Por Florencia Vizzi (entrevista/fotos)

Hay una cadencia permanente que envuelve la tranquila vivienda de Carlos Ducler, ubicada en el corazón de un tradicional barrio rosarino. Un pulso incesante, que no se parece en nada a la clásica y molesta onomatopeya del tictac. Por el contrario, la suma del sonido de las muchas maquinarias de relojes se asemeja más bien, a una marea rítmica, que paradójicamente, consigue que se pierda noción del tiempo y el espacio.

Relojes antiguos, herramientas varias, maquinarias añejas, juguetes construidos en base al modelo de los autómatas, Carlos_Ducler_Relojería_Monumental_7_fvizzicampanadas suaves, provenientes de diversos cronógrafos,  que marcan el paso de cada cuarto de hora, un cucú que cada tanto asoma… Sonidos, elementos y olores constituyen el marco del encuentro con este artesano del tiempo.

Ducler, es, por su parte, un hombre de oficios, manos y cerebro inquietos, confiesa ser relojero, pero también restaurador, museólogo, investigador, informático, improvisado historiador, un poco fotógrafo, y creador de infrecuentes criaturas, conjeturadas a partir de animales del Paraná, que concentran su espíritu y “son un poco protectores del río” (sic), como el “Yaragüete guazú”, que destaca entre los otros, “cabeza de yaguareté,  cuerpo de yarará y patas de aguará guazú”

El extenso recorrido de este artesano se condensa en escasos 45 años: “Empecé de muy chico,  con mi viejo, a los 12 años comencé a trabajar en un taller con él, y a los 20 o 21, dejé y me dediqué a la informática. En el 2003, retomé la relojería, y me dediqué de lleno a los relojes antiguos».

En el 2006, cuando sobrevino una tremenda tormenta de granizo, que arrasó con techos y tejados, autos y campanarios, Ducler vivía muy cerquita de la iglesia María Auxiliadora de Rosario, ubicada en Salta y Presidente Roca. Y allí surgió la inquietud. El granizo había hecho estragos con el reloj del campanario.

reloj_iglesia_maría-auxiliadora_rosario2_fvizzi“Un día entré y pregunté por qué no lo arreglaban, y me contestaron que no había más relojeros que pudieran hacerlo. Entonces pedí permiso para entrar a verlo, y estudiar si podía hacer algo. No lo conocía, pero logré ponerlo en marcha. Y luego, poco a poco, fui restaurándolo todo. Ellos me pusieron en contacto con la parroquia de Viamonte y Pte. Roca (Inmaculado Corazón de María). Así fue como empecé a dedicarme de lleno a este oficio, y seguí haciéndolo hasta hace unos pocos años”.

— ¿Cómo encarás un trabajo de este tipo?

— Empiezo limpiando íntegramente el lugar, después hay que desarmar la maquinaria completa y limpiarla, y ver cuáles son las piezas que sirven y se pueden arreglar. Las que no se pueden rescatar, las fabrico o las mando a fabricar. Soy el único en todo el país que hace el trabajo completo. Hay alguno que otro que repara, pero nada más. No tocan las campanas, ni los vidrios, ni la limpieza, nada. Yo fui a la fábrica de campanas de San Carlos para capacitarme y aprender con ellos, todo lo que es el montaje. Aprendí varios oficios, herrería, carpintería, aprendí a cortar vidrio para los cuadrantes y me encargo de instalarlos y pintar los números como eran originalmente o diseñarlos en el material correspondiente. También estudié electricidad para instalar todo el sistema de iluminación interno cuando el reloj ya está terminado.

— ¿Una vez que el reloj ya está restaurado y lo ponés en hora,  como se activa el mecanismo de la campana?

En ese punto, Ducler se aleja y vuelve con un reloj antiguo. Lo abre y comienza a explicar, a medida que va señalando: “Este tiene el mismo mecanismo del Palacio Fuentes”. Hay una serie de varillas que equivalen a lo que son las campanas y unos Carlos_Ducler_12x8_10_fvizzipequeños martillos. Ducler lo pone en hora y, mientras comienza a sonar,  explica: «Los martillos son activados por el mecanismo del reloj al llegar a una determinada hora. El sonido va cambiando de acuerdo a la hora. Los carrillones, aparte de tocar las campanas de la hora, tocan melodías cada 15 minutos. Los martillos deben estar bien ajustados para que suene bien.  Un cable de acero es lo que conecta los martillos que golpean las campanas a la máquina».

