El Philodendrom Misionero es una planta perenne que desarrolla gran tamaño. Necesita espacios amplios. Sus hojas se hacen más grandes a medida que la planta continúa creciendo. Tiene raíces que salen del tallo y de la maceta, en lo posible no cortarlas, en su ambiente natural las utiliza de anclaje.

Matias Millili, titular del Paseo del Kaldi -ubicado en Santiago 1469- describió que es una “planta tropical, perteneciente a la familia de los Philodendrom, cuya palabra proviene del latín y se traduciría en “amor a los árboles”, porque son plantas que crecen bajo las sombras de otros árboles, largan raíces aéreas y con esas mismas se van trepando a los troncos de los árboles, por eso se dice que los abrazan a los árboles”. En ese sentido explicó que este método de crecimiento no es invasivo, “no es que matan a las plantas en donde se trepan, sino que lo utilizan únicamente para poder conseguir más altura”.

En dialogo con Conclusión narró que el Philodendrom es una planta de media sombra y no requiere sol directo “porque le puede llegar a quemar el follaje y necesita humedad en el ambiente”. Insistió con la pulverización constante, “mucho rociador y hacerlo dos o tres veces por semana”, son clave, ya que en el espacio donde situamos la planta debemos considerar el factor de los aires acondicionados y calefactores. “Pulverizar más seguido porque éstos quitan la humedad del ambiente y necesitamos recrear el ambiente tropical”, graficó.

Para las plantas de interior una regla casi al 80% a seguir es la humedad en el ambiente” explicó y agregó que un método de riego “puede ser colocando la maceta sobre un plato de agua para que genere la humedad o con la pulverización”.

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La mayoría de los Philodendrom se diferencian por la apertura de sus hojas, esa apertura es lo que logró hacer la naturaleza y hace que el viento pase por los espacios huecos y no las quiebre. Hay variantes como el Philodendrom monstero, el Philodendrom Celium. En la familia de esta especie existen aproximadamente unas 120 variantes en todo el mundo.

“Se hace un trasplante de maceta una vez cada dos años” recomendó Millili y sugirió que la maceta tenga un correcto drenaje del agua, con tierra con un buen sustrato de nutrientes, mezclando turba, mantillo y “perlitas para que drene bien”.

Los Philodendrom requieren un riego en primavera-verano de dos veces por semana y el resto del año un poco más espaciado. “Algo esencial es el abono. Fertilizar seguido en verano y también en invierno”, concluyó el botánico.

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