muy alto y sería injusto no mencionarlo. Se exige rapidez en cambiar algo cuando algo no nos parce bien, y esa velocidad va en contra de la lógica natural que tiene la construcción de una política más sostenida en el tiempo.

—¿La sociedad tiene una necesidad de renovación permanente? ¿Es necesaria esa renovación ahora? 

—Hay una frase de (Joaquín) Sabina que a mí me marca mucho que dice: “No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió”. Entonces yo siempre me resisto a tener nostalgia de otras épocas porque la que nos toca vivir es esta. Pero a la vez, uno no tiene por qué renunciar a cierta mirada crítica sobre lo que vas pasando. Hoy hay mucha información, y demasiada atracción; producto de la sociedad de consumo en la que vivimos y eso a veces no te permite afianzarte. Este es un debate que hoy está atravesando no sólo la política, sino también la teología y hasta los mercados. Yo dudo que haya una época, salvo en el fenómeno previo a la Segunda Guerra Mundial, donde los extremos irreflexivos ganen tanto espacio a la hora de las elecciones políticas de la población.

—¿Estás conforme con lo hecho por el Frente Progresista en la provincia y en la ciudad?

—El gran debate del Frente es cómo resolver un dilema que es no estar enamorado de lo que se hizo, sino de lo que debería venir. Creo que es el dilema de toda fuerza política que lleva un tiempo gobernando en una estructura donde había un partido muy hegemónico que marcaba la gestión de gobierno. En una ciudad como Rosario es imperdonable. De igual forma uno podría reivindicar un montón de cuestiones de la gestión. Hoy la principal demanda de la gente por lejos es la inseguridad, que hace 10 o 15 años atrás nadie la asociaba a un nivel municipal. Hoy el Frente tiene el desafío de responder desde lógicas nuevas a problemáticas nuevas.

—Responder a lógicas nuevas, ¿implica también una renovación del Frente?

—Sin duda.

—Mencionás enamorarse del futuro como algo pendiente. ¿Cuál es el futuro que visualizás?

—El futuro es la agenda. Nosotros tenemos una prioridad hoy que es reforzar los lazos. Rosario siempre fue una ciudad donde todo el mundo pensaba que conocía al otro. Hoy el fenómeno de la inseguridad provoca un efecto absolutamente contrario, y lo más grave es la ruptura de lazos que genera. Cuando hablo de la agenda a futuro tiene que ver con compartir el espacio público y las reglas de convivencia, aplicado al mejoramiento de la seguridad en el ámbito que compartimos. Eso va desde la iluminación, el desarrollo urbano en determinados sectores de la ciudad, la presencia de prevención, los mecanismos comunitarios de cuidado y hasta las políticas sociales coordinadas tendientes a que los jóvenes no terminen matándose entre sí, presos de las economías marginales del delito.

—¿Creés que es posible el arribo de otras fuerzas al Frente Progresista, incluido el peronismo?

—Los tiempos marcan que el saber es más horizontal. Muchos de nosotros nos formamos en un sistema de estado concentrador de los saberes técnicos, y proyectos políticos como dueños de las verdades absolutas que había que materializar. Eso se terminó, hoy la política es más colaborativa, y los desafíos son mayores, porque las capacidades del estado son menores para resolver las demandas sociales. Por todo esto la ampliación de los frentes tiene que ver con entender esa lógica horizontal y estar abierto a innovar, aunque eso rompa tradiciones. Hay que buscar actores sociales nuevos, y comprender que gobernar ya no te da la suma del poder ni la suma de saberes. La humildad aumenta las capacidades de absorber fenómenos sociales. Por ahí debería ir la lógica del Frente.

—¿Qué sentís que podés hacer por el otro desde la política?

—Muchas cosas. Aunque son tiempos en los que lamentablemente el Estado quizás no tenga tanta incidencia en relación a las demandas ciudadanas. Sobre todo, por esta etapa del capitalismo tan particular. Pero yo creo que uno puede hacer todo por el otro en términos de sentarse a construir un sueño común. En mi caso, para mí este año fue de mucho aprendizaje porque al estar en un lugar ejecutivo eso te lo pone presente todo el tiempo en forma más directa. Probablemente la paradoja sea que, en estos tiempos de tanta globalización, el lugar donde la política tenga más respuesta sea al nivel local y tiene que ver con la cercanía.

—Saliendo un poco del ámbito político, ¿qué significa el ser humano para Pablo Javkin y qué puede hacer por ese ser?

—Creo que uno mama un poco de la filosofía de casa, que es parte de la sabiduría popular y parte de lectura. Por muchas razones tengo herencia del existencialismo, por parte de mi viejo y por mi abuelo. Uno de mis abuelos que fue un viejo comunista que tenía la idea de humanidad como su sueño más profundo, desde el lado de la igualdad y el existencialismo, un poco también de la tradición judío cristiana. Esa concepción del otro como una aspiración de reflejo de uno en la convivencia con el otro. Mi viejo fue por muchos años médico de gastronómicos y cada vez que íbamos a comer afuera o a algún bar, mi viejo atendía a los trabajadores de ahí, y cada vez que entraba lo reconocían como “el doctor”. Eso me marcó muchísimo, incluso para la política.

—Ocurrieron cosas en tu vida que te hicieron reflexionar como aquel accidente de tránsito que te dejó al borde de la muerte. ¿También te sirvieron para mirar de otra forma la vida como dirigente político?

—La primera gran lección es que el afecto te salva en situaciones límites. Yo recibí mucho cariño de muchos amigos que políticamente piensan diferente. Hago política desde los 13 años y cuando te pasa algo hay muchos adversarios políticos que te acompañan. Fue una situación que me enseñó mucho. Fue hace 11 años y sentí el afecto de la ciudad, ese es el corazón que no hay que parar. Tengo muchas anécdotas lindas. Cuando la debilidad de la condición humana te lleva a puntos tan extremos todo lo demás importa poco.

Primera Parte

Javkin: “Me gustaría ser intendente, cualquier otra respuesta sería hipócrita”