— ¿Cuál es el costo de arreglar un reloj monumental?

— Depende del estado general del reloj. La verdad es que ya nadie quiere pagar por estos trabajos. Lo más común es que uno encuentre estos relojes con 10 o 20 años de abandono. Tienen los vidrios rotos, entraron palomas e hicieron nidos allí, hay que arreglar los cuadrantes, cambiar los vidrios, pintar los números, los marcos, desarmar y destripar la máquina, ver que piezas se pueden rescatar y cuales hay que volver a hacer… es un trabajo que puede llevar dos o tres meses, aproximadamente. Y hay que cobrarlo no menos de 130.000 pesos… esto es un número al azahar, hablando en general. Y ya nadie le da demasiado valor a estas cosas. Ahora, por la mitad de ese dinero, le instalan máquinas eléctricas, que no requieren ningún tipo de mantenimiento y duran 10 o 12 años.

— ¿Qué cantidad de relojes monumentales reparaste?

—Desde 2007 hasta fines del 2012 me dediqué exclusivamente a los relojes de campanario, he viajado por Santa Fe y Córdoba, trabajando mucho en los pueblos que tenían iglesias antiguas, y otro trabajo en Tucumán. He hecho varios trabajos grandes. Venado Tuerto, Pergamino, Tortugas, Carrilobos, Caferatta, Camilo Aldao, Gálvez, Esperanza, Rafaela, provincia de Buenos Aires, entre otros. Me han llamado de todo el país también, pero nunca se concretó nada. Y también de Puerto Rico, México, Chile, Uruguay, Costa Rica, pero tampoco se dio.

— ¿Algún trabajo en particular que recuerdes como especial o que le tengas personal afecto?

Carlos_Ducler_12x8_5_fvizzi— En cuanto a mi trabajo no, pero le tengo mucho cariño al reloj de ciudad de Gálvez, porque ha sido el reloj que más han cuidado después que yo me fui. Ahí, desde que hice el trabajo, lo han conservado y cuidado muchísimo. Quedó una persona a la que yo le enseñé como mantenerlo y se ha hecho cargo y lo hace muy bien. Y le tomé mucho cariño porque parte de mí quedó allí. Muchos de los relojes que restauré, al poco tiempo fueron abandonados. María Auxiliadora, Inmaculado Corazón, otros en Arroyo Seco, Rafaela, Bombal, Carrilobo, Maciel, y puedo seguir contando, varios más al poco tiempo han quedado abandonados nuevamente.

— ¿A qué pensás que se debe eso?

— A muchas cosas, son relojes antiguos y no están pensados para el ritmo de vida de ahora. Cuando se construyeron, la mayoría de los pueblos dónde se colocaron eran pueblos jóvenes, con mucha solidaridad entre los habitantes, había mucha religiosidad también entre ellos. Hoy ya, a la gente del campo le interesa sólo la soja. Ya no van tanto a la iglesia. Tampoco se quiere pagar por el cuidado y mantenimiento. Siempre la iglesia trata de que lo haga algún voluntario, y voluntarios hay muy pocos, y de los que hay, se entusiasman a lo mejor por un tiempo y luego se cansan, no van más y abandonan…

— ¿Cuál es el reloj más antiguo de Rosario?

— El más antiguo que queda es el que está en la estación Rosario Central, lo que ahora es el Distrito Centro. Se instaló en 1879. Fue el tercer reloj que se instaló en la provincia, pero los otros dos no existen más. El primero fue en la catedral de Santa Fe, en 1854, el segundo fue el de la catedral de Rosario, instalado en 1958, al que se le cambió la máquina y se reloj_estación-rosario-central2desmontó varias veces, y en la modificación que se le hizo en 1880 se sacó el reloj. El tercero fue el de Rosario Central, y el más antiguo que queda, que fue fabricado por la misma relojería que elaboró el del Big Ben de Londres. El cuarto fue el de Cabildo de Santa Fe, en 1884, que luego se trasladó en 1905 a la basílica del Carmen, y en octubre de 2015 le cambiaron la máquina.

