La doctora en historia Natalia García presentó este miércoles el libro de su  autoría “El caso Vigil”, en un acto llevado a cabo en el emblemático edificio sito en Alem y Gaboto.

La escritora narró las razones que la motivaron a escribir el libro, acompañada del ex director del Museo de la Memoria, Rubén Chababo, como así también de Antonia Frutos y Adrián Ascolani.

Antes de la presentación formal, García ofreció una entrevista exclusiva a Conclusión.

¿Qué fue lo que te motivó a escribir este libro?

Este libro es una casualidad de una tarde cualquiera cuando en un programa de radio escuché a un miembro de la que entonces era la flamante asamblea de socios por la recuperación de la Vigil. Él estaba  relatando la historia y también todo lo que estaban poniendo en práctica para visibilizar el caso e iniciar lo que fue una larga lucha por su recuperación. Allí, yo sentí una profunda emoción y una profunda vergüenza por desconocer esa historia. Ya estaba graduada en la carrera de Ciencias de la Educación y no conocía el caso Vigil. Debido a ello, en ese momento me sumé a participar en las asambleas y luego se dieron esas cosas de iniciar una formación doctoral y de recibir becas del Conicet. Yo ya tenía en claro que mi tesis, mi objeto de estudio, iba a ser la Vigil.

¿A qué le atribuis el hecho de que a pesar de haber sido estudiante de historia no conocías del tema?

Es porque está fuera de todo programa de la currícula universitaria. De hecho veíamos casos muy exóticos, emblemáticos, lejanos y siempre quedaba aparte esa atmósfera de que las transformaciones sociales sólo ocurrían en otros lugares y a 10 o 15 cuadras estaba esta experiencia institucional única, no solo en Argentina, sino también en algunos puntos de América Latina. Por eso también digo que es también una deuda académica.

¿Por qué única?

Por todo lo que pudo desarrollar y desplegar por democratizar, de una forma realmente única, todos esos bienes culturales que sólo estaban en el centro de la urbe, altamente arancelados y para pocos. Afirmo que es única porque con este proyecto se pudo derramar calidad educativa, cultural, social y comunitaria en las márgenes, en Tablada y Villa Manuelita que era este lugar.

Desde tu mirada, ¿cómo estimás que destruyeron las cuestiones simbólicas además de las materiales?

No se puede desdeñar la destrucción material porque ahí está lo simbólico, precisamente, Vigil era un atrevimiento, una osadía material. Este inmueble de Alem y Gaboto que se levantó y se despegó de la barriada chata poseía esos bienes culturales, como la lente del observatorio robado y esas 3.000 piezas del museo de ciencias naturales, destruidas con prácticas de tiro al blanco. También, los más de 100 mil libros quemados o guillotinados, usados en circuitos comerciales clandestinos. En este sentido, se puede agregar que además produjeron el descenso y la extinción de la calidad educativa de las escuelas porque la dictadura lo que hizo fue destruir, cercenar y asfixiar financieramente, dependía del caso. Le tocó a todos esos espacios mutualistas, cooperativistas, productivos, socioculturales, pero conservaron y sostuvieron en pie a las escuelas y allí apareció toda una depuración ideológica y un enorme arrebato de la calidad educativa que hasta allí estaba hasta entonces presente. Todo eso se plasmaba en la calidad de los docentes que venían fundamentalmente de las universidades. Esa fue un poco  la metodología intervencionista que se dio.

¿Se puede establecer una relación entre tu desconocimiento original del tema y esto último que mencionás?

Si, y creo que de alguna manera las cosas comienzan a cerrarse. De hecho, aquella vergüenza inicial terminó siendo una producción de la universidad que está siendo editada por la facultad y que también ha derribado los muros académicos porque vuelve a su comunidad. Además, es un corpus fundamental para la causa que también se abre ahora porque Vigil trae toda una nueva agenda en reparación de derechos humanos, no sólo por los delitos cometidos en referencia a los 8 miembros de comisión directiva secuestrados y desaparecidos en mayo del 77, sino que viene a decir mucho sobre los delitos económicos imprescriptibles y las responsabilidades civiles. Esto es también sortear una larga deuda académica que impacta e  influye en el  ámbito judicial de forma inesperada.

¿Podrías contarnos cómo proyectás la historia de la Vigil de aquí en más?

Hay una carta de renuncia de los directivos de las escuelas, obviamente producida bajo coacción y amenaza, de 1977, que fue premonitoria. En estos días, cuando están pasando tantas cosas con Vigil, recuerdo la última frase que allí dice: ‘a su hora le será reconocida’. Eso es lo que está pasando ahora y ya es imparable. Vigil ya recuperó su editorial, su teatro y está llena de vida, de niños y jóvenes que participan, y de proyectos que son muchos. Si lo pensamos un poco, esto hace 5 minutos que se devolvió. Recién se obtuvo la llave de los inmuebles en diciembre de 2013, después de treinta y pico de años de liquidación. Y si lo medimos en tiempo, podemos decir que está muy a favor de todo lo que vendrá, que será la recuperación  concreta.