NOCHEBUENA, UNA NOCHE DE INTENSO GOZO

Para la Iglesia, que somos todos, siempre acostumbrada a celebrar las vísperas de las grandes fiestas religiosas, es una noche de intenso gozo espiritual.

Por siglos y siglos, la Misa de Gallo se celebró en catedrales y capillas, en pueblos, aldeas y ciudades.

Gentes de toda clase y condición olvidaron sus diferencias

Y se dejaron iluminar por la presencia de un Niño inocente nacido de una Virgen en un humilde pesebre.

Cosas misteriosas e inexplicables que se repitieron de generación en generación.

Y así como un soldado velaba sus armas poniéndose en oración la noche previa a la batalla, así los cristianos católicos de todo el mundo se prepararon y se preparan durante cuatro semanas para recibir al Dios que viene.

Es una espera doble, que celebra con expectativa de júbilo anticipado, tanto la venida primera en humildad y pobreza del Mesías esperado, como la prometida segunda venida en gloria del Dios de la gloria.

Y así, el gozo que el creyente experimenta al unirse en oración con el Amado, muchas veces silencioso pero no lejano, se multiplica con la expectativa alimentada por los textos litúrgicos y la música.

Que cada año preparan el corazón y la mente para que el alma se una al gozo universal de la Comunión de los Santos y a los ejércitos celestiales.

Miríadas de voces en una sola voz entonando el cantico de alabanza:

“¡¡¡Gloria a Dios en las alturas!!!”