El conocimiento al dedillo que tiene Ducler de la historia de los relojes monumentales se debe a su costado de historiador. A medida que se fue comprometiendo con el oficio de restauración de los mismos, también se dedicó a investigarlos y conocer sus orígenes, destinos y recorridos.

— ¿Quedan otros relojeros en el país que se dediquen a la restauración?

— La verdad es que no lo sé. Había un hombre muy grande en Buenos Aires, pero creo que ya no se dedica más. Y como te dije antes, gente que haga el tipo de trabajo que hago yo, no  hay.

— Más allá de que comenzaste en el oficio de relojero junto a tu papá, cuando te dedicaste a los campanarios, ¿tuviste algún maestro que te iniciara en esos secretos?

Carlos_Ducler_Relojería_Monumental_13_fvizzi— En el comienzo fue algo que comencé por mi cuenta, y me metí en el oficio. Después lo conocí a Adolfo, (José Adolfo Van de Casteele), que tenían la relojería en 3 de febrero entre Juan Manuel de Rosas y 1° de mayo… todavía está el reloj allí, la casa está toda cerrada. Y con él aprendí varias cosas más. Y tiempo después, lo conocía a Alberto Selvaggi, que está considerado patrimonio viviente por la legislatura de Buenos Aires, uno de los más reconocidos del mundo.

— ¿Te seguís dedicando a la relojería monumental?

— Desde 2007 a la fecha he restaurado alrededor de 40 relojes, un poco más. En 2012 realicé el último trabajo grande en campanarios. Ahora sigo trabajando restaurando y reparando relojes antiguos. Sigo pasando presupuestos, pero hubo un momento en que me tuve que decir ‘basta de regalar los trabajos’, me cansé de competir con los fabricantes de máquinas eléctricas y empecé a pasar los presupuestos con los montos que  yo considero que valen, y ahí no salieron más trabajos de ese tipo. Es una labor que ya no se quiere pagar.

Las historias de Ducler no tienen fin, y reflejan una intrincada red de conocimientos, artísticos, históricos, técnicos y artesanales, que se funden en su pasión por la relojería monumental, pero también en otras pasiones, que van de la mano Carlos_Ducler_Relojería_Monumental_18_fvizzicon la diversidad de sapiencias que ha ido desarrollando y engranando. Realizó múltiples trabajos de investigación, y asesoramiento para historiadores y fue, además, convocado por el Correo Argentino, como asesor para una serie de sellos postales sobre campanarios, emitida en diciembre de 2015. Realizó la selección de imágenes para la misma y la redacción del catálogo explicativo.

También ha ganado premios por sus esculturas “lúdico-mecánicas”, modeladas en base a autómatas, y estuvo muy cerca de realizar una muestra fotográfica que refleja los momentos dedicados a su trabajo. Sostiene, con un dejo de melancolía, que los relojes monumentales y los relojeros son una especie en extinción.

En un rincón de su hogar, hay un lugar privilegiado para un reloj diferente. “Durante 5 años me dediqué exclusivamente a arreglar relojes de campanarios, estaba más allá arriba que en con los pies en la tierra. Y me acostumbré tanto a verlos desdeCarlos_Ducler_Relojería_Monumental_19_fvizzi adentro, que me costaba ver la hora en los relojes comunes. Así que me armé uno así para mí, como estaba tanto inmerso en ellos, me dije: ‘me voy a hacer un reloj al revés’. Así, el artesano del tiempo concretó una especie de homenaje a las horas pasadas entre campanas y agujas.

En ese momento, Ducler comienza a hablar sobre el reloj del Congreso de Bolivia, que también gira al revés, y realiza un relato sobre una ley sancionada por la legislatura de ese país para que todo los relojes públicos giren en sentido inverso. Pero eso será material para otra historia.