JUEVES, 07 DE NOV

Rosario sin secretos: un belga, un francés y un austríaco en una historia ¡de película!

Para llegar a nuestro Elegante Palacio (Smart Palace) en Córdoba 864 nos fuimos al origen y llegamos al barón belga Enrique Lepage quien inició en Buenos Aires la industria cinematográfica. Bueno, hay que reconocer que en esta le ganamos a los porteños, porque aquí ya éramos Cuna del Séptimo Arte algunos años atrás… ¡Pero esto será tema de otro capítulo!

 

Volvamos a la peatonal rosarina y descubramos que en esa dirección, alrededor de esta fecha, durante 1909, se inauguró el Cinema Lepage, luego Smart Palace, del que tan deliciosamente nos cuenta su historia Sidney Paralieu en su libro “Los Cines de Rosario, Ayer y Hoy”.

Pero, ¿por qué le habrán puesto Lepage? Para rendir honor al origen (¡ser agradecido es de bien nacido!) y recordar que fue este empresario el primer importador de proyectores y aparatos filmadores en Argentina.

Claro que para crecer y hacer historia, contó con dos empleados incondicionales y “de película”, el francés Eugenio Py, realizador de la primera filmación hecha en nuestro país (¡que nuestra ciudad inspiró!) “La Bandera Argentina”, en 1897 y, sobre todo, con un genio de dimensiones extraordinarias y excepcional visión de futuro, el austríaco Marx Glücksmann.

Tan puesta tenían la camiseta estos empleados que, después de haber estado en una proyección de vistas en el teatro Odeón de Buenos Aires, se contactaron con los hermanos Lumiere en Francia para importar esa maravilla de la tecnología.

La comunicación no prosperó pero, lejos de darse por vencidos, insistieron con la francesa Gaumont Demeny y lograron importar un cronofotógrafo Elgé y un cinematógrafo Phaté Fréres, los distribuidos por la Compañía General de Fonógrafos, Cinematógrafos y Aparatos de Precisión.

El inefable Paralieu investigó durante más de un lustro para hacer el libro, del que aún no recibió las correspondientes regalías, y que se constituyó en la base de mucho de lo publicado después por profesionales del copy & paste, especialmente en internet.

Abundante data trae la publicación sobre una de las primeras salas estrictamente cinematográficas que tuvo Rosario, el Cinema Lepage, de la calle Córdoba 864. Lamentablemente, no existe en el lugar ni siquiera una placa que lo recuerde…

Mientras tanto, en Bolívar 375, Buenos Aires, en el barrio Monserrat, sede de la antigua Cassa Lepage, se levanta el monumental Pasaje Belgrano.  Pleno corazón de San Telmo que recibe millones de turistas atraídos por la historia, con su consiguiente atracción de divisas.

Esa historia que en Rosario cuesta tanto rastrear, mientras que en Buenos Aires nos lleva a 1868, cuando Martín de Álzaga adquiere la casona y luego se casa con Felicitas Guerrero para vivir juntos sus propias y trágicas vidas.

El tiempo, que nunca se detiene, avanzó… Y en el año 2000, la añosa construcción, que ya había perdido en la demolición parte de su grandiosidad por el ensanche de la avenida Belgrano en la Capital Federal, fue puesta en valor.

Aparecieron una cisterna, su red de instalaciones, cubiertos, piezas de loza y porcelana de vajilla, frascos de vidrio de perfumes, y decenas de objetos de la época de la colonia que hoy son exhibidos en el hotel temático que allí hoy puede mirarse y admirarse, el magnífico Tanghotel.

¡Igual que la Puerta del Inca, ese exquisito pedacito del Perú que memora la Patria Grande que soñaron San Martín y Bolívar y nos trae hermosos recuerdos, vivencias, comidas y bebidas de uno de los países hermanos que puso sus aviones y pilotos a disposición en nuestra causa Malvinas!

Si eso no es soberanía de la historia, ¿la soberanía dónde está?

Cuando acierte a pasar por Córdoba al 800 y vea un negocio que le recuerde a la inteligencia artificial, salvo por una h que es muda y no dice nada, piense que allí hubo una de las primeras salas cinematográficas de Rosario con capacidad para casi 300 personas que nació como Cinema Lepage hasta 1914 y sobrevivió, siendo un “Palacio Elegante” en la Cuna de la Bandera, hasta 1918.

Se lo cuento sólo con el compromiso que lo vuelva a contar… Hasta nuestro próximo encuentro en esta, ¡nuestra Rosario Sin Secretos!

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